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martes, 25 de julio de 2017

Ada Salas, la Poesía y los Poetas

Cuando llegué por casualidad a las letras de Ada Salas, hace varios meses, no se me pasó por la cabeza que la antología que acababa de caer en mis manos me fuera a impactar a tantos niveles. Podría dedicar esta entrada a sus versos, pero la voy a centrar en los versos. En cómo, mediante una serie de reflexiones a las que me adhiero, analiza y desmiembra la raíz misma de la poesía y el poeta.


  • La fase más ardua del proceso de escritura es ese barrido, ese vaciamiento que, a través de un desasimiento paulatino de la vida, del yo nuestro en el mundo de los demás, se traduce en una espera vigilante, alerta. Vacío, silencio, soledad. Nada. Ausencia.

Los que escribimos movidos por esa fuerza que se escapa a lo explicable y a lo humano comprendemos a la perfección las palabras de Ada Salas. Cuando escribimos, desaparecemos. Nos convertimos, primero, en algo distinto de lo que somos en el plano real y en la percepción ajena; y, en un segundo momento, en el silencio, en la espera, en una especie de médium que no hace sino traducir algo que le es dictado y que no proviene directamente de sí mismo.

  • La escritura se lleva a cabo mediante el acceso a una dimensión del pensamiento distinta a la real, a la que nos permite el desenvolvimiento en el mundo. Sólo a través de la búsqueda, la espera y el alumbramiento poético puede llegarse a esa otra realidad propia, a ese “yo es otro” de Rimbaud. Por eso la escritura poética es un acto fascinante, pleno. Cuando escribimos somos distintos a lo que somos cuando no lo hacemos. El poema es la exclamación, el grito de sorpresa ante nuestro rostro desconocido.

“Yo es otro”. Yo no soy yo cuando escribo, yo soy algo desconocido que voy descubriendo a medida que brotan las palabras. Algo que me sorprende, algo que me choca y a veces detesto.

  • No escribir sería no ver, no querer ver. La escritura multiplica.

Para muchos, la escritura es aire incluso cuando pasamos temporadas largas sin escribir. Es una constante, un pilar maestro sin el que no seríamos lo que somos. Es nuestra identidad, es la única manera de cruzar al otro lado y encontrarnos con ese “otro” que no deja de ser nuestra propia persona. Es una forma de experimentar el mundo, la única que nos parece real y completa.

  • Hallar el poema es hallar lo que se quiere decir. Escribirlo es el único modo de averiguarlo. Antes, antes del poema, el deseo de decir algo: ¿qué? Sólo después de haberlo escrito comprobamos, estupefactos, que lo que hemos dicho se corresponde secreta y exactamente con nuestro deseo de ese algo que quería ser dicho.

El momento de ver escrito el poema, o incluso muchas veces el relato, es siempre sorprendente. Es un descubrimiento, es un choque. Antes de plasmarlo por escrito, no tenemos ni idea de qué es aquello que quiere salir de nosotros, de qué es lo que estamos sintiendo, de qué se nos está revelando. Cuando lo vemos en forma de letras, nos conocemos.

  • Escribir es una apuesta, una aventura. Una gran parte del trabajo escapa a la voluntad del autor.

Es un acto involuntario en gran medida. No somos dueños de nosotros ni de nuestras palabras, solamente transmitimos aquello que escuchamos. Somos traductores de algo que se nos cuenta.

  • La escritura nace de un deseo de deslumbramiento y afirmación propios, de una infinita curiosidad, de un deseo infinito. No es nunca una respuesta, es siempre una pregunta. Por eso, ¿es posible escribir para los demás?

La escritura dirigida a un hipotético público carece de sentido. Es artificial, forzada, obligada. Es una escritura corrompida. La poesía es poesía cuando se nos da libre, cuando no intentamos forzarla en moldes que no están hechos para ella, ya que ella no encaja en ninguna forma impuesta. La poesía es la carencia absoluta de cadenas. Y, como todo lo que es libre, no puede existir para nadie más que para sí misma.

  • El destinatario primero del poema es el autor, pero el autor-lector que, es lo deseable, se verá sorprendido por una voz que tiene una gran carga de misterio y otredad.

No nos conocemos, no conocemos al “otro”; vamos descubriendo cosas de él a medida que se nos desnuda en palabras. Nunca antes.

  • La creación no permite pretexto ni desmayo. Es duro enfrentarse continuamente a sí mismo, removerse. Se puede vivir sin escribir, pero qué pobre, cerrado el paso a esa aventura que vivifica ¿y mata? Quiero esa fiebre, ese yo mío que desconozco, me inquieta y me fascina; ese yo que conjura las palabras del más acá, más acá de mí, más en mí, más hondo. Nada me interesa tanto. Quizá nunca nada me ha despertado, alzado, sacudido tanto como la escritura.

Me confieso perezosa, o acaso muchas veces demasiado ocupada como para dedicarme a la escritura en la medida que ésta demanda: plenamente, sin distracciones ni exigencias de nada que no venga de Ella. Sin embargo, y esto imagino que nos sucede a cuantos hemos nacido con esta inquietud de la palabra, no existe un minuto de vida sin la ansiedad del verso, sin esa doble vida que sucede a la par de la vida, sin ese fuego interno que calcina despacio.

  • La escritura crea (¿es?) un estado permanente de carencia. Su lugar es el hueco. El poeta no enuncia: llama, convoca. Desanda el camino de la elipsis diaria. Busca, en la palabra, la faz de lo real que lo real elude.

  • Prefiero los poetas invadidos a los poetas dueños. Prefiero a los desposeídos. Esa es la diferencia, por ejemplo, entre el Huidobro del Canto I de Altazor, poeta desposeído, y el del Canto V, donde encontramos a un poeta dominador. Hay, también, poetas híbridos, y otros que cambian, según evolucionan, de condición. Me interesa el poeta que se transparenta en su poema casi a su pesar, no el que se impone.

Hace tiempo que comprendí que la planificación y la medida no entraban en mis planes en lo relativo a creación literaria. Discutí con algún que otro escritor por ello y les di la razón en algunos aspectos, pero sigo pensando que la poesía es libertad. La poesía, si es Poesía, es libertad. Los poetas que nos hacen volar, que nos elevan, que nos llevan a esa otra realidad que es más real que la que conocemos, son aquellos que han escrito en libertad y con libertad, que han fluido en la poesía, que se han desposeído y se han dejado invadir. Los poemas que realmente valoro de mi propia producción son aquellos escritos en anarquía, aquellos que no escribí yo: son los únicos que me representan.

  • Quien escribe no sabe, a ciencia cierta, qué escribe.

No somos dueños de nuestras palabras. No somos dueños de nuestro fuego. No somos dueños de las cenizas que dejamos atrás.

  • El oficio y la condena del poeta es no poder cerrar los ojos al abismo, no poder cerrar sus oídos ante el canto mortífero de las sirenas.

  • Cada regreso de un poema es una resurrección. En el proceso de escritura hay muerte y resurrección, como en todo viaje hay despedida y regreso. Es imposible abordar otras costas si no abandonamos nuestra tierra bajo los pies. Todo viaje implica, pues, una renuncia. El ejercicio de la poesía exige una disposición a vivir “del otro lado”, a traspasar el espejo; es, en cierto modo, una continua vocación de muerte.

  • ¿Qué sería del viaje sin la posibilidad del regreso? ¿Cómo dar sentido a la partida sin alimentar la necesidad de la misma? El equilibrio es difícil. Debe irse, pero debe volver para volver a irse. Sólo puede emprender el viaje habiendo alimentado la nostalgia del mismo, y viceversa: el regreso sólo hallará sentido después de haber cumplido rigurosamente el ciclo del viaje. Es, por eso, un ser en estado perenne de nostalgia, por su doble condición nómada y sedentaria. Tiene siempre algo más y algo menos: algo le falta que le hace no andar entre los hombres, y algo le sobra para andar entre ellos. Quien ha probado la escritura será siempre un hombre exiliado.

Este último fragmento me define tanto en sentido figurado, en relación con la poesía, como en el más literal. Soy una viajera insaciable (¡y eso que aún no he visitado nada!) y soy una nostálgica sempiterna; esto último lo había asociado durante mucho tiempo a mi condición de gallega, pero quizá también venga de la poesía. Amo el viaje, pero amo desear el viaje. Amo la empresa, pero amo su planificación. Soy nómada, como buena poeta, y aun así necesito un puerto al que regresar una y otra vez. Y necesito la añoranza como gasolina para ponerme en marcha. Para escribir y para estar viva.



Ada Salas, no os lo he dicho, es una cacereña licenciada en Filología Hispánica que cuenta con premios como el Hiperión de 1994 o el Juan Manuel Rozas de 1988.

Su poesía de verso libre es una delicia minimalista que habla del deseo, de la pasión, de la creación. Podéis degustarla en algunos de sus títulos: Variaciones en blanco (1994), La sed (1997), Esto no es el silencio (2008) o Limbo y otros poemas (2013). La mayoría de reflexiones incluidas en esta entrada aparecen en Alguien aquí. Notas acerca de la escritura poética (2007).

martes, 21 de marzo de 2017

Mi relación con la poesía

Me pregunto con regularidad desde cuándo amo la poesía. La pasión tiene esa peculiaridad: una vez que se ha dado, que se ha permitido abrir los brazos, cuesta comprender que tuviera un origen o que hubiera existido un tiempo sin ella.

Los versos han estado en mi vida desde niña. Por fortuna, los currículos educativos todavía no han hecho a un lado la literatura y ésta se nos sigue inculcando, con mayor o menor acierto. De mis años de Primaria recuerdo fragmentos lúdicos y estrofas que aprendíamos en gran grupo. Gloria Fuertes, Rafael Alberti, Gianni Rodari.
El verdadero interés llegó, como para muchos, con Bécquer, durante los primeros cursos de la E.S.O. La poesía estaba ahí, siempre había estado ahí, pero, hasta que el Romanticismo se abrió paso, no consiguió ocupar un lugar importante. Y, entonces, la tarea obligatoria de memorizar una de las rimas del sevillano en el plazo de una semana; y un montón de risas en el recreo mientras repetíamos la que habíamos elegido. No puedo olvidar a mi amigo Rubén, que había puesto melodía a la número XI y la entonaba creyéndose el sujeto de la misma: Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el símbolo de la pasión...
Mi rima era la IV. Recuerdo que ya la conocía de antes y ya me había acompañado un tiempo, por lo que, cuando se me dio la opción de elegirla, no tuve ninguna duda. Yo aún no amaba la poesía (no conscientemente, al menos), y sin embargo ya suspiraba por una pieza dedicada a la adoración a la misma. 

Mi contacto con la poesía durante estos años se limitó a los autores que nos enseñaban en clase. Yo escribía (siempre había escrito), pero me centraba por completo en la prosa y, cada vez menos, en el teatro (de niña me gustaba el formato y me imaginaba que estaba escribiendo guiones de series o películas; llegué a escribir el guión de una obra que representamos en clase). 
Después me hice mayor y entré en el instituto. Aunque recuerdo aquellos años con mucho cariño, hubo momentos difíciles; soy una introvertida, y pasar de un entorno conocido en el que había vivido día a día durante doce años, a un lugar mucho más grande, con hasta seis o siete aulas de más de treinta alumnos sólo en 1º de Bachiller, fue traumático. Conocí a gente increíble con la que compartiría muchas horas e inquietudes, y a otra que aun a día de hoy tengo un poquito atravesada. La primera conversación con Laura (o la primera que recuerdo) fue durante una hora libre; decidimos ir a dar una vuelta por el barrio de San Francisco hasta la casa de otra compañera, Irma. Yo iba con mi amiga Mai y Laura se había unido a la excursión; todas nosotras cursábamos Latín y Griego en un aula chiquitita, pues éramos un grupo reducido.
Es una de esas cosas que suceden. Estás en un grupo y acabas conectando con la persona a la que no conocías de nada. No sé muy bien qué nos unió a Laura y a mí; recuerdo mencionar a KISS y, sobre todo y por alguna razón que se me escapa (TAN fan nunca he sido), a Black Sabbath. Recuerdo empezar a hablar de escritura y darme cuenta de que había encontrado a una persona que amaba lo mismo que yo, y recuerdo quedarme fascinada cuando me dijo que lo suyo era la poesía.

Durante esos dos años de Bachiller, pasé horas y horas escribiendo con Laura. Nos animamos mutuamente. Compartimos ideas y fragmentos que no le habíamos enseñado a nadie. Nos críticabamos, aunque no éramos duras. 
Fue una etapa de crecimiento, como todas aquellas en las que te encuentras en un entorno que comprende lo que haces y cree en tus posibilidades. Yo ya escribía antes y fueron mis amigas de siempre, Mai y Raquel, las que me hicieron dedicar la mayor parte de mi tiempo a componer verdaderas novelas que aún releo de vez en cuando; pero encontrarme con una persona como Laura, movida por la misma inquietud creadora que yo, fue sin duda relevante.

No tengo ni idea de en qué momento comencé a leer poesía (quitando La Divina Comedia, que cayó a una edad muy temprana). Mucho menos, de cuándo me inicié en su escritura. Terminado el Bachillerato, Laura y yo teníamos en mente un proyecto que no hemos realizado nunca: una obra basada en los signos del horóscopo, con un poema y un relato para cada uno de ellos; adivinad quién era la del verso y quién la de la prosa.

En fin, que unos años más tarde yo ya no recordaba un pasado sin poesía. No recordaba un pasado sin Baudelaire, sin Keats, sin Bécquer, sin los sonetos de Shakespeare. Ahora soy capaz de hacer memoria, pero no encuentro la línea, no alcanzo a marcar en el mapa del tiempo el momento en que se me encendió la luz y supe por fin que lo mío sí que era la poesía. 
En algún instante entre el final del instituto y el comienzo de la Universidad, todo cobró sentido; no hay recuerdo de aquel primer año en Vigo que se desvincule por completo de los versos.

Hay mucho que debo alcanzar para llegar a sentirme la poeta que sé que soy. Tengo que pulir absolutamente todos los rasgos estilísticos de cuanto escribo. Pero la libertad que siento  gracias a la poesía es algo que no cambiaría por nada del mundo.

Feliz Día de la Poesía, aunque llegue por los pelos. 


No digáis que, agotado su tesoro, 
de asuntos falta, enmudeció la lira; 
podrá no haber poetas; pero siempre 
habrá poesía. 

Mientras las ondas de la luz al beso 
palpiten encendidas, 
mientras el sol las desgarradas nubes 
de fuego y oro vista, 
mientras el aire en su regazo lleve 
perfumes y armonías, 
mientras haya en el mundo primavera, 
¡habrá poesía! 

Mientras la ciencia a descubrir no alcance 
las fuentes de la vida, 
y en el mar o en el cielo haya un abismo 
que al cálculo resista, 
mientras la humanidad siempre avanzando 
no sepa a dó camina, 
mientras haya un misterio para el hombre, 
¡habrá poesía! 

Mientras se sienta que se ríe el alma, 
sin que los labios rían; 
mientras se llore, sin que el llanto acuda 
a nublar la pupila; 
mientras el corazón y la cabeza 
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
¡habrá poesía! 

Mientras haya unos ojos que reflejen 
los ojos que los miran, 
mientras responda el labio suspirando 
al labio que suspira, 
mientras sentirse puedan en un beso 
dos almas confundidas, 
mientras exista una mujer hermosa, 
¡habrá poesía!

domingo, 5 de junio de 2016

Consejos para escritores


Soy la primera que odia con toda su alma los libros/artículos/vídeos de autoayuda. Es más, hay un compañero de trabajo que ya me ha recomendado unos cuantos títulos y no sé en qué idioma hacerle entender que desprecio ese tipo de contenidos. Que está bien a veces que alguien analice desde fuera tus propios comportamientos y saque conclusiones por ti, pero en general prefiero crecer sola. 
Sin embargo, y como soy un auténtico desastre, lo que traigo hoy es precisamente una entrada de autoayuda para quienes, como yo, respiran la inquietud literaria y sin embargo fracasan continuamente. No voy a daros consejos porque soy la menos indicada: me cuesta muchísimo adquirir una rutina de trabajo, obvio continuamente historias que dan vueltas en mi cabeza y la mayor parte de lo que escribo es, y voy a ser muy sincera, basura.
Así que, como necesito recordarme a mí misma que tengo casi veintiocho años y ya he perdido demasiado tiempo, hoy traigo algunos de los consejos más interesantes dados por autores consagrados y reconocidos. Espero que me sirvan para espabilarme y que a alguien más le puedan venir bien.
Todas las imágenes están sacadas de Pinterest, donde podréis encontrar miles más. 

Allá vamos:


1. "Tu intuición sabe qué escribir, así que apártate de en medio", Ray Bradbury.

Hay muchos escritores, y lo respeto, que empiezan a escribir sus relatos y novelas después de planificaciones muy meticulosas, de esquemas y mapas. Si bien creo que esto es importante, sobre todo cuando se escriben novelas, mi experiencia es que todo funciona mejor cuando no se le da tantas vueltas y, simplemente, se escribe. No siempre es necesaria la reflexión, a veces es mucho más provechoso dejarse llevar. Desde luego, así es como escribo yo el 90% del tiempo, pues siento que sino no funciona. Luego vienen la edición y la reedición, pero creo que una parte muy grande del proceso de escribir tiene que ser espontánea e intuitiva.


2. "No seas escritor. Escribe", William Faulkner.

Es el consejo más importante, desde mi punto de vista, y el más difícil de cumplir. Muchas veces el proceso creativo es tan frustrante que dejamos pasar días, semanas, meses sin hacer lo que nuestra cabeza nos pide a gritos que hagamos. He intentado innumerables veces marcarme una rutina y me la he saltado a la torera en cada ocasión. Sin embargo, no funciona cuando no escribimos con asiduidad. Se pierden habilidades, hay ideas que nunca encuentran un camino fuera de nuestra cabeza y no estamos receptivos a la inspiración. 
"Si no escribes cuando no tienes tiempo, tampoco escribirás cuando lo tengas", Katerina Stoykova Klemer.
Cuando nos ponemos la excusa de las obligaciones, de la falta de tiempo, nos estamos condenando a tampoco escribir cuando estamos de vacaciones. La experiencia me dice que esto es totalmente cierto, y que hay que pelear cada día por cambiarlo. Incluso en el día más enloquecedor, debemos sacar unos minutos. 


3. "Creo que el consejo más importante para un escritor es éste: intenta aprender a respirar profundamente, a saborear de verdad la comida cuando comas, a dormir profundamente cuando lo hagas. Intenta con todas tus fuerzas estar totalmente vivo y, cuando te rías, ríete como loco. Y, cuando te enfades, enfádate de verdad. Intenta estar vivo. Ya tendrás tiempo de morir", Ernest Hemingway.

Los escritores, o al menos un porcentaje importante de nosotros, solemos ser personas abstraídas, solitarias y silenciosas. Pero es fundamental que estemos despiertos al mundo, que sintamos profundamente, que tengamos los sentidos atentos a cuanto nos rodea. Creo que son cosas compatibles y que, por más que tendamos a cobijarnos en nuestras ensoñaciones, también tenemos que estar presentes en esta realidad. 


4. "Si no hubiera creado mi propio mundo, habría muerto en el de los demás", Anais Nin.

No es un consejo, sin embargo puede funcionar como motor para ponernos a crear sin tregua. Si no aprendemos a abrazar aquello que es únicamente nuestro, de cada uno (escritor o no), estamos condenados a morir en lo que han creado los demás. Nos debemos eso a nosotros mismos, nos debemos nuestro propio mundo. 


5. "Afrontémoslo: escribir es un infierno", William Styron. 

El proceso de escribir tiene momentos de elevación que no se comparan a ninguna otra experiencia en la vida, sin embargo la mayor parte del tiempo se trata de un pulso, de una pelea contra la falta de ideas, contra la narrativa que surge sin vida, contra la desesperación. 
"La escritura es un trabajo que nos hace desgraciados, nos desanima, nos hace perder la salud y nos frustra infinitamente. Pero, cuando todo cobra sentido, es profundamente glorioso", Ralph Peters.
Creo que esos instantes en que hay una fuerza superior que escribe por ti, o cuando vuelves atrás y compruebas que lo que has escrito es rescatable y de hecho bastante decente, o cuando te encuentras con un resultado final que es fiel a quien eres, compensan con creces toda la lucha. Por esos momentos vale la pena sufrir toda una vida.


6. "De todo lo que se ha escrito, sólo amo lo que se ha escrito con sangre", Friedrich Nietzsche.

Esta cita viene a conectar con la primera, de Bradbury, y es la opinión que blando con más fuerza con respecto a la escritura. Hay que sangrar. Hay que deshacerse en pedazos. Hay que dejarse la piel. 
"Escribir no tiene ninguna complicación. Lo único que haces es sentarte frente al teclado y sangrar", Ernest Hemingway.
Sí, hay que escribir por rutina, haya o no inspiración, fluya o no la sangre. Pero hay que aferrarse al momento en que las heridas se abren como a un clavo ardiendo. Hay que explotar el dolor, el miedo, el amor, la excitación. 
"El mayor secreto es escribir a borbotones, con cada latido, con el fluir del momento; escribir sin premeditación, sin preocuparse por el estilo, sin esperar el momento o lugar adecuados", Walt Whitman. 
He aprendido a vivir con un cuaderno a mi lado y, aunque casi nunca le saco el jugo que debería, debo obligarme a hacerlo más, a buscar palabras para cada momento de verdad, de intensidad, de vida.
Otra cita preciosa que refleja la misma idea es de Safo: "Escriba en el futuro palabras más desnudas que la carne, más fuertes que el hueso, más resistentes que el tendón, más sensibles que el nervio"
El corazón, el alma y la verdad siempre tienen que estar por encima de todo. 


7. "Las ideas son lo más sencillo de la escritura. ¡Son gratuitas! Lo difícil es lo que haces con todas esas ideas", Jane Yolen.

Muchas veces nos volvemos locos porque no encontramos inspiración, pero realmente la inspiración es lo de menos. Puede llegar en cualquier momento y con cualquier disfraz. Hay que secuestrarla de inmediato, por supuesto, pero sobre todo hay que tener el tacto suficiente para transformarla en algo que merezca la pena. Hay que amarla lo suficiente como para llevarla a su mayor exponente.


8. "Los escritores no son exactamente personas... Son un montón de gente que intenta ser una sola persona", F. Scott Fitzgerald.

No es tampoco un consejo, aunque podemos tomarlo como tal. Los escritores tenemos una mente ruidosa, llena de voces que nos susurran, nos gritan y nos imploran que les demos alas, que dejemos que el mundo las oiga. Se nos ha asignado la responsabilidad de permitirles salir de nuestra cabeza, de hacerlas reales. Nos debemos a esa responsabilidad.
"Tienes que escribir el libro que pide ser escrito. Y, si el libro es demasiado difícil para adultos, escríbelo para niños", Madeleine L'Engle.
No creo en géneros ni etiquetas en ninguna faceta de la vida, pero mucho menos en literatura. Creo en plasmar con palabras aquello que está causando un estruendo insoportable en nuestro interior, creo en contarlo de la forma en que pida ser contado. 


9. "Todos los escritores que conozco tienen problemas para escribir", Joseph Heller.

Quizá la que más me gusta. ¡Qué fácil es pensar en aquellos que viven toda su vida de la escritura y creerse que son privilegiados, que fluye de forma natural y sin dificultades! No hay escritor que no viva ese pulso eterno, que no se enfrente a la página en blanco, que no tenga miedo de abrirse por completo. Todos, todos sufrimos escribiendo. Y a todos nos compensa.


Termino citando a alguien que tiene esa capacidad de escribir siempre, siempre, siempre. Alguien de quien sin duda tengo muchísimo que aprender:

"El proceso de escribir puede ser mágico, pero en su mayor parte se trata de colocar una palabra tras otra", Neil Gaiman.