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jueves, 17 de junio de 2021

Voces para la vida: Tomi Joutsen

Vaya mierda de título le puse en su día a esta sección, ¿no? De esos que me dan vergüencita ajena. ¿Hay algún término para referirse a la vergüenza ajena hacia uno mismo en el pasado? Me hace mucha falta en general.

Como mi filosofía es, sin embargo, no arrepentirme de las cosas (para qué, si ya pasaron), mantengo el título y procedo a compartir la voz de uno de mis cantantes favoritos. Por puro placer. 

Conocí a Tomi Joutsen en 2013, en vivo y en directo. Lo cierto es que sabía de la existencia de Amorphis desde mucho antes y había escuchado varios de sus discos; pero no les presté la atención que merecían hasta el día que me enteré de que tocaban en Madrid y decidí lanzarme a la experiencia. Echo de menos eso de vivir en Madrid en época pre-Covid: mirar los conciertos del día, escoger uno sin tener demasiada idea del grupo en cuestión y enamorarme.

Amorphis fue uno de esos flechazos: de no reconocer realmente ninguna de sus canciones, a quedarme enganchadísima tras haberles visto. Después de aquella actuación en la Sala But, volví a gozármelos dos años más tarde en Wembley, teloneando a Nightwish.


Hay muchas razones para amar Amorphis, pero hoy voy a hablar sólo de su cantante (actual, ya que él se unió en 2005, cuando el grupo ya tenía bastantes años de rodaje; el sello personal que su voz y sus ideas le han dado a la discografía posterior de la banda es indiscutible). Desde los guturales perfectamente controlados e infernales a partes melódicas potentes y adictivas. Con graves sólidos y notas medias-altas evocadoras y mágicas, a veces casi atmosféricas.

Aquí van unos cuantos vídeos de ellos porque son maravillosos. Los guturales de Tomi en Majestic Beast son oro:







Si he de ser sincera, por encima de su registro gutural perfecto y maravilloso, lo que realmente me enamora de Tomi es su timbre. Para un cantante de metal que puede abarcar sonidos tan duros, su voz tiene una cualidad cálida y emocional que siempre me llega hondo. Esto lo sabía escuchándolo cantar con Amorphis, pero lo descubrí en todo su esplendor cuando, en el año 2017, formó parte de Hallatar; proyecto del que hablé en su momento porque me cautivó en sí mismo. No Stars Upon the Bridge (2017), su de momento único disco y el motivo por el que nació la banda, era una carta de despedida a la persona amada por parte del guitarrista Juha Raivio. Quizá el mejor trabajo de Tomi Joutsen, con intervenciones vocales tanto guturales como limpias, absolutamente delicadas y sensibles, etéreas, de una suavidad aterciopelada. Todo el proyecto me parece precioso, pero la voz de Joutsen por sí sola es capaz de emocionarme muchísimo y de llevarme de cabeza a ese dolor tan profundo del que habla.




Y también en este hilo de suavidad y sensibilidad se encuentra su último trabajo con Sinisthra (he dado por saco con ellos también; soy una pesada), The Broad and Beaten Way (2020). Las letras profundas y complejas del disco se entienden perfectamente en el lado más aireado de la voz de Tomi y en la calma de sus líneas más simples de pecho. No puedo dejar de recomendar esta preciosidad de disco, que podéis encontrar en plataformas de streaming y que a mí me envió en físico el propio Erkki Virta, que qué bien escribe el tío y ojalá tener una milésima parte de su talento como letrista.




Para mí, Tomi Joutsen es una de esas apuestas seguras. De esos artistas que, se embarquen en lo que se embarquen, sabes que aciertan en su elección de proyectos. Es uno de esos cantantes que me embaucan siempre en sus melodías, como las sirenas a los hombres de Ulises. Que encima el tío, con esa actitud chill y ese humor absolutamente finlandés, me caiga de putísima madre, es sólo un plus.

Algunas de sus otras colaboraciones que me fascinan:





Y ya está. Tomi Joutsen es uno de mis go-to singers para ser feliz en cualquier momento de la vida. Y una de mis personas con un sentido de la moda favoritas. Y sexy de narices, pero no voy a entrar en ese jardín.

¡Que os vaya bien!

jueves, 19 de marzo de 2020

Voces para la vida: Floor Jansen


En estos tiempos confusos, se impone por enésima vez la verdad inapelable de que la música sana. De que es capaz de hacernos canalizar aquello que nos devora y limpiarnos por completo. La música desinfecta.

Lo de Floor Jansen en los últimos tiempos es maravilloso. Tras más de veinte años cantando en escenarios de todo el mundo y teniendo legiones de fans, de pronto participa en un programa de televisión y su país la descubre. El público generalista, quiero decir. El oyente promedio de música en Holanda. Diva indiscutible del metal a nivel internacional, era una completa desconocida en su tierra; de pronto, la escuchan y no pueden entender que no se la hubiera considerado antes como una de las mejores artistas de los Países Bajos.

Floor es muchas cosas. Es una tía humilde y con los pies en el suelo, una persona inteligente y sensible que sabe dar con las palabras adecuadas en las entrevistas. Trabajadora incansable, creativa, claramente buena pieza de unión entre los miembros de todos los grupos en los que ha estado. También es una gran cantante, una de esas voces inmensas que no dejan de sorprender nunca; y es una bestia parda en el escenario, con una presencia apabullante. 

Van ¿cuatro? ¿Cuatro veces la he visto ya en directo? Qué locura. Me dicen con quince años que vería cantar a Floor cuatro veces y no me lo creo. Es más, me dicen que Floor sería la vocalista de Nightwish y tampoco me lo creo.
Nightwish es uno de los grandes amores de mi vida y de mi adolescencia y Floor era la cantante de un grupo "parecido" al que escuchaba menos pero algunos de cuyos temas me flipaban (como Leaden Legacy). De pronto, algo ha pasado en la vida y he acabado en tres conciertos de Nightwish con Floor Jansen al frente; el cuarto encuentro con ella fue en el Raskasta Joulua (Navidad Heavy) de 2017.

No hay palabras para explicar lo que transmite Floor en un escenario, ni cumplidos suficientes para alabar la versatilidad sin fin de su voz; podría ser la solista o cantante principal de un grupo de cualquier género. El año pasado lo demostró en el programa Beste Zangers, pero ya traía a sus espaldas dos décadas dejándolo claro una y otra vez. Así que hoy voy a compartir con quien quiera enamorarse algunas de las actuaciones que más me gustan de ella, en distintos grupos y situaciones, en distintos géneros y con técnicas vocales dispares. Flipad.


After Forever - Leaden Legacy


After Forever - Discord


ReVamp - The trial of monsters


ReVamp - Here's my hell


Ayreon - Merilin's will


Northward - While love died


Oi Jouluyö en Raskasta Joulua


Phantom of the opera en Beste Zangers


Shallow en Beste Zangers



¿Qué? Del montón, ¿no? Pues, ahí donde la veis, nadie en su país que no escuchara metal sabía de su existencia. Es triste, pero somos tan sectarios muchas veces con los géneros que se nos escapan bestialidades como ésta, una vocalista absolutamente extraordinaria que puede hacer un tema de rock clásico, un Ave Maria lírico o guturales del más alto nivel; y luego coge y muchas veces lo hace todo en una misma canción de tres minutos. 

He dejado lo mejor para el final porque Nightwish con Floor Jansen es la conjunción perfecta y hay actuaciones inolvidables de esta maravilla unida. No olvidéis respirar.

Nightwish - Ghost love score


Nightwish - The poet and the pendulum


Nightwish - Devil & the deep dark ocean


Nightwish - The greatest show on earth



Pues nada, ahí os queda. Chao.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Voces para la vida: Johanna Kurkela


Es soprendentemente fácil que, cuando pienso en voces únicas, se me venga a la cabeza la de Johanna Kurkela. Tiene uno de esos timbres inclasificables y distintos de cualquier otro, además de una capacidad de matices infinita.

Si no me falla la memoria, no conocí a Johanna hasta 2010 o 2011, cuando se empezó a rumorear que salía con Tuomas Holopainen de Nightwish. Tuomas es uno de los artistas que más admiro y que más me emocionan, por lo que enseguida sentí curiosidad por descubrir quién era ella.

He de reconocer que apenas escuché nada porque, en aquel momento, no era capaz de encontrar demasiada música suya en la red. 
El primer encuentro verdadero con la maravilla que es su timbre llegó en 2014, cuando participó en el proyecto de Tuomas: Music Inspired by the Life and Times of Scrooge. A Lifetime of Adventure, el single promocional del trabajo, alumbra de forma eficaz los matices más bonitos de la voz de Johanna en registros diferentes. Fue amor instantáneo.


La fascinación no hizo sino aumentar cuando escuché el álbum completo, ya que ella colabora en la mayoría de las canciones del mismo. Su voz y su forma de cantar, con esos giros ágiles y precisos, me llevan de cabeza a mundos fantásticos, a Carelia, a la noche polar. Es una voz absolutamente finlandesa y, a la vez, de fuera de este planeta.


Me gusta pensar que me encontré con la voz Johanna de la forma adecuada: mediante un proyecto basado en un personaje de Disney, con todo el peso que Disney tiene en el imaginario colectivo de tantas generaciones y en nuestra concepción de la fantasía y la magia. Era una conjunción perfecta.

Era inevitable que, a raíz de esa revelación excepcional, me lanzara de cabeza a conocer su discografía propia. Me lo puso muy fácil porque, además de ya encontrar disponibles varios de sus anteriores trabajos (Hyvästi, Dolores Haze; Kauriin silmät, Marmoritaivas...), en 2015 publicó Ingrid, que me apasionó hasta el punto de que a día de hoy aún no he sido capaz de dejar de escucharlo entero una y otra vez.
La música de Johanna tiene, sin duda, su sello de identidad; incluso cuando muchas de las canciones no las ha compuesto ella. Pero los temas que trata son absolutamente ella: la libertad, la naturaleza, la fantasía, las relaciones... Y hay algo en el tono que utiliza para cantar sobre todas estas cosas que es tan atractivo como la misma música: Johanna es ligereza, amor por la vida, calma, optimismo, candor. Es sinceridad y todo lo canta desde dentro.



                                        

Y claro. Empecé a ver actuaciones, participaciones en eventos colectivos como el Raskasta Joulua (el festival de Navidad metal del que ya he hablado en otras entradas), versiones de canciones famosas, colaboraciones con otros artistas... Y esos giros, esa paz que su voz transmite siempre y la sonrisa que ilumina su cara cuando canta me robaron el corazón para siempre.




Una de las sorpresas más recientes ha sido Auri: un nuevo grupo que la lleva otra vez a hacer música con su pareja, Tuomas Holopainen, y con Troy Donockley, también de Nightwish. Han definido Auri como la correspondencia entre tres amigos que ven la vida de forma similar. Auri es paz, es magia, es amor y es belleza; y en la voz de Johanna, versátil e inimitable, reside la clave de todo ello.



Algo que me apena con respecto a la mayoría de mis artistas favoritos es que no sean reconocidos a mayor escala. Hay no pocos músicos que sé que, si hubieran sido estadounidenses, posiblemente aparecerían en todas las listas de los mejores de la historia. Y nunca he escuchado a nadie que suene como Johanna, con ese timbre peculiar pero también con el dominio total sobre su instrumento.

Me he emocionado reuniendo los vídeos para hacer esta entrada. Johanna me llega tanto que no sé escucharla sin que se me pongan los pelos de punta, y en la vida no importa nada más que la emoción.

viernes, 8 de junio de 2018

Voces para la vida: Ryo


Mi sensibilidad auditiva está muy desarrollada. Tantos años amando incondicionalmente la música me han hecho especialmente susceptible de alcanzar orgasmos emocionales ante ciertos sonidos. Es un impacto que también se traduce de forma física, pues el estómago se me contrae a modo de respuesta y mi mandíbula deja de obedecer órdenes.

El sonido del bajo eléctrico, por ejemplo, es una de mis cosas favoritas del mundo. Una canción me resulta infinitamente mejor si la línea de bajo es interesante y dinámica, en vez de usar el instrumento como mero apoyo rítmico; y un tema donde haya un solo de bajo ya tiene muchísimas papeletas para que lo ame. Quizá por esto me acercara, en su día, a la música japonesa como lo hice.

Bastante tiempo atrás, escribí una serie de entradas (1, 2 y 3) hablando de voces que me gustaban. No es que haya cambiado de opinión porque todas ellas siguen contándose entre mis favoritas, pero la vida me ha reafirmado en unas y me ha presentado otras nuevas. Hace ya tiempo que quería compartir algunas de las voces que me ponen la piel de gallina: ya no que me gusten mucho, sino que provoquen en mí efectos evidentes e inmediatos con sólo escucharlas. La mayoría son voces masculinas porque, en general, es más fácil que me atraigan (vuelvo al tema del bajo y las notas y timbres graves); pero hay algunas femeninas que también me arrancan directamente las bragas, de modo que esta serie indefinida de entradas va a ser un batiburrillo de sonidos vocales que me parecen sublimes y pagaría por escuchar todo el tiempo.

He decidido empezar por Ryo, cantante japonés cuya voz es sin duda una de las más reconocibles del rock de su país y cuyos proyectos musicales tienen ese sello propio de delicadeza que siempre me acaba enamorando.

La primera canción que escuché cantada por él ya me dejó sin aliento: se trataba de Sink, uno de los primeros temas del grupo 9GOATS BLACK OUT, allá por 2007. 


Lo que me fascinó de inmediato de la parte vocal del tema, más allá de los giros drásticos y su amplia tesitura, fue la capacidad de la voz de Ryo para acoplarse a ese tono atmosférico de la música de 9GOATS: desde el punto casi susurrado, a algunas partes de más dureza, en una canción sencilla pero desnuda. Me transmitió vulnerabilidad, honestidad, humanidad. En la versión de estudio, nos deja escuchar a momentos su respiración, casi el proceso de articular las notas.




De 9GOATS BLACK OUT me enamoré por todo: las letras profundamente poéticas de sus canciones, esas melodías cargadas de melancolía, lo increíble que era el sonido en directo, la sensibilidad con la que se entrelazaba la guitarra con la voz. Y fue un palo que se separaran tras una trayectoria tan breve porque daba la sensación de que quedaba mucho por ofrecer.

Lo bueno, lo único bueno de decir adiós a un grupo tan único, es que los siguientes grupos de Ryo  (en activo la mayoría) incorporaron parte de la esencia de 9GOATS y me dieron la oportunidad de seguir escuchando una de las voces que me hacen olvidarme de respirar. 

Algunos de estos proyectos: HOLLOWGRAM, KEEL y DALLE. Parecidos en algunas cosas, opuestos en otras aristas de su sonido, todos llenos de emoción y de desnudez. Y es que hay pocos cantantes que consigan transmitirme este grado de intimidad, como si me estuvieran cantando al oído.  

DALLE me fascina porque no deja de ser una banda liderada por Közi, conocidísimo por su etapa en Malice Mizer, y la huella del pedazo de músico que es ese hombre es muy evidente. Es experimental, atrevido, arrollador. Y la voz de Ryo parece hecha para deslizarse entre esa maraña única de sonidos. 


HOLLOWGRAM es mi grupo favorito de los activos en este momento, también porque es el más accesible desde fuera de Japón; pero realmente me recuerda en muchas cosas a 9GOATS y por tanto me emociona.


No he mencionado hasta ahora los falsetes de Ryo, pero son claramente una de sus señas de identidad y una de las claves de la emocionalidad de su voz. Tampoco creo que sea nada sencillo pasar de un gutural a un falsete afinado, o viceversa; y lo hace en directo como si fuera lo más normal del mundo. Otros rasgos que me fascinan del sonido de Ryo: ese lado metálico de su timbre, las partes más sencillas y lentas que canta desde la contención, las formas de su voz más gruesas y que envuelven.

En realidad, es muy difícil expresar con palabras la cantidad de matices que encuentro en ese timbre único y en una forma de cantar que me resulta tan sincera y, aun con artificios, en cueros. 


La primera vez que escuché a 9GOATS BLACK OUT, la voz me dejó sin aliento. Y cada vez que me reencuentro con cualquiera de las canciones de Ryo, me vuelve a suceder lo mismo. Y, al final, yo creo que la vida es maravillosa por estas pequeñas cosas que nos hacen inmensamente felices, como enamorarnos de una voz.