domingo, 28 de junio de 2020

Discos pasados y presentes: banda sonora de un semi-confinamiento


¿Tiene algún tipo de sentido que reconozca que llevé mejor el confinamiento duro que este post-cuarentena tan extraño? Sí, sí, pisar la playa no tiene precio y recorrer la costa de Ferrol, Valdoviño y Cedeira es un lujo. Pero llega el verano, vuelvo a mi Ourense y no sé bien dónde meterme. Quedar con gente es raro, la ciudad me agobia porque no hay forma de distanciarse de nadie y no puedo hacer las actividades que habitualmente me gustaban aquí: ir al cine, a las termas, a bares... En fin, se puede, pero no se puede. 
El resumen es que llevé muy bien el confinamiento y podría haber permanecido así unos cuantos meses más. Soy mucho más ermitaña de lo que pensaba y no he echado de menos la compañía, aunque sí el mar y el monte. 
Ahora toca hacer una vida a medio gas que no es la de otros veranos (hace un año, todo estaba a punto para irme A JAPÓN; no, no va a ser un verano de mi estilo), pero tampoco es la incapacidad completa de estar fuera y relacionarnos. Y supongo que tendremos que buscar nuestro lugar en este gris. Desde luego, necesito encontrar esa tranquilidad para poder volver a la carga en septiembre porque si estos meses son sólo un continuo de los anteriores lo voy a tener crudo.
En fin, que a nivel emocional estoy en proceso de equilibrarme. He estado muy bien durante la cuarentena (trabajo aparte; eso lo llevé regular) y me he gozado la Costa Ártabra en las semanas posteriores; ahora hay que aprender a estar en paz en lugares y circunstancias donde siempre solía estar abierta la puerta de escape. 


Lo que venía a explicar con todo esto es que, aunque he estado escuchando muchísima música de distintas procedencias y tipos, me he sorprendido reencontrándome de forma casi brusca con un par de discos que hacía años que no escuchaba con atención. 

El primero de ellos es (¡sorpresa!) uno de los trabajos más antiguos de Dir en Grey, MACABRE (2000). Y la culpa, maldito él, es de Toshiya.
Una de las cosas maravillosas que Dir en Grey hizo durante estos meses de encierro (hubo varias) fue, a lo largo de una semana, emitir en directo en Youtube una selección de canciones que cada miembro elegiría para su setlist ideal; Kaoru y Shinya fueron tal vez los más correctos, la de Kyo no me gustó mucho y la de Die bien, sobre todo por tener en cuenta Arche (2014), extrañamente olvidado por los demás. La setlist de Toshiya me sorprendió y me pareció quizá la más original y emotiva de todas; influyó mi amor incondicional por él, pero no fue lo único. Las dos canciones que más me impactó encontrar en su selección fueron Zakuro y Macabre -sanagi no yume wa ageha no hane-; me impactó porque no las esperaba y porque volver a escucharlas fue una revelación. Hacía años que no les dedicaba tiempo y, a la luz de los últimos trabajos de Dir en Grey, se me antojaron mucho más complejas y originales de lo que las recordaba. Me llevaron bastante a Arche o a DUM SPIRO SPERO (2011), pese a tratarse de un estilo tan diferente en tantos aspectos.
Total: que me pongo el disco y me flipo viva. Que, en pleno 2020, MACABRE me ha resultado novedoso y sólido, un trabajo personal y lleno de capas. Me han vuelto a dejar alucinada las líneas de bajo (locura), la voz de Kyo en registros más graves y tonalidades más oscuras, la barbaridad de Shinya a la batería y lo preciosos que son siempre los encajes de sus guitarras. 
Ha sido un reencuentro terapéutico y que además me ha aportado perspectiva acerca de uno de mis grupos favoritos. Ha sido como volver al comienzo para poder valorar de forma más pormenorizada lo rico del camino que han estado recorriendo desde entonces. En algunos aspectos, son un grupo muy distinto del de hace veinte años; en otros, los veo hoy más cerca de MACABRE que de otros discos menos distantes en el tiempo. 
También he estado escuchando mucho UROBOROS (2012), que me sigue pareciendo uno de sus mejores trabajos; pero MACABRE ha sido una sorpresa maravillosa, me ha abierto en canal y me ha transportado a ese sitio al que sólo Dir en Grey sabe llevarme.
Mataría por un directo de los que hacen en Japón con las canciones de ese trabajo.



Mi otro gran retorno de estas últimas semanas tiene que ver con mi otro gran grupo favorito, mis divorciaditos L'Arc~en~Ciel. Y, en realidad, en cierto modo Tierra (1994) se parece al MACABRE de Diru: también es uno de los primeros trabajos de la banda, también tiene un sonido más oscuro que los discos que le siguieron y también incluye grandísimas y memorables líneas de bajo (yo qué le hago si soy una tonta con esto).
Estaba en mi casa, escuchando Laruku en Spotify y frustrada porque Lastfm me lo identifica como un grupo distinto del que llevaba años escuchando en el ordenador, y me puse las canciones desde el disco duro. Reuní un mixto de temas de distintos años y empezó a sonar Inner Core. No es, ni de lejos, la canción que más he escuchado del grupo ni del disco en mi vida; sin embargo, empezó a sonar y todo en ella me resultó tan hipnótico que no entendí cómo hasta ahora no había estado en mi altar de canciones de L'Arc (algún día haré un ranking con mis favoritas). QUÉ TEMAZO. La voz de Hyde en aquella época era más densa y siempre disfruto mucho escuchándola, pero le sumas la letra, la barbaridad que era Sakura a la batería, el trabajazo de Ken y Tetsu y tienes un cóctel profundamente ambiental y misterioso; como MACABRE, te lleva a otro sitio.
Total, que me puse a escuchar Inner Core como una maníaca y le siguieron mi amada All Dead, Blame, White Feathers, Hitomi ni Utsurumono, Kaze no Yukue... ¡y qué discazo! 
Como me había ocurrido con Diru, volver a este punto tan antiguo de la historia de L'Arc~en~Ciel me ha permitido apreciar de nuevo el recorrido, también muy notable. Su sonido ha cambiado muchísimo a lo largo de los años y, aunque no ha perdido en ningún momento la esencia, la autenticidad de Tierra es innegable.



El tercer álbum del que vengo a hablar, que es reciente pero sospecho que duradero en mi vida, es The Broad and Beaten Way (2020), de Sinisthra. Aunque Sinisthra sacó su primer trabajo en 2005, no habían vuelto a juntarse hasta este año y las canciones de su nuevo disco llevaban escritas más de una década.
Seguramente habré hablado ya en el blog de Tomi Joutsen porque es uno de mis vocalistas favoritos. Cualquier proyecto en el que participe va a caer en mis manos sí o sí y me demuestra una vez tras otra su gran capacidad para elegir proyectos: fue increíble su colaboración con Hallatar y es bellísimo este disco.
The Broad and Beaten Way es un relato, un álbum conceptual en torno al amor como negociación constante y la vida moderna como espiral autodestructiva. Melódico, muy ambiental, nutrido profundamente por la voz cálida de Joutsen y guitarras emotivas que aderezan la sensación de viaje interior que crea todo el trabajo. 
El plato fuerte del disco son, sin duda, las maravillosas letras de las canciones, cohesivas y poéticas, cargadas de peso dramático; desde luego, pienso seguir de cerca al batería Erkki Virta, autodenominado el Poeta Residente, ya que su trabajo como letrista es de una calidad impresionante.
El buque insignia del disco es la épica Closely Guarded Distance, que dura trece minutos y es una gesta a través del alma humana y combina secciones más duras con otras de casi balada, momentos de banda sonora de película Serie B y melodías que transportan directamente a Carelia.
Ojalá Sinisthra no tarde otros quince años en volver a reunirse.




La música es fundamental en mi vida y es psicólogo y sensei y amante y un sinfín de otras cosas que me resultan tan indispensables como respirar o escribir. 

Lo he dicho varias veces en los últimos tiempos, pero mis grupos me han salvado en 2020. Sólo queda desear con toda mi alma poder volver cuanto antes a disfrutarles en directo.

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