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sábado, 15 de octubre de 2022

A tope y sin bragas con Kento Yamazaki - PARTE II (sigo HISTÉRICA)



En episodios anteriores, me dieron una baja de quince días y me puse a devorar todo cuanto cayó en mis manos de Kento Yamazaki (insertar corazones).

Hoy os traigo la recta final de esta maratón, que ha tenido sombras pero sobre todo luces muy brillantes. Gracias a estas dos semanas acompañada por él, ya me siento más o menos capaz de regresar a la vida normal. 

En fin, que he visto:


-Kingdom (2019)


Después de todos los fiascos anteriores, decidí que era el momento de ir a por el taquillazo de acción sin pretensiones, donde al menos encontraría un mejor ritmo y la acción suficiente como para que me importaran menos las carencias del guión. No esperaba llevar diez minutos de película y estar ya pensando que esto era lo que había estado necesitando desde que terminé de ver Suki na. Kingdom es el caso curioso de una película japonesa sobre la historia de China, pues básicamente viene a narrar (con un pelín de fantasía, pero sin irse a ese género) los sucesos que llevaron a la unificación de los diferentes reinos en la China Imperial.
Hablamos en este caso de una superproducción, con una ambientación cuidada y caracterizaciones maravillosas. Es acción, es guerra, es personajes que captan la atención del espectador y es un poquito de drama y un poquito de amistad, sin saturar.
En cuanto al tono, quizá sea lo más llamativo de ella porque se plantea en todo momento como una cinta que se toma en serio a sí misma, que está bien hecha y donde todos los actores cumplen con sus personajes... y entonces está nuestro protagonista, Xin (KENTO), que se encuentra completamente fuera de lugar en tono y en actitud. Xin es un protagonista de shounen manga y como tal se comporta, con sus expresiones exageradas, su arrojo a todas las situaciones de peligro sin medir y su presencia ruidosa y molesta; sólo hay otro personaje que parece estar actuando en un anime en vez de en esta cinta más seria, y ese es el rey interpretado por mi primo Kanata Hongo (que sale siempre más aislado y dueño de sus escenas y por tanto la actitud destaca menos). Todos los demás personajes actúan normal, forman parte de la historia. Para mí, fue un detalle curioso y que le dio a la cinta algo especial, el hecho de que el protagonista esté fuera de lugar y se comporte como un dibujo animado (la peli está basada en un manga, por cierto) en contraste con todos los demás; la peli habría estado bien sin este elemento porque está bien en general, pero ese toque de "aunque no es un anime, no queremos que deje de ser un anime" me pareció muy gracioso (porque estoy dando por hecho que la sobreactuación tan bestia es a propósito; por más que los japoneses tiendan a sobreactuar, esto no tiene ninguna otra explicación posible). El personaje de Kento es un coñazo, como el protagonista de shounen manga, pero con su coletita me recordaba un poco a Kenshin y eso me hizo ilusión.

Es una película sencilla en argumento, muy chula estéticamente y con unos efectos especiales que personalmente encuentro más orgánicos que los de los taquillazos estadounidenses y por tanto me gustan más. Entretenida, adictiva y recomendable.


-Your lie in April (2016)


A falta de conseguir Kingdom 2 (que se estrenó este verano en cines) y de encontrar títulos recientes chulos, tuve que recular e irme a 2016. Es el mismo año de Suki na, pero el aspecto que tiene Kento en esta película es muy distinto, ya que interpreta a un chaval de instituto algo pardillete. 
Me dejé engañar por la sinopsis, ¡y eso que el título ya lanza una advertencia!, y me pilló de sorpresa el girito de guion guión que aparece a mitad de la cinta. En realidad, la película forma parte de todo un subgénero arquetípico del melodrama nipón, pero al no ir contando con ello me sorprendió.
La premisa es un chico conoce chica. El chico tiene traumas del pasado que le impiden realizar su pasión: tocar el piano. La chica es una violinista que se pasa por el forro muchas de las normas formales que le imponen los círculos musicales donde se mueve y que decide darle un empujón al chico para superar aquello que le impide ir hacia delante.
Luego está el girito, pero no lo voy a destripar.
La película está bien. Si has consumido muchas otras del género, se sabe perfectamente cómo va a terminar y cuál es la enseñanza que pretende dejar. Con todo, es entrañable, tiene escenas bonitas y aporta lo que Orange (de la que hablé en la entrada anterior) no conseguía: comodidad y química en las interacciones entre el chico y la chica protagonistas. Sí que hay que decir que ella es un cliché andante, el de la chica superespontánea y happyflowers que a ratos queda falsa por más que Suzu Hirose dé lo mejor de sí para que nos la creamos.
Seguramente en dos días no me acordaré de ella, pero de por sí la cinta está bien.


-Y, entonces, llegó el milagro. Para mí, la estrella de estas dos semanas de enganche y la redención del mundo del dorama ante mis ojos. Había estado evitando Good doctor (2018), que es una adaptación de la serie coreana (aquí conocemos más la estadounidense, pero la original es un Kdrama) porque no me llaman nada las historias de médicos y quirófanos, y porque sabía que el protagonista tenía autismo y me daba TODO EL MIEDO que fuera una cagada (especialmente, porque el protagonista es Kento y no quería presenciar un ridículo del que no pudiera recuperarme). 


Bueno. A ver por dónde empiezo. En primer lugar, Kento hace un trabajo FANTÁSTICO en esta serie; no me meto en si cuela o no como un hombre adulto con autismo porque creo que las "señales visibles" varían mucho de una persona a otra y en función de cómo se ha trabajado con ellos desde niños, pero lo que es innegable es que se metió de lleno en su personaje, creó desde el respeto un protagonista entrañable y lleno de calidez con el que se empatiza todo el tiempo (a ratos, sus movimientos me recordaban a mi Maurice Moss y MIRA: YO, YA). El resto de interpretaciones también me gustaron mucho, de nuevo con Naohito Fujiki por ahí (a este hombre le sientan mejor los años de lo que nunca le sentó la juventud, en mi opinión) y una Juri Ueno a la que me hizo muchísima ilusión volver a encontrar después de muchos años, y que para mí es el alma de la serie junto con el doctor Shindo (Kento).
Si en España y las sociedades occidentales estamos a años luz de entender el TEA y tratarlo como merece, Japón hace aguas por todas partes; como siempre en una sociedad que rechaza la diferencia y el salirse de la cuadrícula, todo lo que recibe la persona con TEA (con cualquier necesidad específica, ya puestos) es frialdad. Quizá por eso, el mero hecho de adaptar una serie donde un hombre con TEA trabaja como cirujano infantil me parece valiente y necesario. Además, la serie acierta en muchas cosas: muestra cómo se trata a esta persona desde el principio y hasta que prueba en numerosas ocasiones su valía (maltrato físico incluido, no nos vayamos a pensar que esto no es Japón), explica cómo no entrar dentro de la cajita prediseñada no siempre es un impedimento para ser un gran profesional, y pone encima de la mesa la problemática de tener una sanidad íntegramente privada. Y es que esta última parte me encantó, la visión del hospital desde el punto de vista empresarial, el médico al servicio de la rentabilidad de la empresa. La serie retrata el hospital como un ente muchas veces frío, que vota qué cirugías asumir en función de lo que vaya a acarrear para la empresa en cuanto a imagen y beneficios; pero también nos muestra a los cirujanos como profesionales volcados en salvar las vidas de sus pacientes, dispuestos a asumir la responsabilidad de un error fatal cuando el riesgo es un elemento ineludible en su trabajo.
Para mí, lo maravilloso de Good Doctor es que desprende humanidad a raudales. Me trajo de vuelta todas aquellas emociones que experimentaba en mis primeros años de ver doramas, cuando me fascinaba cómo transmitían valores y acariciaban el corazón. Good Doctor es una de aquellas historias, deja un poso de reconciliación con el ser humano tras cada capítulo, tanto por la implicación de Shindo y el resto de los médicos, como por las diferentes historias que nos va contando de niños con enfermedades graves que pasan sus días en el hospital.
Está hecha con respeto, con cariño y con corazón. Me la quedo para siempre.


-En medio del visionado de Good Doctor y por que ésta no se me acabara en dos días, me puse Isshukan Friends (2017) sin grandes esperanzas de que me encantara. Curiosamente, y a pesar de la escarola que lleva Kento en la cabeza y de que su personaje se me hizo un poco petardillo, encontré en esta cinta lo que creo que les faltaba a Orange o a Your lie in April: es una película sencilla, que no tiene una gran historia y en la que no sucede mucho, pero está cargada de sensibilidad. 


Kaori Fujimiya (Haruna Kawaguchi) es una chica con un lapso de memoria de una semana; cada lunes, cuando vuelve a clase, es incapaz de recordar a sus compañeros. Eso la lleva a aislarse para no hacerse daño.
De esta premisa sale una narración tierna y entrañable sobre la amistad, sobre lo que las personas que nos quieren de verdad están dispuestas a hacer por estar cerca de nosotros y por que estemos bien.
La película es lenta pero bonita y se vale de todos los lugares comunes de la vida de instituto en Japón (las taquillas donde se cambian los zapatos al entrar en el centro, los clubes de después de clase, el festival de verano con fuegos artificiales, el festival cultural) para desarrollar una amistad a través de las estaciones, con sus encuentros y sus desencuentros y su permanencia. 
Me pareció muy naif y muy linda.


Llegados a este punto y con el buen sabor de boca final, decidí que era el momento de darnos una pausa, que por otro lado será breve porque se vienen cositas.

Lo que sí puedo afirmar de esta maratón es que he aprendido muchas cosas sobre Kento, las más relevantes de las cuales vendrían a ser que lleva añísimos (y yo sin enterarme) siendo el heartthrob oficial de Japón y, como tal, desde hace una década ha hecho la ristra completa de series y películas romanticonas y tontacas que se esperan de un ídolo adolescente; y que, acabando la veintena, es ahora cuando comienza a aceptar una variedad más amplia de proyectos y con ello llegan títulos mejores o como mínimo menos anodinos.

Le conocí por Todome no kiss (insertar más corazones) y me fidelizó de inmediato con su belleza, su capacidad para convertirse en personajes radicalmente distintos (no lo considero un gran actor, pero sí que consigue dar una impresión general muy diferente de un papel a otro) y lo adorable que se muestra siempre allí donde aparece. Creo que tiene mucho por dar y espero que, ahora que Netflix media y él ha madurado, sepa elegir los proyectos que le lleven a dar lo mejor de sí y a evolucionar. 


Conclusiones: 

¿Me gusta este muchacho? ME GUSTA.

¿Ha hecho muchas pelis/series muy buenas? NO.

¿Me ha sentado genial entregarme al mundo doramil y encima tener buenas vistas? POS SÍ, y me hacía mucha falta, que estaba en horas muy bajas.

Pendiente se queda por ahora la versión de Death Note junto a Masataka Kubota (tengo la AUDACIA de no haberla visto pese a que salen ambos, pero es que me da pereza Death Note a estas alturas de la vida) y en la alacena permanecen aún algunos títulos que conservaré en salazón para cuando vengan malos tiempos y deba tirar de ellos.

Así que gracias, Kento. Nos vemos en Kingdom 2, en Alice (tampoco espero grandes cosas de la segunda temporada, pero a ver) y dentro de poco en Atom no Ko (de nuevo junto a Joe Odagiri), que está al caer y tengo muchísimo hype al respecto. Y en tu Instagram, que seguiré stalkeando a saco. 

ERES MU BONICO.

sábado, 8 de octubre de 2022

A tope y sin bragas con Kento Yamazaki - PARTE 1 (esta entrada ha de leerse en tono EXALTADO)


HOLA.

No es raro en mí que la tome con un actor y me ponga a ver toda su filmografía de una sentada. Es más, no es raro que la tome con un actor de doramas y me lo trague todo, todito; para luego venir aquí a dejar constancia de mi nivel enfermizo de obsesión. 

Con respecto a los doramas japoneses, mi visión sobre ellos ha cambiado desde hace unos años. Quizá consecuencia de llevar consumiendo series niponas desde los dieciséis años (bendita Summer Snow), a día de hoy me veo venir las tramas y me conozco a los personajes desde casi la escena 1. He descubierto que en la ficción japonesa (como en todas) existen muchísimos clichés que se repiten hasta la saciedad y que además su público parece preferir frente a lo inesperado; una especie de "si ya sé que eres un personaje dandere/tsundere/MarySue/loquesea, me siento más tranquilo porque no tengo que hacer el esfuerzo de conocerte" y "si ya presupongo que en la escena final el chico va a echarse una carrera de 27 kilómetros para solucionar en medio minuto lo que no fue capaz de expresar en doce episodios, llevo bien el angst". 

Total, que a día de hoy soy más exquisita, no me veo cualquier cosa. Los doramas japoneses siempre han formado parte de mi zona de confort y he acudido a ellos en innumerables ocasiones sólo para sentirme bien, pero ya no voy dando palos de ciego con ellos. 

Eso, y que en pleno 2022 y desde hace bastante tiempo, ver series que no sean mis ya archivadas como recurrentes me supone un esfuerzo importante. Me canso. Me aburro. Se me hacen largas. No me enganchan.

En síntesis: voy viendo doramas a) si me llama la atención la premisa Y/O b) si sale algún actor que me guste. Muy rara vez pasa que me ponga a ver uno que no cumpla la segunda condición; cuando me obsesiono, la primera me la puedo fumar sin grandes problemas.


29 de septiembre de 2022. Estoy en mi casa, tengo tiempo libre (el fin de semana pasado me la pegué y se me ha quedado un tobillo inútil). Me entran ganas de doramas. Quiero romance. Quiero veranito. Quiero Summer Nude (2013) sin volver a ver Summer Nude. Busco a Masataka Kubota, a quien idolatro desde aquella serie, y no me llama nada de lo que veo en su listado de trabajos.

Me pregunto cuándo sale Alice in Borderland 2 (¡ALERTA! ¡ALERTA! SALE EN DICIEMBRE). Me conformo con cualquier otra cosa que haya hecho en tiempos recientes Kento Yamazaki.

Y no me digáis que no me veíais venir. Todo el mundo sabe, y si no lo sabe es un necio, que mi cuarentena en 2020 me la pasé viendo una y otra vez Todome no kiss. Y todo el mundo debería tener claro también que estoy incondicionalmente enamorada de Kento Yamazaki. 

Pues bien, no llamándome nada de lo que aparecía en la lista, mi siguiente paso fue preguntarle a Google por "jdramas feelgood", a lo que el ya mencionado buscador me ofreció un listado hecho por una persona random, de cuyos 50 títulos sólo hice click en tres. Uno de ellos reunía estas dos características: prometía amor ligero de verano Y llevaba el nombre de Kento Yamazaki. ¿Casualidad? No lo creo.


Y así, entre ese mismo 29 y el 30 de septiembre, me zampé sin pausa los diez capítulos de Suki na hito ga iru koto (2016), que no es un gran dorama, que incluye todos los estereotipos ya mencionados y más, pero me me tuvo enganchada como una tonta por el buen hacer de sus actores protagonistas y porque KENTO ES UN CHEF TACITURNO (y muy borde, de pasarse a veces tres pueblos) QUE VA POR AHÍ ENSEÑANDO HOMBRO Y ME DIO LA SANTÍSIMA VIDA. La serie no sabe lo que quiere ni por dónde tirar, está mal pensada y va dando tumbos en tramas que no generan demasiado interés ni se resuelven bien; la protagonista es una chavala adulta que se comporta como si tuviera 9 años hasta que de pronto cambia de interés amoroso y de personalidad, y en general no es una serie que recomendaría de entrada. PERO hay un momento en que los personajes de Kento y de Mirei Kiritani empiezan a comportarse como un matrimonio viejo que está todo el día tirándose pullas pero luego se pone ojitos de corazón, y a mí esto me hizo generar endorfinas en cantidades ingentes. Me lo gocé, aunque el guion fuera un desastre y supiera perfectamente cómo iba a terminar todo. ¡Ah! Y hay un personaje de alivio cómico que se llama Himura (inevitable pensar en Kenshin) que también me dio la vida.

Consumido en dos días el dorama anhelado (que no resultó tan chachi como Summer Nude, que tampoco es que fuera una maravilla pero tenía alma), se me generó un problema GRAVE: llevaba un par de horas sin tener episodios nuevos que ver y ECHABA DE MENOS A KENTO. Dediqué algunos minutos a contemplar con añoranza su cuenta de Instagram, le dejé algún comentario SOLICITANDO que por fin se estrenara Alice y abrí en el ordenador la carpeta de Todome no kiss, dispuesta a darle el enésimo revisionado.

Y, entonces, saqué fuerzas de flaqueza para plantarme ante mí misma y decirme en voz alta y clara: NO. Un quincuagésimo revisionado NO. Saca agallas y ponte algo nuevo, algo distinto. No seas una maldita cobarde. 


Y aquí estamos. Estoy recorriendo un largo camino de visualización de ficciones inesperadas con el único factor común de que todas están protagonizadas por Kento Yamazaki. Qué piel tan bonita tiene. A ratos no me he acabado de enterar de las cosas porque estaba pasmada (ad)mirándole la piel. 

Total. Que he visto cosas y hacía tiempo que no traía reseñas de cosas, así que me he dicho: ¿por qué no? Ya que las ves, coméntalas. Hace mil siglos que no compartes tus Favoritos y en realidad ha habido varios momentos en que has tenido ganas de hacerlo, como cuando viste Tori y Lokita (2022) en el OUFF y te pareció una bestialidad; o cuando leíste en Alemania Cuando la luna era nuestra de Anna-Marie McLemore y te enamoraste de cada palabra. COMPARTE AL MENOS ESTO, CHIQUILLA. 

Así que al final me he convencido a mí misma de escribir una entrada. No sé por qué últimamente me cuesta tanto y tengo que convivir con la duda. Pero, ya que estamos, conviviré también con la presión autoinfligida y seguiré dejándome caer. No prometo nada más que el intento.

¿Tienes pensado al grano, o es para mañana?

Voy. Inspira, expira. 

He visto (estoy viendo) cosas. 

Además de Suki na, quiero decir. 

Esas cosas son:

-Wotaku ni koi wa muzukashii (2020)

A ver, búsqueda rapidita en Google y la media de las reseñas está en el suspenso. ¿Esperaba algo? No esperaba nada. Por no esperar, ni siquiera esperaba que fuese un musical y, cuando se sacaron de la manga el primer número, me meé de la risa. Como su título sugiere, habla de dos otakus que deciden empezar una relación de pareja; y arranca tan a las bravas, imponiéndonos el encuentro sin ni siquiera habérnoslos presentado, que dan ganas de dejar de verla a los diez minutos. Sin embargo, y no con ánimo de llevar la contraria a la crítica general, la primera parte de la cinta ME LA GOCÉ. Los personajes tienen algunos de los tópicos de los otakus y se ríen de sí mismos, pero al mismo tiempo son adultos, trabajan y se desenvuelven en la sociedad. Uno esperaría que entre ellos sea como más cómodos se sienten al poder compartir sus gustos y así es, salvo que el problema no son las aficiones tanto como el mantener una relación. Creo que nunca había visto en ningún dorama o película japonesa el proceso de establecer cómo va a ser la relación y eso me gustó mucho, además de que Narumi (Mitsuki Takahata) y Hirotaka (KENTO, QUÉ BIEN TE SIENTA UN TRAJE) son personajes divertidísimos, incómodos, diría que al borde del autismo y con mucha química entre ellos. Así que sí, el montaje es un desastre y nada cuaja del todo, pero ellos me encantaron. Los números musicales, quitado el impacto inicial, resultan bastante anodinos tanto en cuanto a las canciones como a las puestas en escena. Hay personajes que diría que sólo están para que luzcan palmito sus actores, como en el caso de Takumi Saito ¿parodiando? La La Land (esta película ha cambiado por completo mi visión de este actor, al que siempre había visto en papeles blanditos y sin sangre, y de repente aquí hace de un señor de esos que imponen muchísimo y te llevan a querer esconderte debajo de una mesa; jamás volveré a pensar que es blandito).

¿Recomendaría esta peli? Si te gusta Kento, sí; está guapísimo y enamora con la cara de póker que mantiene ante todas las vicisitudes de su vida. La película aporta entretenimiento sano y la pareja es entrañable, con lo que no la veo mala opción para esos momentos en que uno necesita algo ligero sin más.


-Atami no sousakan (2010)


Este dorama de 8 episodios fue la siguiente parada y seguramente no le habría dado nunca la oportunidad porque Kento era un bebé (16 añitos, su primera serie) y su papel es relativamente pequeño, PERO está protagonizado por Joe Odagiri y CHIAKI KURIYAMA. Que ya es raro que no lo hubiera visto antes, dado que siempre estoy pendiente de si Chiaki hace algo interesante. O a lo mejor no me llamó en aquel momento, pero me lo saldé cuando en 2011 me gocé Himitsu chouhouin Erika, también con ella en un papel principal. 

Pues, contra todo pronóstico, Atami es lo más interesante que he visto hasta ahora en esta maratón. También es lo más absurdo.
Y es que la sinopsis habla de un autobús desaparecido con cuatro chicas adolescentes en él, y una piensa en historias crudas, drama, suspense... y va, y se encuentra con una comedia que ridiculiza las series de investigación con los gags y recursos más tontos que se le han ocurrido al tiempo que FILOSOFA SOBRA LA VIDA Y LA MUERTE y, con todo, ¡funciona! Nunca había visto nada similar, y es que coge un hecho que se supone traumático para toda la comunidad en la que sucede (una pista: NO) y arranca una sátira disparatada pero que se toma en serio a sí misma, que no cae en exageraciones y se mueve muy bien entre el no dejar de ser una historia de suspense (que aguanta hasta el final), pero querer burlarse de cómo en las series de detectives se sacan hilos de los que tirar de la nada o se llega a conclusiones en base a un nivel de razonamiento que parece sobrepasar con mucho las capacidades humanas. 
Aquí, a nadie le importan una mierda las chavalas, todo el mundo está compinchado en un montón de cosas extrañas y los policías van vestidos de sheriffs del Oeste estadounidense.
Me encantó la química entre Odagiri y Chiaki y me perturbó un poco que sexualicen a Kento, que era un crío (muy bonico) por aquel entonces. La ambientación me resultó chula, es Japón a la vez que no lo es, como si Atami del Sur estuviera en otro continente (o en otro plano, guiño guiño); y la banda sonora trasnochada sumó mucho. No sé cómo tuvieron los santísimos coj**es de alargarla 8 episodios, pero lo hicieron y me lo pasé muy bien.


-Orange (2015). 


En medio del visionado de Atami, una mañana me animé a ponerme con Orange, que hasta hace una semana no sabía ni que existía. Me costó un poco darle al play por dos razones: la primera es que el manga (que leí en 2017) me gusta mucho y al mismo tiempo me da muchísima pena, por lo que sabía que, o iba a pasármela llorando, o me iba a parecer un destrozo, o ambas; el segundo motivo es que en general vi que las reseñas le daban una puntuación baja y me temía muy mucho el ya mencionado destrozo.

Decidí no leer ninguna crítica para no ir con ideas preconcebidas y simplemente me senté a dejarme sentir. La historia de Orange habla de un chico, Kakeru (mi Kento), sumido en una profunda depresión y cómo su grupo de amigos se vuelca para evitar un desenlace fatal. La película sigue casi al dedillo los sucesos del manga y, si bien yo misma pensé en su día que esta historia funcionaría como dorama, lo cierto es que como película llega a hacerse repetitiva y habría agradecido alguna modificación o un montaje más inteligente para que no perdiera el ritmo. 
Con todo, la cinta se deja ver y se nota está hecha con cariño. No tiene la fuerza del manga y encuentro muchas causas para esto: las actuaciones no siempre están a la altura, Naho (Tao Tsuchiya) no tiene sangre y sus interacciones con Kakeru se llegan a ver forzadas e incómodas, los personajes secundarios se quedan demasiado en segundo plano y no se llega a entender la profundidad de su amistad, Suwa no recibe el peso tan importante que tiene en el manga (o el actor no tiene ese carisma), falta rellenar huecos no de guión sino de cómo esas relaciones cobran tanto peso para todos ellos.
Aun así, es una película entrañable, que arranca lágrimas y que explica que una persona que sonríe y se muestra bien puede en realidad estar pasando por malos momentos, así como lo importante que es tener una red de personas que ayuden a uno a soportar ese peso. 
No la recomendaría, como si lo haría con el manga; pero, si habéis leído el original, podéis echarle un ojo por curiosidad y algo os va a remover, seguro.


-Obviamente, NECESITABA ALGO MÁS ANIMADO Y DONDE ALIMENTAR MI SED DE KENTO, Y NO OTRO DRAMA LACRIMÓGENO. También necesitaba algo UN POQUITO MÁS RECIENTE y no más cosas de cuando no llegaba a los 20 años. ¡Que es ahora cuando está mejor que nunca! ¡Denme carne fresca!

Así que el siguiente paso fue meditado. Descarté para algún día del futuro (JAJAJA. FUTURO, DICE LA TÍA) unas cuantas series de 2015-16 y me fui a los últimos años. ¿Y qué me encontré? The Door into Summer (2021). ¿Tiene más vidilla? Tiene más vidilla. ¿Es mejor? Uf.


En esencia, se trata de una historia sobre viajes en el tiempo bastante sencilla y que se habría podido llevar muy bien. La secuencia inicial me pareció preciosa, tanto la memoria de vida de un protagonista enfrentado continuamente al abandono, como la parte en que el gato Pete va abriendo todas las puertas de la casa en busca del verano; un arranque poético, calentito, nostálgico. Pintaba genial.
Luego entra un interludio de villanos Disney salidos de la nada con grandes dosis de dramatismo gratuito, y ya después arranca lo que sería el nudo de la película; sólo que, para cuando llega este nudo, ya nos encontramos por la mitad de su duración y todos los acontecimientos se suceden a la velocidad de la luz, con personajes con los que se supone que nos debemos encariñar en sus tres planos de aparición y un carrusel de sucesos que habrían necesitado, bien sencillez, bien minutos.
El ritmo y el tono desiguales son los grandes fallos de la película (¿qué narices le pasa a (casi) todo lo que he visto con el ritmo?), además de que su planteamiento futurista con el tema de los robots resulta casi anacrónico, como si fuera una película producida en 1986. 
Cosas buenas: el gato, el arranque, Kento (TAN PRECIOSO), un Naohito Fujiki al que por primera vez en la vida ¡he notado "envejecido" (envejecido = mejor piel que yo a los diez años, but still)! y que supieron gestionar el "romance" sin caer en todos los problemas morales que me había pasado la cinta entera temiendo que pusieran sobre la mesa (¡GRACIAS!).
Habría funcionado mejor como mini-serie de tres o cuatro episodios donde los personajes nos llegaran a interesar un mínimo.


¡ATENCIÓN! ¡ATENCIÓN!

DETENCIÓN INESPERADA EN ESTA ENTRADA.

No esperaba verme en la necesidad de partir el texto, pero en el momento presente me encuentro viendo más cosas de Kento PORQUE NO SÉ PARAR. De hecho, IBA A PARAR. Iba a ver cuatro o cinco pelis/series y luego sentarme a esperar por lo que se viene en breve, PERO la vida se me sigue complicando y Kento sigue siendo perfecto para lidiar. 

Así que esperad una segunda entrada en los próximos días y ESPERAD UNA TERCERA ENTRADA en los meses venideros porque hay etrenos al caer y también querré contaros cosas sobre ellos. 

Cierro con una recomendación vital de suma importancia: aquello que os dé momentos de alegría, de desconexión, de descanso de la vida, EXPLOTADLO. Es lo que vale la pena.


Chao.

domingo, 13 de marzo de 2022

Favoritos de enero y febrero


Venga, que yo puedo. Me está costando la vida sentarme a escribir esta entrada, y mira que un texto en formato "Favoritos" es lo más anodino y menos trabajoso que se puede redactar. Pero llevo una temporadita un poco desganada de "hacer", creo que consecuencia de la sobredosis de estrés que me genera la burocracia en el trabajo; y con necesidad de "estar", sin más.

Como siempre cuando llegan estos períodos, toca obligarse un poquito, aunque no sea a grandes cosas. Así que aquí vamos con la primera entrada de Favoritos de 2022, que no sé decir a priori si viene o no potente porque no recuerdo nada de los dos pasados meses, así que me toca ir a redes (Filmaffinity, Instagram, Lastfm...) e ir descubriéndolo junto con quien me lea.


Cine:

¡Ah, sí! Que he vuelto a las salas de cine. Sé que el año pasado ya fui un par de veces, pero este arranque de 2022 he ido otro par. Y espero continuar, aunque no haya demasiados títulos que me atraigan. Pero el mero hecho de estar en el cine con ningún otro estímulo que la cinta en gran pantalla me hace ilusión. Lo de ver cosas en casa está bien, pero como que me he acostumbrado a hacerlo mientras juego a Uno en el móvil o recorto materiales para el colegio. Y echo de menos lo que mola, simplemente, ver una película. Así que, aunque me han parecido bastante meh tanto Muerte en el Nilo como Belfast (ésta mucho mejor que la primera), pues la experiencia me la quedo.

Pelis que sí me han encantado:

-Carol (2015). Le tenía muchas ganas y por fin, durante las vacaciones de Navidad, me animé a ponérmela. Tiene algunos estereotipos e idealizaciones un pelín esquemáticos, pero si uno se deja llevar resulta maravillosa. Las interpretaciones de Rooney Mara y Cate Blanchett atrapan, su relación está retratada con delicadeza y las reflexiones sobre el machismo social y la maternidad me parecieron muy acertadas sin caer ni en moralejas ni en un excesivo melodrama. El final es un poco Disney, pero tampoco le pido otra cosa a una película navideña. La cinta es cálida, me emocionó y me dejó con ganas de volver a verla, y eso es una victoria.

-Wild Rose (2018). Una suerte de Frances Ha escocesa, esta película de Tom Harper nos cuenta el proceso por cual una joven con una vida muy desordenada hace las paces con el hecho de que tiene dos hijos de los que no quiere ser madre. Es un continuo tira y afloja entre lo que Rose, la protagonista, desea de su vida; y lo que el deber le impone como madre de esos niños. Una permanente dicotomía entre los sueños y las certezas. Es bastante realista y consigue que a ratos estemos a tope con el sueño de Rose y en otros momentos nos parezca una absoluta irresponsable.

-Belladonna of sadness (1973). ¿Veis como estoy desganada? La he dejado de última por evitar el momento de ponerme a escribir sobre ella. Siento que no sé cómo hacerlo y que cualquier cosa que diga va a resultar una miseria con respecto a lo que merece esta cinta que se cuente de ella.
El resumen: ES IMPRESIONANTE. Es una de esas películas que se van a quedar conmigo toda la vida, sin lugar a dudas. Es algo distinto a nada que haya visto antes, es innovadora y rompedora y es del 73. 
Otra cosa que debo decir de antemano: NO CREO QUE PUEDA VOLVER A VERLA. Me flipa, me fascina, me obsesiona, pero dudo que tuviera estómago de volver a pasar por ahí. Primero, porque el estilo de dibujo y la música del anime de estos años siempre me han generado agobio; segundo, porque la propia trama es absolutamente asfixiante de por sí.
Y funciona como un todo, también. No podría volver a consumir una escena aislada, porque es para verla toda junta y entera. Es el perfecto ejemplo de que también en casa se puede ver cine sin apartar la mirada ni estar capturando un Pokémon a la vez.
Vale, dejadme ir al lío: Belladonna of sadness es EXTRAORDINARIA. Es una película de animación que apenas contiene animación, que se basa mayormente en imágenes estáticas y que sin embargo resulta arrolladoramente expresiva e hipnótica, que nunca se hace lenta o pesada, ni siquiera a la luz del siglo XXI. Una película dirigida a comienzos de los 70 por un señor japonés, y que gira en torno a la liberación sexual y el empoderamiento de la mujer. Una obra sobresaliente en todos los sentidos: en el acierto de todas y cada una de sus imágenes, dibujadas con estilos diferentes en función de la escena y el mensaje (desde la acuarela a la psicodelia pop); en una banda sonora inseparable de la cinta, que no acompaña sino que narra, y que es puros años 60; en el viaje de la heroína, que arranca la narración en la más pura inocencia, sucedida del ultraje, y deberá ir descubriendo su propio poder por medio de la apropiación de su sexualidad, que no le pertenece a nadie más que a ella.
Una película que analiza el machismo estructural, así como los comportamientos del pueblo como masa a merced del poderoso. Una película que fascina a la par que agobia, que no se puede ir de la memoria por más que pase el tiempo. Una cinta totalmente atemporal y rompedora en el contexto en el que se gesta, provocadora, explícita de la forma menos explícita posible, como un viaje de LSD.
Hay un par de cosas que sí han envejecido: el retrato de la sexualidad exclusivamente por medio del pene (en una masculinización del placer que resulta paradójica dada la historia que estamos viendo), y cierta romantización de la violación. Sin embargo, son cosas que no le restan mérito alguno a esta película, sin duda de culto, que camina a pasos agigantados.
La secuencia final es, sencillamente, maravillosa. He visto pocos finales más apoteósicos.
Resumen: VEDLA. Aunque sea una vez en la vida. Obsesionaos para siempre.
Trigger warning: hay VARIAS violaciones.

Series:


(Creo que) no he visto ninguna aparte de mi revisionado de Love Shuffle (2009), dorama que hacía un tiempo que no caía pero al que le he pulsado play varias veces a lo largo de los años. Love Shuffle es un lugar feliz, y eso que a mis 33 ya le voy viendo los problemitas y las tontunitas que no le apreciaba cuando era más joven. Hay clichés, hay interpretaciones reguleras, hay tramas subdesarrolladas y en las que luego pasa todo de golpe (Jdrama style) y hay infinitos problemas de comunicación entre sus personajes. También aparece el típico tratamiento un poco problemático del único personaje no hetero de la historia, una banalización tremenda del suicidio (trigger warning de nuevo) y algunas relaciones con diferencias de edad y de posición de poder que dan para cuestionárselas. Con todo, es que me lo sigo pasando genial viéndolo. Me río mucho con sus historias y sus personajes, les tengo cariño a todos y aún me emociono con la historia de amor de Ojiro y Kairi, aunque sea todo un poco lol. Es muy fruto de su época e incluso contiene un punto feminista para su contexto (aunque hoy y aquí esta reivindicación resulte lo opuesto), y eso, que se hace querer. Lo voy a volver a ver muchas veces, fijo.
P.D.: Lo guapísimo que es Shota Matsuda y lo que pierde cada vez que lo quieren mostrar como tiarrón medio desnudo y es un tirillas. Y en esta ocasión también me ha parecido guapísimo Shosuke Tanihara, en plan guau.

(Creo que) no he visto nada más.


Libros:




Creo que Ah, pues he conseguido terminar un total de UN (1) título. Y era bueno. Y breve. Sintetiza muy bien mi estado estos meses. Pero es un fav incontestable:

-Rebelión en la granja, de George Orwell. ¿Es mi primer George Orwell? Es mi primer George Orwell. Así de incultos somos por aquí. Quería empezar con algo "ligero" y no lo ha sido, aunque sí lo ha sido. Es que es muy difícil explicar lo genuinamente BUENO que tiene que ser un escritor para en una novela de menos de 150 páginas y redactada con un estilo directo y sencillo, en forma de fábula de animales, pueda haber abarcado todos y cada uno de los aspectos que hacen de un totalitarismo (cualquiera de ellos) un arma tan peligrosa y fácil de colar en los estrados. Por medio de un cuento de animales de granja, nos habla del pueblo como masa vulnerable y manipulable, del tirano que se aprovecha de una causa justa para imponerse como un héroe, de las pequeñas cosas que se van alterando en la memoria colectiva hasta resultar indescifrable dónde se encontraba la verdad. Habla de la prensa, de la oposición y su precio, del aborregamiento, de la figura por norma pusilánime del dictador. En menos de 150 páginas, con una redacción carente de florituras y desnuda de reflexiones. Una mera exposición de los hechos, uno tras otro, sin más. Una novela absolutamente visionaria y candente en el hoy. Guau. Cómo de bueno tienes que ser para escribir esto...


Música:

Vale, gracias por existir, Lastfm; me facilitas mucho el trabajo. Maravillas de estos meses:

-Layin' Low de Hyolyn (con Jooyoung)


Cuando anunciaron que este nuevo single de mi diosa y musa era una colaboración con la maravilla de cantante que es Jooyoung, reconozco que estaba esperando un videoclip cargado de tensión sexual entre los dos como su antigua colaboración Erase, donde los shippeé mazo. No ha sido así y la única que desprende sexualidad por cada poro es ella, que se ha lucido en un regreso a por todas: baile dificilísimo, voz perfecta siempre, una presencia de diva total sobre el escenario. Adoro a esta mujer y me da pena lo infravalorada que está en una industria donde el éxito dura sólo tres años. 

-Terra y Averno de Tanxugueiras


Qué voy a decir, aparte de lo maravilloso que es tener a estas señoras haciendo que la cultura gallega se conozca en lugares donde de España sólo se identificaba el flamenco. Para mí, ha sido muy emocionante verlas a las puertas de Eurovisión (sin comentarios sobre el proceso de selección) y es fascinante cómo se superan a cada trabajo que sacan. De Averno, en concreto, aún no he superado el impacto de esa aparición mágica del peliqueiro, cómo en un par de segundos se ha plasmado a la perfección su naturaleza. Guau, de nuevo. Qué maravilla. Especialmente, teniendo en cuenta que los de Laza no se prestan a cualquier cosa y con estas chicas han colaborado sin dudarlo. Muy bien todo.

-All about you, de Birdy


Ay, qué bonita. No me gusta todo lo que saca esta chica; pero lo que me gusta, me encanta. Su voz tiene una calidez que me atrapa siempre. 

-Halo (DISCO) de Amorphis. 


Mis Amorphis han regresado con un nuevo álbum completo y reconozco no haberme puesto aún a escucharlo en la profundidad que merece, pero de primeras me ha parecido maravilloso cómo nunca sacan un trabajo vacío o mediocre. Todos sus discos son buenos, siempre. Es un trabajo que recoge muchos de los testigos auditivos de sus dos predecesores, pero que aun así se las ingenia para sonar diferente, con melodías que no habían aparecido en otros discos de Amorphis. Lo digo siempre, pero me enamoré de ellos en directo y me muero por verlos de nuevo en directo. Qué ganas.

-Superpop (DISCO) de Belén Aguilera


No soy muy de pop español y definitivamente no soy nada de la estética que esta chica lleva últimamente, pero el disco me ha sabido a gloria. Belén podría ser una cantante de tantas para mí, pero hay dos cosas que me enganchan a sus trabajos cada vez: la primera es una forma de cantar, con giros a lo negra del r'n'b, que no conocía en nuestro idioma; la segunda son las letras con las que me siento tremendamente identificada y que abordan la inseguridad, el miedo, los complejos... Es un disco casi catártico para mí.

-Stay alive, de Jungkook (y Suga) de BTS


Siempre va a haber algo de ellos, podéis resignaros ya. Jungkook ha sacado su primer canción oficial en solitario, tema de un webtoon, y es una balada preciosa. Digo lo mismo cada vez, pero es que saben dar en el clavo o quizá es que ya mi mente reacciona a los estados de ánimo que impone su música por el cariño infinito que les tengo. Es como si todas sus canciones llegaran en el momento justo. Pues con Stay alive he llorado lágrimas sanadoras y me he sentido muy arropada. Y ya está.


Viajecillos y experiencias:


¿Estoy descubriendo por fin mi provincia? Estoy descubriendo por fin mi provincia. No le oculto a nadie que Ourense es casi sin duda mi provincia menos explorada de Galicia. Y es que cuando estoy allí suelo ceñirme a mi casa y poco más, y me cuesta salir a explorar los alrededores.
Por eso, me siento orgullosa de haber arrancado el año dándole alguna que otra vueltecilla. Podéis culpar de ello al Entroido, que por fin ha vuelto y yo me reafirmo en que mi versión favorita de él es la rural, la que implica que el sonido del folión resuene entre las montañas como si se hubiera abierto la puerta del Averno. 
Este Carnaval lo he pasado entre Vilariño de Conso y Viana do Bolo y me he enamorado tanto de sus Entroidos que ya estoy pensando en volver a verme allí el año que viene. Hay algo en estas celebraciones tradicionales que a mí me agarra a mi tierra como no lo consigue ninguna otra. El Entroido es pura raíz, pura cultura, pura fiesta.


Además de estos lugares, también me dejé caer por la Boda da Pita de As Eiroás y por las calles disfrazadas de Ourense.

Estos meses, también he hecho algunas otras excursiones, tanto por mi ya pateadísima Costa da Morte, como a las Cíes en Vigo o a la zona de Ancares/Bierzo, a caballo entre Lugo y León (literal: dormí en una estación de servicio en la misma frontera). Esta última excursión me dejó con muchísima sed de volver por esa zona, bellísima a todos los niveles y culinariamente muy satisfactoria. Me enamoré de O Cebreiro, de Las Médulas, de Balboa y de todo a su alrededor.

Deseo poder seguir conociendo bien Galicia (y León, que me tiene engatusada) y viajar un poquito más lejos en cuanto me sea posible (¿adivináis quién pensaba hacer el Transiberiano este agosto?).


¡Sed felices!

martes, 28 de julio de 2020

Simbiosis


Se lee el libro y después se ve la peli/serie. Ése es mi habitual orden a la hora de aproximarme a una historia, a menos que no piense leer el libro o que la versión audiovisual se haya colado por la derecha.

Byakuyakou llegó a mi vida hace un montón de años, ni siquiera sé a raíz de qué o cómo. No tengo ni idea de si conocía ya a los dos actores protagonistas (Takayuki Yamada, no me cansaré de repetirlo, es uno de mis seres vivos favoritos), de si había visto antes Tatta Hitotsu no Koi (ya que a Haruka Ayase la tuve que descubrir por uno de estos dos), de si sabía algo de la historia... Es que no lo sé. 
El caso es que, desde aquel 2006 inicial, lleva enquistado en mi corazón. Es un dorama diferente, oscuro, que cuenta sucesos terribles. Sus protagonistas son tóxicos, enrevesados; pasan por encima de todo y de todos. Claro, la tonta de las tragedias se enamora de ellas.

Tengo una anécdota al respecto de la adquisición de la novela en la que se basa el dorama: la encontré de pura casualidad en una web cuando vivía en Móstoles e hice el pedido, pero no recibí ningún correo de confirmación y cuando volví a mirar pensé que no había llegado a completarlo. Total, que me encontré unas semanas más tarde con dos tochales de casi seiscientas páginas por si con uno no me bastaba. Había deseado mucho leer el libro, pero no necesitaba copia.
Lo empecé ese mismo año (2015 o 2016), pero se fue quedando en un segundo plano hasta que procedí a ignorarlo por completo. ¿Causa? Que otros me hicieron ojitos, sin más.

El verano de 2020 parecía un momento especialmente propicio para regresar a una historia que me tocaba tanto. Para volver sobre los pasos de dos criminales que anteponen a todo su libertad. Quizá.
El caso es que Keigo Higashino es un maestro en lo que hace y en este año del Covid me he encontrado ante uno de esos libros que no se pueden soltar. Byakuyakou, o Journey Under the Midnight Sun, es un thriller policíaco, pero yo no lo he vivido como tal; curiosamente, no me ha enganchado menos por ser conocedora ya de cada giro.
Y es que hay algo interesante y que tiene todo el sentido en la adaptación de la historia al formato dorama: en lugar de seguir la misma premisa del libro y presentar episodios corales para que nosotros atemos cabos, lo que hace es lanzarnos de lleno todo el misterio desde el minuto uno. La serie carece de la intriga que es el motor del libro y en su lugar elige centrarse en la única pieza que Higashino deja fuera: explorar a los protagonistas.
Y es que la novela de Higashino, que tiene absolutamente todo que ver con los dos personajes que hacen avanzar el dorama (Ryouji y Yukiho), decide que no nos los va a presentar: nos permite verlos a través de la investigación y de los ojos de quienes se cruzan en su camino, de forma parcial y sesgada, pero nunca directamente. Y el dorama, la única versión de esta historia que yo conocía, lo que hace (decisión inteligente) es contárnoslo todo para darles sentido y profundidad.

Se lee el libro y después se ve la peli/serie. Así he actuado ante Byakuyakou en 2020, con el único matiz de que no era la primera vez que realizaba esa segunda acción. Aunque, a la luz de una novela que me ha apasionado, el dorama ha salido perdiendo; lo cierto es que en este caso creo que haberlo hecho al revés me habría robado la posibilidad de querer tanto la serie. No porque sea mala, sino porque tiene un tono muy diferente.

Los Ryouji y Yukiho de Keigo Higashino, que se bosquejan pero no adquieren nunca sombras ni colores, son personajes fríos. Todos los hechos y las escenas en las que aparecen de forma directa contribuyen a que el lector realice su retrato personal, pero en ningún caso nos dota para ello de pinturas cálidas: Higashino nos deja en la mesa azules, grises y verdes. Tal vez se le haya olvidado algún morado que casi pueda parecer granate, pero es morado. No hay justificación que valga ni sentimentalismos para hacerlos mejores: Ryo y Yuki son dos monstruos. Y la forma de construirlos es fascinante porque nos va dando piezas y nos deja la construcción del puzle a los demás: al detective Sasagaki, que los sigue durante veinte años; a las parejas y amigos que pasan por sus vidas sin verlos realmente; a los lectores, que recibimos una lista de hechos espantosos relacionados con ellos, y a ratos alguna pista sobre lo que llevan dentro.
Los personajes de Higashino se criaron en un entorno de abuso, pobreza y ausencia de lazos parentales sólidos. Y esa niñez los convierte en dos personas hambrientas de dinero y superioridad, gélidas, opacas. Los ojos de Ryouji son de un negro impenetrable, no muestran expresión alguna cuando empujan a alguien a su destrucción ni cuando su mano hace las veces de cenicero. Yukiho es la mujer perfecta: educada, bella, fuerte; una máscara. 

El dorama es un dorama, con su calidez y amabilidad; palabras que nunca pensé que le aplicaría, precisamente, a Byakuyakou. Pero es que, a su lado, la versión literaria es un témpano. La serie nos mete de lleno en las vidas y las decisiones de sus protagonistas y con ello elimina la posibilidad de que los descifremos nosotros. Escoge algunas de las pistas que Higashino dejaba en el libro para decidir cuál es su versión de Ryouji y Yukiho y la elección, a día de hoy, me resulta incompatible con la que yo misma he formado a raíz de leer el libro. Mientras que Yukiho se parece mucho a la femme fatale del libro (y tanto Haruka Ayase como Mayuko Fukuda -en la versión infantil- están perfectas en el papel), Ryouji es completamente diferente. El Ryouji fantasma de la novela da paso en la serie a un pelele que se deja mangonear y hace todo lo que Yuki le pide aunque desde el comienzo cada paso lo dé al borde de desmoronarse. Hay indicios suficientes para pensar que Ryo es la parte perdedora de una simbiosis irregular (la comparación de Yukiho con Scarlett O'Hara, el deseo de Año Nuevo, el cansancio que manifiesta él hacia el final del libro, el propio culmen), pero ninguno para creerlo débil o mejor que ella: el Ryo de la novela está podrido por dentro, no puede tener relaciones sexuales normales, odia cada paso que da; pero lo hace todo con precisión, no sabe ser otra cosa. Así que el dorama, una de mis grandes razones para haberme enamorado de Takayuki Yamada (que hace un buen trabajo, aunque hoy en día tampoco creo que sea de sus mejores papeles), en 2020 me decepciona en lo tocante a Ryouji.

La adaptación tiene aciertos: el elenco, contarlo todo de un plumazo para no ser un calco de la novela, la fusión de varias tramas para que entren en once episodios, la música... Cosas que ya no veré de la misma manera: a Ryouji, la investigación policial (no sé por qué el inspector es el único que en la serie habla en Kansai-ben y me da la sensación de estar ridiculizado por ello, tal vez sea sólo cosa mía), las múltiples motivaciones para cada acción de sus protagonistas (no las necesitan), que la mala sea sólo ella.

El dorama es un dorama y por tanto gira en torno a un sueño, a un motivo bonito que quiere justificar acciones horrorosas; muchas de las cuales necesitan de esa ayuda extra para encajar en la serie, ya que en su versión original no respondían a esa causa tan poderosa del dorama. El libro es realista y no ejerce de juez, simplemente nos pone hechos sobre la mesa y nos explica de dónde vienen; un entorno de mierda suele generar personas de mierda, y ya está.


Si Ryouji y Yukiho se querían, si era pura dependencia, si ella lo utilizaba, si él era en realidad el monstruo más oscuro... da igual para Higashino. Sólo importa esa simbiosis perfecta a lo largo de dos vidas que parecen no cruzarse jamás bajo el sol. Por eso el final de la novela es sobresaliente, porque aporta el toque perfecto a unos personajes que hemos ido rellenando nosotros; el final del dorama, en 2020, ya no lo compro.


Se lee el libro y después se ve la peli/serie. No sé. Yo pienso que ha sido mejor así: descubrí a dos actores que me encantan, me hinché a llorar, me inspiré. Y después ha llegado un plato fuerte que puedo disfrutar mejor de lo que lo habría hecho a los dieciocho porque valoro más ese realismo. 

Byakuyakou, de Keigo Higashino, es una novela fascinante y que uno no puede soltar hasta acabarla. Presenta a multitud de personajes secundarios y apenas habla de los protagonistas, pero con muy poco uno siente que los conoce bien a todos. Tiene una ambientación magistral en el Japón de los 70 hasta los 90 y sintetiza a la perfección muchos aspectos culturales, además de diferenciar muy bien el carácter de Tokyo y de Osaka. Habla de crímenes serios y de cómo funciona el cerebro de alguien que ha sido abusado de niño y se ha quedado inmerso en esa oscuridad. 

Byakuyakou, de la TBS, es un dorama duro, pero no frío. Sus personajes se autoconvencen de que tienen razones puras para destrozar a todo el que se cruza en su camino. La toxicidad y la manipulación son el motor de una relación que dura años, la única en la que ambos son honestos y se quitan la careta. Hace pensar en el Japón de los dobles rostros y en las sombras que se esconden en el patio trasero de una sociedad reprimida. Habla de un dolor sostenido en el tiempo y de heridas imborrables.


A veces, es mejor no comparar. Decirle a tu cabeza que lo deje de una vez, que no aporta nada. Que es mejor tomar las cosas por lo que son y valorarlas por separado; independientemente de qué versión se haya consumido antes.

jueves, 26 de marzo de 2020

Todome no Kiss y mi corazón deshechito en pedazos


Ay, estoy muy triste. Y estoy muy contenta y emocionada y enamorada y mustia de todo.

He venido aquí a fangirlear. A soltar todo lo que llevo dentro de mi kokoro. Y pienso hacerlo hasta las últimas consecuencias.

Cuando uno piensa en cuarentena, piensa en tiempo. En leer todos esos libros a medias, devorar Filmin entero y dejar Netflix sin series. Yo pensé en doramas y en volver a ver Nobuta, o Love Shuffle, o cualquier otro de mis grandes favoritos porque ya me tienen sin necesidad de ganarme; una, que a día de hoy experimenta una pereza monumental a la hora de comenzar series nuevas. Así que me fui a la carpeta donde tengo descargados los mejores y me di cuenta de que Nobuta estaba sólo a medias y de que quizá mis actores predilectos hubieran hecho algo interesante últimamente. Y me metí en una web aleatoria de doramas y rodé por los perfiles de Takayuki Yamada y de Kubota Masataka, pero de alguna manera acabé en Todome no Kiss

Ni conocía a los actores (que suele ser mi manera de navegar), ni tenía ni idea de qué iba, ni el póster me llamó demasiado. Pero me lo puse. No sé por qué.

Y me dio un poco de cringe la primera escena y pensé que había llegado a una de esas series que buscan provocar con cuatro besos mal dados. Sólo que tan mal dados no estaban.

TOTAL: que pasaron los diez primeros minutos y estaba hipnotizada por la puta pantalla. No sabía de qué narices iba la cosa, si me pretendían encasquetar un "siempre el mismo día", si era una serie de miedo, si estaba viendo una auténtica porquería.

El caso es que me quedé, y terminó el primero y tuve que ver el segundo. Y desde luego que al finalizar el segundo ya era fan absoluta. Y ahora me he acabado todo lo que existe en torno a la serie y sólo quiero abrazarme las rodillas y llorar y poder retroceder en el tiempo, como lo hace Saiko, para volver a devorarla sin tener ni puñetera idea de lo que iba a encontrar y sentir una vez más toda la sorpresa y el enganche y el corazón roto.




A ver cómo te lo cuento. Ves el primer episodio y es una serie de terror. Hay una paisana chunga que mata gente besándola. Bueno, mata al protagonista, al menos; una y otra vez, si eso tiene algún sentido.
Ves el segundo y es puro thriller y entonces llega la comedia: un arco de carcajadas de todos los colores y pura genialidad creativa. Y va entretejiéndose el drama, porque todas las series japonesas tienen ese telón de fondo de sentimientos y calorcito humano. Deriva en tragedia, tragedia loquísima, con sangre y traiciones telenovelescas incluidas. Y sigue el drama. Y sigue la comedia. Y crees que no te tomas totalmente en serio nada de lo que sucede. PERO SÍ. Porque te has enamorado perdidamente de los personajes y ya te duelen como si fueran tu familia. 

Este dorama rezuma originalidad. Es distinto de todo lo que he visto hasta ahora, pese a no tener un planteamiento novedoso y beber de muchos clichés japoneses. Es original por su tono, cambiante pero sin perderse nunca, ligero y profundo al mismo tiempo, como si toda la historia se estuviera contando desde la risa un pelín amarga del vaso de whisky en un bar de mierda.
El guión es perfecto. Era tan fácil cargárselo en cualquier momento que veía la serie con el miedo de que llegara el plof. Y no llegó. Nunca. Es redonda, lleva a los personajes a sus últimas consecuencias y se atreve a escribir el final que la historia tenía que tener.

Los dos protagonistas son PRECIOSOS. Son preciosos. Son complejos, están rotiños por dentro, arrastran culpas y traumas que no les permiten ser felices. Se autodestruyen un poco. Él es un antihéroe y I'm a sucker for fucking antiheroes. A poco que estén bien escritos y el actor me transmita, ahí estoy; me fascinan los personajes destrozados, y Eight lo está por completo y basa su vida en pisar a quien se interponga entre él y su propio éxito, que sitúa en el dinero y la posición. Ella es la cosa más bonita hecha personaje, es un corazón andante que tartamudea y no sabe sonreír y tiene una mirada llena de verdad. 

El resto de personajes se apoyan más en estereotipos que el público ya conoce y llegan a nosotros siéndonos muy familiares y dejándonos entender quiénes son de forma muy sencilla. Pero eso no les resta profundidad porque, con todo, cada uno tiene sus miedos y deseos. Aunque no sean nuevos ni tan emocionantes como la pareja protagonista, se sienten vivos gracias al buen trabajo de los actores y a que la serie les da tiempo para contarnos su historia.

Todo es muy loco y todo es medible de acuerdo con los propios estándares de normalidad y moralidad de una serie que no deja de ser ciencia-ficción y culebrón, pero que va más allá de eso. Una serie que, como buen dorama japonés, explora lo que cada uno lleva dentro y lanza un mensaje valioso para una sociedad que, de hecho, lo necesita: la codicia conduce a un éxito vacío que no puede hacer feliz a nadie. 


Los personajes avanzan y maduran con el paso de la historia, pero no caen en el truco de guión barato de pasar del negro al blanco. Eight es gris oscuro y, aunque su corazón es el del niño que perdió a su hermano en un accidente de barco, el tren de vida que ha elegido no se puede detener de la noche a la mañana. Y le vemos cambiar poco a poco y reencontrarse con su verdadera voz, pero también no poder echar el freno de mano. 

El final es redondo y perfecto, el que el personaje merecía, y sin embargo tampoco deja de ser un cliché. Un cliché que odio. Y me ha encantado.
Siempre que he visto este recurso en una historia, he sentido una rabia e impotencia sin medida. Lo he odiado. Pero aquí es lo que debe ser. Es lo que Eight -Otaro- ha cosechado. Y es el último apretón de tuerca para que llegue a ser lo que en el fondo fue siempre pero había enterrado. 

Los creadores de la serie aún hicieron otra cosa bien: crearon una ristra de episodios especiales, titulados Todome no Parallel, donde se ven las consecuencias de las acciones de la serie original. No lo he comentado aún pese a ser el argumento principal, pero Todome no Kiss va de viajes en el tiempo; así que quedaban muchas posibilidades por explorar y son tan locas como podría esperarse. A la vez, nos dieron un último bocadito de la trama original y fueron capaces de dejarnos con el sabor de la esperanza. Así que doble final redondo. Por lo que cuenta y por todo lo que decidió callar.

TodoKiss va a ser ya para siempre un lugar feliz. Una serie a la que volveré, como ya lo estoy haciendo porque ha sido terminarla y tener que volver a empezar. Me llevo en el corazón a Saiko y a Eight y los deseos de poder abrazarlos. Como ese abrazo que se dan en un momento dado, con el papel que tiene el abrazo en las relaciones japonesas, en contraposición a muchas escenas donde el protagonista era el beso. 

Qué genialidad de serie y qué vacío tan grande me deja...