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martes, 16 de abril de 2024

Qué hacer cuando los héroes se van


No sé qué voy a escribir, pero lo voy a escribir. No sé por qué ya sólo vengo al blog para llorar la muerte de personas que admiro, pero aquí están las últimas dos entradas y aquí está también mi deseo de que la cosa pare un poco, me deje respirar y permita que la gente que aporta al mundo cosas buenas y que sanan por dentro pueda llegar a edades que nos permitan a todos aceptar su marcha de mejor forma.

Tengo dos canciones en la cabeza hoy, desde bien temprano por la mañana, cuando una amiga me escribió para decir: "Murió Reita". 

Ninguna de las dos habla de personas admiradas que fallecen, pero de algún modo mi cabeza las ha combinado y les ha dado un nuevo significado mezcladas:

All my heroes are dead and gone, but they're inside of me, they still live on, cantaba Brent Smith de Shinedown.

Y se van, y se van, y se van. ¿Qué hacer cuando los sueños se van?, se preguntaba Yosi de Los Suaves.


A estas alturas de mi vida, sé quién soy y lo acepto. Me conozco. Sé que soy una rarita, una inadaptada en muchos sentidos. Sé que las cosas que me importan no son las que se sobreentiende que deberían importarme y que la forma que tengo de ver la vida no es compartida por "la gente normal". 

Ayer vi We couldn't become adults (2021), película que acompaña a un hombre japonés adulto que hace todas las cosas que se le presuponen a un hombre japonés adulto: entrega todo su tiempo a la empresa, pide matrimonio a sus novias, se va a bares de mujeres con sus jefes. Lo hace con cara de indiferencia y enarbolando el lema: "Es lo que hay". La terminé llorando y riéndome al mismo tiempo, porque sé quién soy, sé que tampoco yo he podido madurar y que "es lo que hay".


Soy bastante feliz. Paso por los aros necesarios para serlo. Asumo el hipotecar mi tiempo y energía por las recompensas que me concedo a cambio. Sé lo que no quiero, aunque descartar esas formas de vida siempre acarree ceños fruncidos y a mi madre una y otra vez pronunciando discursos sobre las bondades de la familia y la tristeza que le produce que, según ella, vaya a ser una infeliz toda mi vida por no seguir el "único camino correcto".

A mí me hace feliz viajar. Me hace feliz coger el coche y dejarme llevar a donde dicten la carretera y mis impulsos. Me hace feliz la música y gastarme el dinero que haga falta en plantarme en una gira de Dir en Grey (gracias, vida, por haberme permitido volver a verlos este año después de cuatro años). Me hacen feliz mis ficciones favoritas, una y otra vez. Me hace feliz tener héroes y admirarlos y quererlos de corazón.


No sé si necesito un diagnóstico para dejar de tener pensamientos intrusivos sobre lo defectuosa que estoy y lo idiota que soy.  


Sé que amo lo que amo, profundamente y hasta la tumba. No son obsesiones: es pasión. 


Sé que no sería yo sin mi música, sin mis grupos a los que quiero colectiva e individualmente y que me han enseñado tanto. No sería yo sin haberme pasado la adolescencia y gran parte de la primera adultez traduciendo canciones de forma obsesiva, recopilando todo vídeo que aparecía en lo profundo de Internet (cuando Internet era verdaderamente profundo), leyendo cada entrevista y escribiendo mis propios fanfics muchísimo antes de que existiera Wattpad.


No sería yo sin Dir en Grey, sin L'Arc~en~Ciel, sin la poesía que me ha marcado ni sin los mangas que contienen tantos de los valores que abrazo como míos.


No sería yo sin amar por encima de todo el sonido de un bajo eléctrico, que parece acompasarse con el mismísimo movimiento de la sangre dentro de mis arterias. No sería yo sin la música japonesa, que tan bien me ha transmitido el amor por dicho instrumento y me ha dejado disfrutar de los mejores bajistas.


No sería yo sin the GazettE, grupo al que he visto crecer casi desde el mismo inicio, desde su DISORDER allá por 2004, cuando eran unos críos ellos y unas niñatas nosotras, que sabíamos que estábamos descubriendo todo un universo cada vez que escuchábamos una nueva canción.


No sería yo sin Reita, icono absoluto del Visual Kei, bajista maravilloso, hombre sensible sin miedo a mostrarlo encima de un escenario, parte indispensable del rompecabezas que es ese grupo de amigos que han pasado sus momentos buenos y malos, pero siempre se han tenido los unos a los otros.


Hoy desperté con la noticia de la muerte de Reita. Y me puse a llorar antes siquiera de haber entrado en shock. Luego llegó la incredulidad. Una persona de 42 años, talentosa, admirada. Vital. 

Su último tuit lo puso hace apenas un día, y leerlo provoca dolor de corazón: Ojalá the GazettE dure para siempre.


No sé cómo encajar estas cosas ni si quiero hacerlo. Prefiero no pensar en el cómo y centrarme más bien en el qué. 

Reita se ha ido, exageradamente joven. Hay cuatro personas a las que quiero mucho que deben de estar en shock y sintiendo mucha tristeza por haber perdido un amigo. 

Y hay miles de personas a lo largo y ancho del mundo que hoy, mientras yo lloro, lo están haciendo también. Porque le queríamos mucho. Porque era nuestro icono y siempre lo va a seguir siendo.


¿Qué se hace cuando los héroes se van? Una necesita siempre poder mirar hacia arriba. 


Yo hoy doy las gracias. Por Dir en Grey hace unas semanas, a pesar de los problemas de salud que casi me impiden estar allí. Por L'Arc~en~Ciel en 2008. Por cada concierto catártico que he vivido. Por the GazettE TANTAS veces, en tantos momentos de mi vida, en los fines de semana de aburrimiento en la aldea, en las tardes compartidas con mi hermana devorando los conciertos en pantalla, en aquellas noches de Fisterra durante los últimos coletazos de la pandemia.


Y se van, y se van, y se van... 


Yo digo que no se van. Que Reita siempre ES en presente. Que mis héroes siempre SON en presente y el amor, agradecimiento y admiración por ellos permanecen inalterados. Que los reivindicaré hasta que me muera como motores de todas las veces que me he levantado y he aguantado tralla. 


Porque sí, esta mierda de la vida adulta "es lo que hay", pero si soy capaz de navegarla a pesar de no sentirme parte de ella es gracias al aliento que me da saber que hay más, que existen obras, artistas y vivencias que me permiten seguir siendo yo, sin dudas ni miedos, sin diagnóstico.


Te quiero mucho, Reita. En presente y a plazo fijo. 


No me vas a faltar nunca.

lunes, 30 de octubre de 2023

Kalavinka


Si alguien me preguntara, no dudaría en admitir que mi forma natural de expresarme es la escrita; que a diario tropiezo con las palabras cuando se trata de hablar mientras que descubro mis propios pensamientos a partir del movimiento de mis manos sobre un teclado. Diría que ha sido así siempre, que rara vez entiendo mis propios procesos antes de haberme sentado a dejar las palabras fluir por su propia cuenta.

Sin embargo, o quizá a causa de esto, está siendo muy complicado arrancar con este texto que me lleva quemando una semana pero no encuentra las expresiones correctas.

Hay algo sobre las partidas de los héroes que deja una tristeza difícil de localizar, profunda e imprecisa, un poco culpable. Como si no tuviéramos derecho a sentirla por no haber tratado a esas personas o no haber sabido realmente quiénes eran.

Pero yo sé quién era para mí Atsushi Sakurai y sé que hay una tristeza que ahora le pertenece con la que voy a convivir en adelante.


Si tuviera que encontrar precedente para lo que vengo sintiendo desde el martes pasado, cuando me desperté y lo primero que vi en el móvil fue un texto explicando que el vocalista de BUCK-TICK había fallecido; sin duda, esta partida me ha dejado un vacío similar al de David Bowie, aquella otra mañana que amanecí con la radio dando la noticia terrible. Hay artistas que, por su legado y por cómo han sido absolutos pioneros que han marcado a generaciones enteras de otros artistas, te dejan huérfano cuando se van. 

Cuando murió David Bowie, escribí en Instagram: "No creo en un mundo sin David Bowie". El martes pasado, con las manos temblando, el corazón latiendo muy pesado y en un estado de shock que aún arrastro, sólo pude escribir: "No creo en un mundo sin Atsushi Sakurai".

Hay figuras sin las cuales todo lo que vino después en nuestras vidas se tambalearía. 


Atsushi era un ARTISTA, así, en mayúsculas, con todas las letras y una rotundidad innegable. Era un visionario. Un tío con las influencias muy claras y un estilo maleable, pero definido. Un animal escénico, con un carisma arrollador, sexy y dueño de ello. Una de las personas francamente más hermosas que he visto en mi vida. Un escritor de gran talento, capaz de hacer poesía de cualquier trivialidad. Un hombre que en las grabaciones de estudio y plató desprendía una energía muy chill, buenrollera y tranquila. Un cantante con una voz y forma de cantar personales y reconocibles, con un tono ligero pero profundo y poderoso, siempre vibrado, capaz de divertir y sorprender y emocionar.

Atsushi era alguien que no tenía que morirse. Atsushi debía estar con nosotros mucho, muchísimo más tiempo.


Me he pasado la semana escuchando la discografía de BUCK-TICK (que fue uno de mis primeros grupos japoneses y sigue pareciéndome de los más originales y entretenidos de seguir), redescubriendo matices y dinámicas en temas que llevaba tiempo sin oír y volviendo a enamorarme de su último disco, que salió hace apenas unos meses. He escuchado la voz de Atsushi mientras conducía, cuando paseaba por la playa y se empastaba con las olas, y a las cinco de la mañana en medio de un episodio de insomnio. Se me han caído las lágrimas varias veces, he encontrado una profunda nostalgia en sus melodías y me he dado cuenta de que BUCK-TICK es como mirar el mar.

Pensaba en sus primeras influencias. Las del grupo y las de Atsushi. En el new wave y los new romantics ingleses, en David Bowie, en Duran Duran, en Bauhaus, en aquel post-punk tan expresivo. Se me vino a la cabeza la figura de Pete Burns, que tenía muchas de las cosas que también hacían hipnótico a Atsushi, y que encontró un final tan trágico; Burns, como Atsushi, se fue un mes de octubre a los 57 años. Mucho antes de lo debido. Dejando tras de sí la constancia de que había nacido para estar encima de un escenario.


Ya el fin de semana, en una escapada sanadora a Zamora, elegíamos música para el coche entre mi amiga y yo. Rara vez coincidimos en gustos, pero la sugerencia de reproducir una playlist de influencias de Depeche Mode nos pareció bien a ambas. Influencias que sin duda lo fueron también de Marilyn Manson y, obviamente, lo fueron también de BUCK-TICK.

En coche, a través de la Castilla vaciada, escuchando otras voces y otras maneras de combinar los sonidos, seguía escuchando a Atsushi. Lo que él sintetizaba en su forma de cantar, en su presencia como artista y en sus elecciones musicales. Lo que le había empujado a hacer música.


Atsushi Sakurai me ha dejado huérfana. No creo en un mundo sin él. No existen las últimas cuatro décadas de la música japonesa sin él. No existe el Visual Kei sin él. No existe el carisma sin él. 


Poco a poco se va diluyendo la sensación que me había acompañado durante toda la semana pasada, que no era tanto de pena como de cabreo con el mundo. Es una mala época para que me quiten artistas importantes. Estoy hipersensible, tocada aún por la partida de personas más cercanas y asustada por la inevitable fragilidad del hoy. El mundo no tiene derecho a quitarme, quitarnos, así a los artistas que hacen que vivir valga la pena, que nos alegran el día con una única canción, que nos hacen apreciar la versatilidad del ser humano. El mundo no tiene derecho a, en medio del caos y las guerras, aún venir a arrebatarnos aquellas cosas que nos hacen sentir mejor. 


Pero sí, se diluye. Era una pataleta. Queda la tristeza. Una tristeza que ya es suya para siempre dentro de mí. Una añoranza que voy a tener que abrazar. 


Y la admiración, eterna y sin reservas.


domingo, 1 de enero de 2023

2022 en conciertos



Madre mía. MADRE MÍA.

El mero hecho de estar escribiendo esta entrada me hace querer chillar de pura emoción. Después de todo 2020 (mi último concierto pre-pandemia había sido Dir en Grey en Berlín a comienzos de año), de todo 2021 y de la primera mitad de 2022... ¡Conciertos! De esos que planeo durante meses con viaje incluido, de los fortuitos, de los que me aceleran el corazón al tratarse de un artista de los que me han cambiado la vida.

Buf. Es inexplicable lo que siento al haber recuperado una parte de mí que echaba tanto de menos. Y es que, si lleváis un tiempo leyendo mis entradas, sabéis que eso es exactamente lo que la música en directo es en mi vida: un trozo indispensable de quien soy y de mi felicidad.
La cuarentena encontró una forma bonita de mantener viva esa emoción gracias a las retransmisiones en directo, pero, a medida que se reanudaban las giras en 2021, eso fue desapareciendo y su ausencia se sumó a los aplazamientos y cancelaciones de los pocos vivos a los que pensaba acercarme.
Total, que llegamos a mayo de 2022 con una sed muy acusada y viviendo en la Costa da Morte (que tanto añoro ahora). Y va el Concello de Vimianzo y se trae a las Tanxugueiras a abrir la temporada de festivales de la primavera-verano, y su (ligeramente accidentada) actuación en la capital de Soneira es mi primer concierto en dos años y medio. No esperaba que se tratara del primero DE UNOS CUANTOS en lo que restaba de 2022, pero aquí estamos.

Así que hoy, mientras despido el año de camino a mi casa desde Austria, donde he estado unos días renovando votos de amor por Rex, un policía diferente; os hablo un poquito de los grandes momentos que me ha dado en 2022 la música en vivo con el deseo de que la racha continúe mucho tiempo.


-Tanxugueiras. Originalmente estaba programado para el 16 de mayo, en medio y medio del puente de las Letras Galegas, pero esa misma tarde lo aplazaron al día siguiente por culpa de las peligrosas rachas de viento, no sin cierta polémica por cómo se gestionó el asunto por parte del Concello.
Como el resto de mi región, yo me había enamorado de Tanxugueiras gracias a Terra y el Benidorm Fest; si bien las conocía de pasada desde antes, no me había animado a escucharlas hasta que se metieron a hacer un sonido más pop combinando sus panderetas y cantos corales con ritmos de reguetón y electrónica.
El concierto fue una pasada, desde el acertado repertorio incluyendo temas más tradicionales y otros del nuevo disco, pasando por una correcta puesta en escena que permitía conectar con ellas y su simpatía natural, y hasta por supuesto el público lleno de niñas con panderetas viviendo su mejor vida.
Es emocionante ver cómo las Tanxus han conseguido despertar en tanta gente joven el amor por los instrumentos y sonidos tradicionales y fue genial vivirlo en un lugar que me ha dado tanto como Vimianzo y que para mí representa lo mejor de Galicia. 

-Sés. También en Vimianzo y como despedida final al curso más especial de mi vida en ese trocito irreemplazable de la Costa da Morte, vi a Sés dar un concierto enmarcado en el Asalto ao castelo: una fiesta histórica que recrea la quema del castillo por parte de los Irmandiños y exalta los sentimientos de libertad y unidad del pueblo. No es una Festa da Istoria de Ribadavia, sino que se trata de un evento mucho más pequeño, y quizá sea eso lo que lo hace tan especial. 
La mezcla de mi tristeza por irme de allí sin saber si volvería (volveré cuantas veces pueda, aunque probablemente ya nunca como profe), la emoción del asalto en sí y el hecho de estar como quien dice en primera fila, hicieron que disfrutara mucho del directo de Sés. No toda su música me gusta y no todos sus mensajes son compartidos por mí, pero valoro mucho la capacidad de una artista de su talla para ponerse al servicio de las cosas en las que cree y defenderlas en cada canción.
El repertorio fue una mezcla de canciones más clásicas y sonidos más rockeros, extraídos del último disco que había sacado en ese momento; y me sorprendió mucho el buenísimo directo que tiene y lo versátil de su voz en géneros bastante diferentes.

-Wucan. Nuestros últimos días de viaje alemán de este verano (que básicamente consistió en algunas de las ciudades de Baviera y Baden-Württemberg como Frankfurt, Stuttgart, Freiburg, Nüremberg, Augsburg, Sigmaringen...) los pasamos en Múnich tomándonoslo con calma, dándonos tiempo para planes como echar media tarde en una piscina (LA DE SUSPIRIA, NI MÁS NI MENOS, YA OS LO CONTÉ) o dedicar lo que pareció una eternidad a consternarnos y horrorizarnos en el campo de concentración de Dachau. Fue precisamente ese día, el de Dachau, cuando decidimos mientras desayunábamos que deberíamos buscar un concierto al que ir por la noche ya que iba a ser la última vez que pudiéramos hacerlo. Encontramos entradas para un grupo que se llamaba Wucan y sonaba bien en Spotify, a rock psicodélico muy clásico y muy bien tocado; y allí que nos fuimos. 
Gracias a Wucan, descubrimos lo que es un festival alemán de música y más cosas, el Free & Easy Festival, en el Backstage Kulturzentrum, una especie de jardín a varias alturas, con áreas interiores y exteriores, puestos de comida y cerveza y un ambiente peculiar con gente de todos los estilos y edades. Convivían a la misma hora conciertos y monólogos, por lo que nos dejamos caer por varias de esas actuaciones, pero el grupo al que dedicamos más tiempo fue Wucan, pese a que en aquel espacio laberíntico nos costó encontrar la diminuta sala en la que tocaban, que acabó tan llena que no cabía ni un alfiler.
Pese al agobio, la actuación me fascinó. Es de esas bandas que escuchas en directo y son infinitamente mejores que la música grabada, sobre todo porque su cantante, Francis Tobolsky, es una bestia escénica que hipnotiza con su voz descomunal, su aspecto de Amazona de Harlock Saga y el dominio espectacular de la flauta travesera y el theremin en un despliegue de psicodelia delicioso. 
Son un grupo pequeño que no toca mucho fuera de casa, así que me encantaría volver a coincidir con ellos si algún día regreso a Alemania porque me impactaron mucho.



-Raphael. No lo escondo, soy fan de Raphael y le rezo a la vida por que dure mucho, ya que su mera existencia me da fe en la humanidad. Ya había actuado en los conciertos de verano de Castrelos, en Vigo, en años anteriores; pero siempre me pillaba fuera. Por primera vez, se alinearon los astros y me pilló Raphael estando en Vigo y me gocé su actuación como una enana. 
Sorprendente y admirable que se encuentre en tan buena forma física, con una voz envolvente y un repertorio largo y variado. Tocó todas sus canciones míticas, incluida mi favorita Qué sabe nadie, así como algunos temas más recientes que no conozco tanto y alguna que otra versión como La llorona.
Para mí fue un disfrute poder verle. Me pasé casi dos horas con una sonrisa de oreja a oreja de la ilusión que me hacía estar allí.

-Salvador Sobral y Abe Rábade. En la misma línea de Raphael está para mí Salvador Sobral, ya que en ambos casos son artistas cuya música no escucho continuamente pero que admiro y me transmiten cosas bonitas. A Sobral le cogí especial cariño durante la cuarentena, cuando se dedicó a hacer directos de Instagram cantando de todo, incluidos los himnos de casi todas las Comunidades Autónomas de España. 
Este concierto se enmarcaba en el Festival TerraCeo, en la azotea del Auditorio Mar de Vigo con una vista maravillosa del atardecer tras las Cíes. Fue una actuación peculiar, desenfadada, que incluyó temas propios, versiones, poemas musicados y alguna que otra pieza del pianista que le acompañaba. Un batiburrillo especial salpicado de intervenciones habladas simpáticas que sacaban hierro a un estilo de música que normalmente se percibe como serio, pero no tiene por qué serlo.
Sobral es todo sensibilidad cuando canta y me puso la piel de gallina en más de una ocasión durante la velada.

-Iggy Pop. Lo cierto es que medio vi a algún que otro grupo más en el Festival Latitudes (¿se nos ha ido de las manos el número creciente de festivales de música? Se nos ha ido de las manos el número creciente de festivales de música), pero mi interés verdadero era Iggy Pop y sólo para él estuve de pie y a tope, muy cerca del escenario, muy cerca de la leyenda.
Honestamente, a estas alturas de la vida ya no contaba con verlo nunca. Allí, ante la iguana del rock, que sigue siendo un auténtico jefe que se merienda el concierto, pensaba en David Bowie y cómo de alguna manera ver a Iggy me acercaba también a él.
Iggy es una bestia parda. Tiene sus años, su cadera descolocada que imagino que tiene que doler mucho después de las actuaciones, y una personalidad desbordante que hace de un hombre bajito y menudo un auténtico huracán. La voz poderosa e impecable, la actitud más punkarra que nunca y un sentido del humor oscuro siempre presente dominaron una actuación maravillosa.
Me sentía en una nube flotando muy alto mientras Iggy se comía Vigo interpretando temas tan míticos como I wanna be your dog, Lust for life, The passenger o Gimme danger; pero también canciones recientes como James Bond o Free
La banda que lleva consigo es maravillosa, con mención especial a la guitarrista Sarah Lipstate, y en lo personal veo a Iggy en un momento maravilloso de su carrera, haciendo como siempre lo que le da la gana y participando en proyectos tan hipnóticos como The Dictator de Catherine Graindorge o You want it darker de Here It Is; y sacando temas nuevos que son una maravilla, como su más reciente Strung Out Johnny
Ojalá le queden muchos años por delante de desbordar talento porque, aunque se empeñó en decir unas cuantas veces que estaba mayor y algún día tendría que morir, yo lo vi más vivo que nunca.



-Placebo. La temporada de conciertos en Galicia estaba siendo increíble y el anuncio de un grupazo como Placebo en el Expourense sólo la mejoró. Placebo es una de esas bandas que llevan en mi imaginario desde la adolescencia y que me resultan icónicas e incuestionables. 
La actuación formaba parte del paquete de conciertos del Xacobeo y a nuestro alcalde pareció molestarle tanto que no sólo no le hizo nada de publicidad, sino que encima se dedicó a escribir mentiras al respecto de la cantidad de entradas vendidas en relación con el aforo permitido en el local; un imbécil el tío, siempre y en todo lugar.
La realidad: un directo PERFECTO. Sonaron a gloria, tocaron sus temas más conocidos además de bastantes canciones de su maravilloso último disco Never let me go. El sonido fue impecable, música en directo de una calidad intachable. Hubo rock, hubo indie, hubo psicodelia y hubo un gran repertorio. 
Su relación con el escenario y con las canciones les convierte en uno de esos grupos que quizá no conecten tanto con la audiencia por interacción directa como lo hacen a través del sonido.

-Muse. Era la segunda vez que los veía y no sé si me hacía más ilusión el concierto en sí (dado que es un grupo que me gustaba mucho hace años, pero cada día lo hace menos) o pisar por fin el interior de Balaídos, donde no había estado nunca ni lo habría hecho de otro modo porque odio el fútbol.
Justo al contrario que Placebo (y también justo al contrario que cuando los había visto en el Monte do Gozo de Santiago hace años), Muse no tuvo un gran sonido y supongo que se debe más a la acústica del campo que a otra cosa. Tampoco hay que olvidar que el campo de fútbol todavía está sin terminar su remodelación y entre los espacios, los andamios en uno de los laterales, que medio estadio estaba cerrado al público... En fin, las condiciones no ayudaron.
El repertorio fue acertado, incluyendo sus grandes temas de cada disco y por supuesto varios del último, que para mí es un batiburrillo muy extraño pero tiene algunas canciones que se dejan escuchar.
Estuvo bien, con mucha parafernalia, Matt más cercano de lo que lo recuerdo en Santiago y diversión garantizada. Me lo pasé muy bien.

-Alter Bridge (con Mammoth WVH y unos TREMENDOS Halestorm). Alter Bridge. Ellos. ELLOS. Creo que nunca he llegado a explicaros correctamente lo importante que ha sido este grupo para mí en los últimos años. 
En diciembre de 2019, mi última visita pre-pandemia a Madrid me llevó a un concierto de mis queridos Shinedown y otro grupo al que no había escuchado mucho: Alter Bridge. Escribí una crónica al respecto a mi vuelta y ya dejaba caer que los segundos me habían enamorado, pero aún no sabía que me iba a pasar muchas horas de aquella época metida en el coche, viendo llover y encontrando comprensión, confort y fuerza en sus canciones.
Alter Bridge me pilló en un momento donde vivía en un sitio que no me encantaba (aunque luego le cogería todo el cariño del mundo), no tenía amigos cerca y en el trabajo no podía ser más infeliz con unos compañeros competitivos, retorcidos y con valores cuestionables. Me costaba muchísimo entrar en el colegio por las mañanas, iba totalmente a mi rollo y me pasaba las tardes-noche intentando respirar profundo e impedir que me invadiera la ansiedad. 
Que llegue un grupo que canta con toda honestidad que las dificultades están ahí, que la vida es difícil, pero que depende de uno mismo salir adelante y mejorar; uf, fue crucial. De alguna manera, no habría sobrevivido sin ellos.
En 2022, casi tres años más tarde, Alter Bridge me llevó de vuelta a Madrid, la primera visita desde 2019. Me hospedé en el mismo hotel de Callao (y me adjudicaron la misma habitación), cogí el mismo metro hasta Vistalegre y escuché casi la misma setlist, salvo porque unos poquitos temas desaparecieron para dejar paso a otros de su grandioso último disco, Pawns & Kings.
Ha sido muy distinto volver a escuchar las mismas canciones desde el conocimiento, más emocionante. Canté muchísimo, me dejé la garganta, las piernas y hasta hice amigos en las incomodísimas gradas donde NUNCA MÁIS me veréis intentar encajar.
Alter Bridge son pura humildad, hay pocos grupos que me transmitan esa sencillez y normalidad de unos músicos que simplemente se suben al escenario a transmitir un mensaje y hacer magia. 
Me ha hecho muy feliz su nuevo disco y me hizo muy feliz volver a verlos, y ya estoy deseando el próximo encuentro (maldito Resu).


En fin, que 2022 ha sido maravilloso en lo que a música en directo se refiere porque por fin eso que tanto amo ha vuelto a mí.
Y pasa una cosa curiosa con las cosas que se recuperan: las normalizamos de nuevo como si no hubiera habido un período donde no las teníamos en absoluto. Intento recordarme cada vez que no, no es normal. Que hubo dos años en que coger un avión, plantarme en Madrid y ver a mi grupo favorito no era posible. Que puede volver a pasar en cualquier momento.
Y que por eso no tengo que darlo por sentado y me debo a mí misma el disfrutar al máximo de cada una de esas oportunidades.


¡Feliz 2023, que sea amable con vosotros! 

domingo, 13 de marzo de 2022

Favoritos de enero y febrero


Venga, que yo puedo. Me está costando la vida sentarme a escribir esta entrada, y mira que un texto en formato "Favoritos" es lo más anodino y menos trabajoso que se puede redactar. Pero llevo una temporadita un poco desganada de "hacer", creo que consecuencia de la sobredosis de estrés que me genera la burocracia en el trabajo; y con necesidad de "estar", sin más.

Como siempre cuando llegan estos períodos, toca obligarse un poquito, aunque no sea a grandes cosas. Así que aquí vamos con la primera entrada de Favoritos de 2022, que no sé decir a priori si viene o no potente porque no recuerdo nada de los dos pasados meses, así que me toca ir a redes (Filmaffinity, Instagram, Lastfm...) e ir descubriéndolo junto con quien me lea.


Cine:

¡Ah, sí! Que he vuelto a las salas de cine. Sé que el año pasado ya fui un par de veces, pero este arranque de 2022 he ido otro par. Y espero continuar, aunque no haya demasiados títulos que me atraigan. Pero el mero hecho de estar en el cine con ningún otro estímulo que la cinta en gran pantalla me hace ilusión. Lo de ver cosas en casa está bien, pero como que me he acostumbrado a hacerlo mientras juego a Uno en el móvil o recorto materiales para el colegio. Y echo de menos lo que mola, simplemente, ver una película. Así que, aunque me han parecido bastante meh tanto Muerte en el Nilo como Belfast (ésta mucho mejor que la primera), pues la experiencia me la quedo.

Pelis que sí me han encantado:

-Carol (2015). Le tenía muchas ganas y por fin, durante las vacaciones de Navidad, me animé a ponérmela. Tiene algunos estereotipos e idealizaciones un pelín esquemáticos, pero si uno se deja llevar resulta maravillosa. Las interpretaciones de Rooney Mara y Cate Blanchett atrapan, su relación está retratada con delicadeza y las reflexiones sobre el machismo social y la maternidad me parecieron muy acertadas sin caer ni en moralejas ni en un excesivo melodrama. El final es un poco Disney, pero tampoco le pido otra cosa a una película navideña. La cinta es cálida, me emocionó y me dejó con ganas de volver a verla, y eso es una victoria.

-Wild Rose (2018). Una suerte de Frances Ha escocesa, esta película de Tom Harper nos cuenta el proceso por cual una joven con una vida muy desordenada hace las paces con el hecho de que tiene dos hijos de los que no quiere ser madre. Es un continuo tira y afloja entre lo que Rose, la protagonista, desea de su vida; y lo que el deber le impone como madre de esos niños. Una permanente dicotomía entre los sueños y las certezas. Es bastante realista y consigue que a ratos estemos a tope con el sueño de Rose y en otros momentos nos parezca una absoluta irresponsable.

-Belladonna of sadness (1973). ¿Veis como estoy desganada? La he dejado de última por evitar el momento de ponerme a escribir sobre ella. Siento que no sé cómo hacerlo y que cualquier cosa que diga va a resultar una miseria con respecto a lo que merece esta cinta que se cuente de ella.
El resumen: ES IMPRESIONANTE. Es una de esas películas que se van a quedar conmigo toda la vida, sin lugar a dudas. Es algo distinto a nada que haya visto antes, es innovadora y rompedora y es del 73. 
Otra cosa que debo decir de antemano: NO CREO QUE PUEDA VOLVER A VERLA. Me flipa, me fascina, me obsesiona, pero dudo que tuviera estómago de volver a pasar por ahí. Primero, porque el estilo de dibujo y la música del anime de estos años siempre me han generado agobio; segundo, porque la propia trama es absolutamente asfixiante de por sí.
Y funciona como un todo, también. No podría volver a consumir una escena aislada, porque es para verla toda junta y entera. Es el perfecto ejemplo de que también en casa se puede ver cine sin apartar la mirada ni estar capturando un Pokémon a la vez.
Vale, dejadme ir al lío: Belladonna of sadness es EXTRAORDINARIA. Es una película de animación que apenas contiene animación, que se basa mayormente en imágenes estáticas y que sin embargo resulta arrolladoramente expresiva e hipnótica, que nunca se hace lenta o pesada, ni siquiera a la luz del siglo XXI. Una película dirigida a comienzos de los 70 por un señor japonés, y que gira en torno a la liberación sexual y el empoderamiento de la mujer. Una obra sobresaliente en todos los sentidos: en el acierto de todas y cada una de sus imágenes, dibujadas con estilos diferentes en función de la escena y el mensaje (desde la acuarela a la psicodelia pop); en una banda sonora inseparable de la cinta, que no acompaña sino que narra, y que es puros años 60; en el viaje de la heroína, que arranca la narración en la más pura inocencia, sucedida del ultraje, y deberá ir descubriendo su propio poder por medio de la apropiación de su sexualidad, que no le pertenece a nadie más que a ella.
Una película que analiza el machismo estructural, así como los comportamientos del pueblo como masa a merced del poderoso. Una película que fascina a la par que agobia, que no se puede ir de la memoria por más que pase el tiempo. Una cinta totalmente atemporal y rompedora en el contexto en el que se gesta, provocadora, explícita de la forma menos explícita posible, como un viaje de LSD.
Hay un par de cosas que sí han envejecido: el retrato de la sexualidad exclusivamente por medio del pene (en una masculinización del placer que resulta paradójica dada la historia que estamos viendo), y cierta romantización de la violación. Sin embargo, son cosas que no le restan mérito alguno a esta película, sin duda de culto, que camina a pasos agigantados.
La secuencia final es, sencillamente, maravillosa. He visto pocos finales más apoteósicos.
Resumen: VEDLA. Aunque sea una vez en la vida. Obsesionaos para siempre.
Trigger warning: hay VARIAS violaciones.

Series:


(Creo que) no he visto ninguna aparte de mi revisionado de Love Shuffle (2009), dorama que hacía un tiempo que no caía pero al que le he pulsado play varias veces a lo largo de los años. Love Shuffle es un lugar feliz, y eso que a mis 33 ya le voy viendo los problemitas y las tontunitas que no le apreciaba cuando era más joven. Hay clichés, hay interpretaciones reguleras, hay tramas subdesarrolladas y en las que luego pasa todo de golpe (Jdrama style) y hay infinitos problemas de comunicación entre sus personajes. También aparece el típico tratamiento un poco problemático del único personaje no hetero de la historia, una banalización tremenda del suicidio (trigger warning de nuevo) y algunas relaciones con diferencias de edad y de posición de poder que dan para cuestionárselas. Con todo, es que me lo sigo pasando genial viéndolo. Me río mucho con sus historias y sus personajes, les tengo cariño a todos y aún me emociono con la historia de amor de Ojiro y Kairi, aunque sea todo un poco lol. Es muy fruto de su época e incluso contiene un punto feminista para su contexto (aunque hoy y aquí esta reivindicación resulte lo opuesto), y eso, que se hace querer. Lo voy a volver a ver muchas veces, fijo.
P.D.: Lo guapísimo que es Shota Matsuda y lo que pierde cada vez que lo quieren mostrar como tiarrón medio desnudo y es un tirillas. Y en esta ocasión también me ha parecido guapísimo Shosuke Tanihara, en plan guau.

(Creo que) no he visto nada más.


Libros:




Creo que Ah, pues he conseguido terminar un total de UN (1) título. Y era bueno. Y breve. Sintetiza muy bien mi estado estos meses. Pero es un fav incontestable:

-Rebelión en la granja, de George Orwell. ¿Es mi primer George Orwell? Es mi primer George Orwell. Así de incultos somos por aquí. Quería empezar con algo "ligero" y no lo ha sido, aunque sí lo ha sido. Es que es muy difícil explicar lo genuinamente BUENO que tiene que ser un escritor para en una novela de menos de 150 páginas y redactada con un estilo directo y sencillo, en forma de fábula de animales, pueda haber abarcado todos y cada uno de los aspectos que hacen de un totalitarismo (cualquiera de ellos) un arma tan peligrosa y fácil de colar en los estrados. Por medio de un cuento de animales de granja, nos habla del pueblo como masa vulnerable y manipulable, del tirano que se aprovecha de una causa justa para imponerse como un héroe, de las pequeñas cosas que se van alterando en la memoria colectiva hasta resultar indescifrable dónde se encontraba la verdad. Habla de la prensa, de la oposición y su precio, del aborregamiento, de la figura por norma pusilánime del dictador. En menos de 150 páginas, con una redacción carente de florituras y desnuda de reflexiones. Una mera exposición de los hechos, uno tras otro, sin más. Una novela absolutamente visionaria y candente en el hoy. Guau. Cómo de bueno tienes que ser para escribir esto...


Música:

Vale, gracias por existir, Lastfm; me facilitas mucho el trabajo. Maravillas de estos meses:

-Layin' Low de Hyolyn (con Jooyoung)


Cuando anunciaron que este nuevo single de mi diosa y musa era una colaboración con la maravilla de cantante que es Jooyoung, reconozco que estaba esperando un videoclip cargado de tensión sexual entre los dos como su antigua colaboración Erase, donde los shippeé mazo. No ha sido así y la única que desprende sexualidad por cada poro es ella, que se ha lucido en un regreso a por todas: baile dificilísimo, voz perfecta siempre, una presencia de diva total sobre el escenario. Adoro a esta mujer y me da pena lo infravalorada que está en una industria donde el éxito dura sólo tres años. 

-Terra y Averno de Tanxugueiras


Qué voy a decir, aparte de lo maravilloso que es tener a estas señoras haciendo que la cultura gallega se conozca en lugares donde de España sólo se identificaba el flamenco. Para mí, ha sido muy emocionante verlas a las puertas de Eurovisión (sin comentarios sobre el proceso de selección) y es fascinante cómo se superan a cada trabajo que sacan. De Averno, en concreto, aún no he superado el impacto de esa aparición mágica del peliqueiro, cómo en un par de segundos se ha plasmado a la perfección su naturaleza. Guau, de nuevo. Qué maravilla. Especialmente, teniendo en cuenta que los de Laza no se prestan a cualquier cosa y con estas chicas han colaborado sin dudarlo. Muy bien todo.

-All about you, de Birdy


Ay, qué bonita. No me gusta todo lo que saca esta chica; pero lo que me gusta, me encanta. Su voz tiene una calidez que me atrapa siempre. 

-Halo (DISCO) de Amorphis. 


Mis Amorphis han regresado con un nuevo álbum completo y reconozco no haberme puesto aún a escucharlo en la profundidad que merece, pero de primeras me ha parecido maravilloso cómo nunca sacan un trabajo vacío o mediocre. Todos sus discos son buenos, siempre. Es un trabajo que recoge muchos de los testigos auditivos de sus dos predecesores, pero que aun así se las ingenia para sonar diferente, con melodías que no habían aparecido en otros discos de Amorphis. Lo digo siempre, pero me enamoré de ellos en directo y me muero por verlos de nuevo en directo. Qué ganas.

-Superpop (DISCO) de Belén Aguilera


No soy muy de pop español y definitivamente no soy nada de la estética que esta chica lleva últimamente, pero el disco me ha sabido a gloria. Belén podría ser una cantante de tantas para mí, pero hay dos cosas que me enganchan a sus trabajos cada vez: la primera es una forma de cantar, con giros a lo negra del r'n'b, que no conocía en nuestro idioma; la segunda son las letras con las que me siento tremendamente identificada y que abordan la inseguridad, el miedo, los complejos... Es un disco casi catártico para mí.

-Stay alive, de Jungkook (y Suga) de BTS


Siempre va a haber algo de ellos, podéis resignaros ya. Jungkook ha sacado su primer canción oficial en solitario, tema de un webtoon, y es una balada preciosa. Digo lo mismo cada vez, pero es que saben dar en el clavo o quizá es que ya mi mente reacciona a los estados de ánimo que impone su música por el cariño infinito que les tengo. Es como si todas sus canciones llegaran en el momento justo. Pues con Stay alive he llorado lágrimas sanadoras y me he sentido muy arropada. Y ya está.


Viajecillos y experiencias:


¿Estoy descubriendo por fin mi provincia? Estoy descubriendo por fin mi provincia. No le oculto a nadie que Ourense es casi sin duda mi provincia menos explorada de Galicia. Y es que cuando estoy allí suelo ceñirme a mi casa y poco más, y me cuesta salir a explorar los alrededores.
Por eso, me siento orgullosa de haber arrancado el año dándole alguna que otra vueltecilla. Podéis culpar de ello al Entroido, que por fin ha vuelto y yo me reafirmo en que mi versión favorita de él es la rural, la que implica que el sonido del folión resuene entre las montañas como si se hubiera abierto la puerta del Averno. 
Este Carnaval lo he pasado entre Vilariño de Conso y Viana do Bolo y me he enamorado tanto de sus Entroidos que ya estoy pensando en volver a verme allí el año que viene. Hay algo en estas celebraciones tradicionales que a mí me agarra a mi tierra como no lo consigue ninguna otra. El Entroido es pura raíz, pura cultura, pura fiesta.


Además de estos lugares, también me dejé caer por la Boda da Pita de As Eiroás y por las calles disfrazadas de Ourense.

Estos meses, también he hecho algunas otras excursiones, tanto por mi ya pateadísima Costa da Morte, como a las Cíes en Vigo o a la zona de Ancares/Bierzo, a caballo entre Lugo y León (literal: dormí en una estación de servicio en la misma frontera). Esta última excursión me dejó con muchísima sed de volver por esa zona, bellísima a todos los niveles y culinariamente muy satisfactoria. Me enamoré de O Cebreiro, de Las Médulas, de Balboa y de todo a su alrededor.

Deseo poder seguir conociendo bien Galicia (y León, que me tiene engatusada) y viajar un poquito más lejos en cuanto me sea posible (¿adivináis quién pensaba hacer el Transiberiano este agosto?).


¡Sed felices!

jueves, 4 de noviembre de 2021

Favoritos de septiembre y octubre


He empezado a escribir el título en gallego, y de repente me he dado cuenta. Así está mi vida este curso: maestra en una escuela unitaria de aldea con siete alumnos riquiños pero mucho estrés burocrático, y hablando veinticuatro horas en gallego porque gracias a Dios en esta zona eso todavía se estila.

Lo más curioso es que sigo en la Costa da Morte. Lloré mi despedida de Fisterra en junio, pero no me he ido muy lejos. Hace apenas un par de semanas que cogí el coche un día cualquiera y lo dejé en el pueblo para hacerme el camino al faro, cosa que planeo seguir haciendo de vez en cuando porque Fisterra es un lugar especial en mis recuerdos. 

Lo hablaba el otro día con mi padre: desde que soy interina en Galicia y me muevo por mis propios medios (porque el año de Mondoñedo estaba muy verde con el coche y hasta finales de curso no me atreví a hacer el trayecto entero entre allí y Ourense), he hecho dos años la misma ruta y otros dos otra también igual. Me explico: después de Mondoñedo estuve en Betanzos, y al curso siguiente en Ferrol; mismo recorrido, sólo un pelín más largo en el segundo caso. El año pasado tocó Fisterra y ahora trabajo en Vimianzo; nuevamente, mismo trayecto salvo el último trocito.

Quizá el próximo sea el año de limitar un poquito mi mapa de Galicia para no tener que meterme dos horas y media cuando quiero ir a la casa de mis padres. De momento, me dedico a reflexionar sobre que cuando visité esta zona hace sólo tres años me resultaba novedosa y desconocida, y ahora ya me siento parte de aquí. No creo que pueda no ser un absoluto Favorito el haber pasado dos cursos de mi vida en este rincón del planeta.


Vamos con los Favoritos de este mes:


Cine

-God's daughter dances (2020). Un corto muy sencillo sobre la realidad de una mujer trans en una circunstancia muy particular. Me pareció bien actuado y que se vale de un tono amable y cargado de purpurina para explicar una situación muy difícil.


Series


Sí, seguimos con las series. Me lo dicen hace un año y no me creo que esté consumiendo ficción audiovisual episódica de forma constante, pero aquí estamos. Ha habido dos series a las que he estado muy enganchada; ninguna de ellas es perfecta, pero las dos valen la pena.

-El juego del calamar (2021). Qué original, diréis mientras ponéis los ojos en blanco. Pues yo la empecé sin saber que estaba siendo fenómeno de ningún tipo, por la única y exclusiva razón de que en Twitter era tendencia Alice in Borderland (de la que hablé hace meses) y era porque la comparaban con esta serie coreana. Aunque se puede decir que pertenecen al mismo género, son bastante distintas en tono y en temas. El juego del calamar, que no es más que una competición al estilo Battle Royale, tiene de especial que sus personajes no son adolescentes guapísimos, sino gente de todo tipo y edad que tiene en común la necesidad desesperada de dinero. Introduce juegos infantiles como medio para avanzar en la partida y la combinación de esto y el hecho de que perder es morir resulta de primeras sorprendente e impactante (para mí se pierde muy rápido el shock de los juegos). Por último, me gustó mucho que la serie se centre más en lo que mueve a los personajes que en lo que hacen en el juego; en lo que sucede por las noches que en lo reglado. También tiene una parte muy interesante de crítica social que es bastante extensible al mundo en general.
La mayoría de sus giros y revelaciones eran previsibles desde el primer segundo y hubo cosas que encontré innecesarias y/o difíciles de creer. El final podría haber sido mucho mejor. 
Con todo, no desmerece sus buenas cualidades y la recomendaría a cualquiera a quien le interese el género.

-The Morning Show, Temporada 1 (2019). Que en realidad ya me he puesto al día con los episodios que han salido de la segunda, pero voy a centrar esta opinión exclusivamente en la primera temporada. 
Reese Witherspoon es una de mis actrices predilectas desde Freeway (1996) y tenía este título en espera; quizá me echaban un poco para atrás el concepto de serie basada en el mundo de la televisión y el hecho de partir del movimiento #MeToo. Sin embargo, la primera temporada de TMS se centra en relatar una historia, con sus momentos y su contexto y sus personajes protagonistas: agresores, víctimas, cómplices. Empieza por el final, por el instante de la cancelación pública de un conocido presentador de televisión (la actuación de Steve Carell es muy buena), y narra el desmoronamiento de su mundo y el de todos aquellos que le querían. Me gustó que no cayera en amarillismos baratos y que no perdiera nunca de vista que todos somos humanos. Me gustó que analizara el clima, todo ese entramado de miradas desviadas que favorece que alguien cometa una atrocidad sin ser consciente de ello. Me encantó el retrato de la prensa actual, la búsqueda constante del shock, el periodismo del clickbait y de la verdad edulcorada al gusto del consumidor.
El final de la temporada me resultó torpe y flojo en comparación con todo lo anterior, con una resolución precipitada e innecesaria. Sin embargo, eso no anula el valor de la serie, que por si fuera poco es tan adictiva que casi no podía dormir por seguir viéndola. 
No sé si es necesario que lo diga porque soy previsible como yo sola, pero el personaje de Billy Crudup, Cory, me tiene encoñaíta perdida (Chaos is the new cocaine!). Jennifer Aniston me sorprendió muchísimo con su interpretación a ratos, y en otras escenas la encontré forzada, pero sin duda merece que estemos atentos la trayectoria dramática que le pueda esperar a partir de ahora.


Libros

-Calling a wolf a wolf, de Kaveh Akbar. Lo mencioné en uno de mis Domingos de Poesía y vuelvo a traerlo aquí porque, aunque hubo partes del poemario que no me impresionaron tanto, la primera mitad es sencillamente demoledora. Akbar es sin duda alguien de quien voy a querer leer más porque tiene una voz única y una forma de transportarte a su mundo inmediata. Hay poemas en este libro que me han dejado cicatriz.

-Despertaré en Shibuya, de Anna Cima. Qué maravilla de novela, qué cosa deliciosa y especial. Comencé a leerlo en Francia en agosto, pero apenas había avanzado en el mes de septiembre y por fin me enganché de nuevo en octubre. Despertaré en Shibuya es un libro por y para otakus, por y para amantes de la literatura y por y para apasionados en general. No podía dejar de pensar en mi amiga Mai mientras lo leía. No podía dejar de pensar en nuestra adolescencia fascinadas por la música japonesa y el cine y el manga. 
Es una novela distinta de todo lo que he leído en mi vida, escrita desde la sencillez de la narración de una chica normal, como tú y yo, que cuenta algo tan cotidiano como el enamoramiento de Japón por parte de una muchacha checa y cómo esto la lleva a estudiar Japonología en la Universidad y a dedicar horas y horas a investigar y traducir a un escritor del que apenas ha trascendido nada.
No sé qué es lo que tiene este libro. No sé si es lo fácil que es verme (y ver a muchas otras personas que conozco) identificada en la Jana jovencita que viaja por vez primera a Tokio y se deja un trozo junto a Hachiko. No sé si es lo normal y a la vez apasionante que resulta que el grueso de la novela no sea más que unos universitarios apasionándose por un tema y dedicándole todo su tiempo. No sé si es la facilidad con la que la autora consigue que nos enamoremos de todos ellos, o la forma en que Praga se respira en cada página, o el absoluto acierto de transcribir fragmentos de la novela japonesa que la protagonista está traduciendo y que se sienta absolutamente como una novela nipona real de la época. 
Despertaré en Shibuya ha sido una lectura mágica, una lectura para mí. Volveré a ella y me reiré mucho de los estereotipos del mundo otaku occidental y me quedaré pensando en las cosas que Jana encuentra extrañas y desagradables de Japón y me sentiré un poquito identificada con algunos fantasmas que vagan por sitios a los que no pertenecen.


Música

Más escuchadas según Last.fm:

-My Universe, de Coldplay y BTS


-La paura del buio, de Maneskin. Me he enganchado tarde, pero me he enganchado bien a estas gentes que sólo tienen veinte añitos pero saben lo que están haciendo y se comen el escenario.


-This is how the world ends de Badflower, EL PUÑETERO DISCO ENTERO porque es todo lo que esperaba de ellos y más. Tengo muy pendiente escribir una entrada sobre este grupo, me están dando la vida últimamente. Mis canciones favoritas del álbum, a falta de madurarlo más, son: Tethered, Stalker, Don't hate me y She knows. UF.



-II - Those we don't speak of, el nuevo disco de Auri. Es una joya absoluta, mucho más absorbente que su primer trabajo, profundamente ambiental y emotivo. Habla de mí, de alguna manera. Habla de mí por completo. Es una delicia. Mis canciones favoritas son: Scattered to the four winds, It takes me places y The duty of dust. Puede que también necesite redactar una entrada sobre Auri, o a lo mejor es el momento de sentarme a explicar lo de Tuomas Holopainen en mi vida.



Viajes


¡Sí! ¡Sí! ¡Seguimos desperimetrados! Cuesta tantísimo creerlo después de lo que fue el curso pasado. Ojalá, y toco madera, no cambien las cosas tanto como para que sea necesario volver a restringirnos. Yo soy feliz con lo poquito que tengo: con las escapadas a lugares cercanos, con los trayectos en coche y los planes más de monte que de ciudad. 

En octubre, aproveché el puente para escaparme con Laura a Portugal. No conocíamos Braga y nos pasamos tres días simplemente dejándonos llevar por sus alrededores, chapurreando el idioma, pateando castros, durmiendo en un monasterio precioso en Amares y escuchando los clásicos de Raphael y Rocío Jurado a todo trapo. Me cagué mucho en las carreteras empedradas cuando las encontraba cuesta arriba, mi amiga casi se queda sin móvil en el Bom Jesus (me tendríais que haber escuchando llamando a su teléfono y teniendo que dialogar con un amable portugués que nos salió al encuentro para devolvérnoslo) y no acerté con los postres aunque sí lo hice con el menú de 3€ en Barcelos.
Portugal siempre es un regalo y cualquier pequeña aventura en 2021 es un milagro.


¡Y esto ha dado de sí el bimestre! Ya sabéis que los inicios de curso siempre son un poquito caóticos por lo que conlleva la adaptación, y en este caso se me ha sumado el tener que realizar las funciones burocráticas que en un centro normal serían competencia del equipo directivo. Todo a pequeña escala, pero igualmente todo. 

Espero que noviembre y diciembre me permitan volver al cine, seguir con las series y especialmente viajar un poquito más; por planes no va a ser, ¡el caso es poder cumplirlos!


Cuidaos mucho y sed felices.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Favoritos de julio y agosto


Septiembre se ha impuesto y ojalá me hiciera más ilusión su llegada, pero lo cierto es que una parte de mí aún se rebela contra la rutina. 
Ha comenzado el curso más raro hasta ahora porque me ha tocado asumir funciones totalmente nuevas y estoy enterándome de todo a marcha de tortuga (cosas de que se te designe para un puesto y no haya nadie encargado de informarte de lo que tienes que hacer). Total, que me siento ilusionada al mismo tiempo que nado en estrés. Quiero pensar que esto último se irá atenuando poco a poco.

Este verano para mí ha sido esperanzador. Después de lo que fueron 2020 y la primera mitad de 2021, este agosto he viajado. He vuelto a comer en un restaurante, a cruzar una frontera y a sentirme en plena aventura.

Como consecuencia de ello (y de que me pasé gran parte de julio encerrada por oposiciones), lo cierto es que he consumido muy poca ficción. Va a ser un Favoritos flojeras, pero no me arrepiento para nada nada de haberme dejado llevar.

En cualquier caso, recomendaciones:

Libros

-Cómo piensan los niños y otros recuerdos de mi vida, una compilación de declaraciones de Hayao Miyazaki reunida por la editorial Confluencias. Es lo que es: un conglomerado de textos (discursos, charlas, entrevistas...) del director de Studio Ghibli en los que reflexiona sobre la animación, la industria del cine, los mensajes que pretende trasmitir con sus películas, el significado de cuestiones como la guerra... Me sorprendió el tono, mucho más campechano de lo que esperaba, y a la vez esto sólo lo hizo mejor. Disfruté muchísimo de su lectura y de su sabiduría, y en especial me gocé como una cría la conversación con Akira Kurosawa en la que el propio Miyazaki lo estaba flipando con las cosas que le contaba su colega. El viento todavía se levanta, queridísimo Miyazaki (aunque lleves desde los 30 diciendo que la próxima será tu última película).

-The Rabbit Back Literature Society, de Pasi Ilmari Jääskeläinen. Finnish Weird en su máximo esplendor, una lectura poco convencional pero que cuadra perfectamente en su contexto de nacimiento, realismo mágico que no llega a importar tanto como los temas que se abordan, principalmente la naturaleza del escritor. Hablé de este libro en mi entrada anterior, así que no me enrollo más.

-El último mosquetero, de Jason. Cómics que te encuentras en la biblioteca de tu ciudad y no puedes dejar en la estantería. Me gustó muchísimo, es puro entretenimiento en el que el mosquetero Athos, que sigue vivo en plena actualidad quién sabe por qué, se enfrenta primero al mundo de hoy en día y luego a un enemigo alienígena. Es un relato sencillo, pero muy divertido en cuanto a cómo el personaje lleva por delante los valores de su época, como el honor y la caballerosidad; y son estas conductas caducas las que le salvan. 

-Atelier of Witch Hat, vol. 7. ¿Qué digo yo de este manga que no haya dicho ya? Es precioso. Este tomo, además, contiene respuestas y un gran avance en las relaciones, por lo que me encantó.


Viajes

Madre mía, no os hacéis una idea de la ilusión que me hace poder hablar de un viaje después de año y medio sin salir de Galicia (dos medios​ días en Portugal en julio del año pasado no cuentan). A cada uno la pandemia le ha robado unas cosas importantes, y en mi caso sin duda la que más me asfixia es no poder viajar. No pasa nada por no salir de tu casa en todo un año, pero admito que pasado ese plazo todo esto ya me tocaba las narices más de la cuenta. Y, aunque mi plan prehistórico había sido una escapada larga a Japón para este año, los pensamientos que realmente ​he tenido de forma insistente a lo largo de los meses han sido dos: 1) Cómo añoro, a un nivel casi físico, escuchar todo el tiempo a mi alrededor otros idiomas, cualesquiera que no sean los míos; y 2) Echo muchísimo de menos Europa, irme un fin de semana cualquiera a Varsovia a ver a Dir en Grey, el verde de las ciudades europeas, sus ritmos, sus tranvías, ir a Alemania y entender un montón de palabras gracias al inglés y verme en Polonia y sacar más vocabulario por su parecido con el checo.
Europa, lo que es para mí Europa. Sus ciudades pequeñas pero cargadas de patrimonio e historia, sus ríos y parques y terrazas e iglesias. Finlandia, como si fuera una extremidad más de mi cuerpo que no puedo usar ahora mismo. Praga y su belleza sin igual, mi Inglaterra.
Hace muchos años que quería hacer un viaje en coche por las profundidades de algún país. Bueno, no de alguno. Había planeado esto mismo para la Semana Santa de 2020 en Irlanda, y desde siempre he querido hacerlo en Inglaterra, en Portugal, en Francia, en Estados Unidos y en Italia. Y no sé vosotros, pero para mí la idea de viajar después de lo que hemos vivido era poco menos que sacrílega. Nos hemos quitado de tantas cosas en los últimos tiempos, hemos estado más solos físicamente que nunca (aunque curiosamente​ para mí hayan sido tiempos de entablar nuevas amistades). Pero mi amiga Laura sugirió medio de coña marcarnos una ruta 66 en Francia y al final empujó lo suficiente como para que cediera y me uniera al plan; no me lo creí hasta el día que salimos.
Este verano, he hecho mi primer road trip y me ha encantado conocer Francia de esta forma, con el único inconveniente de que ahora hay muchísimos sitios a los que quiero volver y tengo más puntos pendientes que nunca en el mapa de allí.
Hemos subido desde Hendaya por la costa hacia Burdeos y hasta Bretaña, pasando por Nantes y La Rochelle. Hemos conocido la historia de Normandía y hemos hecho la ruta de catedrales góticas que soñaba cuando tenía diecisiete años. Hemos descubierto el norte y el centro, hemos vivido el agobio de un búnker en Verdún y nos hemos enamorado de Clermont-Ferrand y los pueblos que la rodean. Hemos comido de menú en bares de pueblo a precio de España, nos han dado "la habitación auxiliar" en un hotel con vistazas al río de Castres y nos hemos encontrado en playas, montes, fortalezas gigantescas, polígonos de lo peorcito y hasta volcanes.
Yo me he quedado un poco allí, seguro que de por vida. Francia ha sido en muchísimos sentidos alimento para el alma. Y los franceses, alimento para el pánico al volante.


Música

-Permission to dance, de BTS. Como ya cada vez desde hace más de un año, mi vida ha girado en gran medida en torno a estos señores y todas sus cosas. La canción suena a High School Musical, el baile no busca más que la diversión, pero todo el concepto y la letra y su energía me emocionaron profundamente y me hicieron muy feliz este verano. Sigo pensando que me gusta más que Butter.


-Summer or Summer, de Hyolyn y Dasom. Tampoco tengo que entrar de nuevo en mi amor incondicional y eterno por Sistar, pues lo he mencionado muchas veces en este blog. Me hace feliz verlas apoyarse mutuamente y reunirse de vez en cuando para cenar o hacer el chorra; pero que haya habido en 2021 una colaboración musical entre estas dos personas me ha traído una alegría que no puedo explicar. Ya el título da pistas, pues a Sistar las apodaban "las reinas del verano", y en este caso han venido en mitad de agosto a traernos un tema que es como si cada vez que lo escucho hiciera retroceder el calendario. Impresionadísima por lo mucho que ha mejorado Dasom como vocalista, y enamorada de ellas dos y de las otras dos que no han dejado de apoyarlas también.


-Family y Don't hate me, de Badflower. Puede que algún día escriba una entrada sobre este grupo, que suena al punk-pop-rock emo de comienzos de los años 2000 pero me tiene enganchadísima desde la primera vez que lo escuché. I want to believe you when you sing it to me, que decía Brent Smith; lo de este grupo lo compro por completo.




Y esto han dado de sí mi julio y mi agosto. He perdido medio verano estudiando y he dedicado el otro medio a viajar. He escrito de forma compulsiva, cosa que no había logrado en años. He dormido cada noche en una ciudad distinta. He cumplido mi sueño de alojarme en moteles de carretera. Me he hecho el enésimo esguince en el tobillo malo. He abrazado a mi mejor amiga después de año y medio.


Os deseo paciencia, calma y salud mental para el nuevo curso; os prometo que ser Army ayuda mucho con todo esto.

Bye!