domingo, 25 de julio de 2021

Volviendo al Finnish Weird: The Rabbit Back Literature Society

Could you turn a little so your childhood is in the picture? Right now your middle age is obscuring it...

(¿Podrías girarte un poco para que tu infancia salga en la foto? Ahora mismo tu mediana edad la está tapando...)


Tal vez aún quede alguien que se acuerde de aquel proyecto llamado Adopta una autora que se expandió por el mundo de los blogs en 2017 con la finalidad de difundir la obra de distintas escritoras.

Como parte de mi aportación a la causa, en su día escribí una breve entrada sobre el Finnish Weird para contextualizar la obra de mi autora elegida, Emmi Itäranta. Se denomina Suomikumma, o Finnish Weird, a un movimiento bautizado por Johanna Sinisalo en 2010 con la pretensión de englobar todas las obras de fantasía y ciencia-ficción escritas en Finlandia a partir de los años 80, que es cuando estos géneros desembarcan en una nación joven y sin tradición literaria escrita. 
Finlandia no se independizó de las continuas invasiones de sus vecinos, Suecia y Rusia, hasta 1917, y por tanto no concedió oficialidad al finés hasta ese momento. La escritura en su lengua autóctona nació en el siglo XX y su evolución avanzó a un paso distinto al de la ya muy arraigada tradición del resto de Europa. La fantasía y la ciencia-ficción surgieron de inmediato, muy sólidamente apoyadas en el folklore nacional, pero no se consideraron géneros per se hasta que las primeras traducciones de obras como Dune llegaron al finés; durante las décadas previas, todo lo que contuviera elementos fantásticos se consideraba literatura infantil.

Para Johanna Sinisalo, la fantasía y la ciencia-ficción finlandesas, que evolucionaron de los 80 en adelante, gozan de características especiales y diferenciadoras debidas a su juventud: se mezclan continuamente con otros géneros como el terror y el surrealismo, incorporan la mitología finlandesa en contextos realistas, conceden gran importancia a la naturaleza como símbolo y presentan personajes del día a día en circunstancias especiales.
El género fantástico tiene gran importancia en el mercado finlandés actual, mucha más que en el de otros países donde se sigue considerando literatura menor o para jóvenes; la clave, según Sinisalo, es que no hay límites de género, y por eso Finnish Weird engloba al conjunto de autores y obras más que a una determinada temática.


No es un movimiento al que resulte sencillo aproximarse, al menos no si lo que se espera son tramas hiladas y cerradas o personajes sencillos de querer. Me di cuenta de esto en cuanto aterricé en mi primera obra etiquetada de esta manera: Troll: a love story, de Johanna Sinisalo. Tengo pendiente darle una segunda oportunidad algún día, ya que en 2014 me resultó tan inquietante y perturbadora en el peor de los sentidos que no pude disfrutarla; cuando le comenté esto, tiempo después, a Emmi Itaränta, ella me la describió como una de las mejores obras que había leído nunca, pero que requería cierto contexto para entenderla. 

Las obras de Itäranta, también englobadas en el Suomikumma, resultan muchísimo menos hostiles: tanto Memory of water como The city of woven streets son narraciones con una estructura clara, protagonistas y relaciones más sanos que los de la novela de Sinisalo y en general un fondo y una forma asequibles para cualquiera. 

Con la obra que acabo de cerrar esta misma tarde confirmo mi regreso al Finnish Weird con todas las letras, pues si algo es The Rabbit Back Literature Society es finlandesa y rara de narices. Pasi Ilmari Jääskeläinen firma una novela que he disfrutado muchísimo, pero que posiblemente no recomendaría a casi nadie. Realismo mágico, personajes bastante insufribles, infinitas referencias a la propia historia de la literatura de su país madre (y posiblemente se me haya escapado un gran porcentaje), y más interés en generar emociones que en atar cabos de una trama disparatada y salpicada de ensoñaciones estilo Salvador Dalí; sí, el principal misterio de la novela es un enorme McGuffin que en realidad ya se anuncia desde el principio con letras de neón, pero que aun así parece haber decepcionado a muchos de sus lectores.

Me preguntaba mi hermana, mientras me veía partirme de risa leyendo este libro, de qué iba. Y yo no sabía qué responder, pero ahora lo voy a intentar: un pequeño pueblo de Finlandia, una escritora de obras infantiles conocida a nivel mundial y su proyecto personal llamado la Sociedad Literaria, consistente en elegir y formar a diez nuevos escritores desde la infancia para que se conviertan en novelistas reconocidos. Tarea lograda, salvo porque sólo logran despertar su interés nueve niños y tarda unos treinta años más en admitir un décimo miembro en el club.

La novela gira en torno a dos motivos principales, al primero de los cuales he aludido con la cita que menciono al comienzo de esta entrada: la memoria. Jääskeläinen dedica las 343 páginas de extrañísimos sucesos de su novela a reflexionar sobre la naturaleza de los recuerdos y su absoluta falta de rigor. Lo hace primero por medio del realismo de un padre con Alzheimer y cómo su deterioro mental acarrea una desconexión hacia esta nueva persona por parte de su esposa e hija, que ya no lo conocen de nada. Después, inmerso ya el cauce en los elementos fantásticos, se dibuja a través de mecanismos como los testimonios de diferentes personajes entrevistados por la protagonista, y por medio de El Juego: una suerte de pacto entre los escritores de la Sociedad que consiste en sacar de dentro todo honestamente y tal cual salga, sin organizar la información, sin pensar en lo fiable o no que pueda ser tal y como la ha almacenado la mente. Cuando los jugadores reflexionan sobre aspectos de su infancia, en relación con la escritora Laura White y la formación que les dio, surgen elementos puramente míticos, sin sentido, ilógicos. Resulta imposible unir las piezas del puzle porque los recuerdos no son objetivos ni coherentes. Están condicionados por los eventos que les siguieron y la percepción desde la que se vivieron, y al mismo tiempo nos condicionan en cómo entendemos el presente.
La novela da cien vueltas en torno a los recuerdos de distintas personas acerca de un mismo suceso, y descubre que es dificilísimo reconstruir la realidad, ya que ésta no es una narración lineal y cada punto de vista es volátil, se contamina por la influencia del devenir y de los relatos ajenos (como los libros de la biblioteca de Rabbit Back se contaminan unos de otros), muta.

El otro gran tema de la novela, y que personalmente me resultó divertidísimo de leer, tiene que ver con la figura del escritor. El libro nos presenta, en mayor o menor profundidad, a once personajes que son autores literarios y llevan vidas muy diferentes en su pueblo natal. 
Jääskeläinen lo hace genial porque toma figuras y tópicos de las letras finlandesas para ilustrar los distintos tipos de escritor que quiere plasmar, de manera que aparecen infinidad de chascarrillos y es fácil sentirse familiarizado con los personajes por asociación. 
La Sociedad Literaria en sí puede recordar a cualquier otra, pero en particular me ha llevado a pensar en la Villa Kivi, en Helsinki, una casa situada a la orilla del lago Töölö y abierta en los 80 con la finalidad de proporcionar a escritores finlandeses un lugar donde no sólo escribir, sino reunirse y coordinarse con sociedades de escritores. La Sociedad, y toda la trama del libro, gira en torno a Laura White, escritora de obras infantiles pero un poco siniestras (ella no las había concebido para niños, pero han triunfado entre ellos precisamente por incluir elementos fantásticos, como pasaba en Finlandia antes de que se reconociera el valor de la fantasía) que es conocida en todo el mundo y especialmente alabada por el público japonés. Laura White funciona como motor de la historia, pero no interesa como personaje sino como musa para todo ese círculo de autores que viven en una súplica constante por recibir más de ella. Que la figura en la que se inspira es Tove Jansson, con sus múltiples trabajos sobre los Mumin, es muy evidente; su popularidad internacional, el carácter de su obra y hasta pequeños detalles de su vida. 
Asimismo, todos los otros escritores responden si no a nombres específicos, a estereotipos de la literatura finlandesa: la autora de novela negra, el de género erótico que se pasa a guionista de televisión, la autora de ciencia-ficción menospreciada por los que escriben novelas "serias" y que emplea un seudónimo masculino para que su obra se venda internacionalmente (me decía también Emmi Itäranta que en Finlandia hoy en día triunfan más escritoras que escritores, pero todos hemos visto en librerías la sección de ci-fi con su escasísimo porcentaje de autoras mujeres), etcétera.
Tenemos las figuras de los fans, de los estudiosos literarios y hasta de la crítica. Acertadamente, la protagonista, Ella, no entra en sólo uno de esos sacos: es, a la vez, investigadora, escritora y lectora. 
Todos los escritores de la novela son personas profundamente disfuncionales y enfermas, a la carta: trastorno obsesivo-compulsivo, adicción a la comida, depredador sexual (hay una escena de violencia sexual que me dejó muy mal cuerpo y me quiso recordar a Let the right one in, de John Ajvide Lindqvist), paranoia... Tanto la mecánica de El Juego (donde es obligatorio que la verdad salga a la luz, bajo uso de drogas y violencia si es necesario) como la forma de afrontar sus vidas y carreras de los personajes, contribuyen a la visión tan mordaz que el autor transmite del escritor: alguien que se alimenta de las vidas de los demás sin importar el daño que cause de paso, que utiliza a quienes le rodean como alimento para su obra, que decide olvidar a quién le robó la inspiración para poder seguir adelante. Un escritor que es un enfermo por definición, que no existe de ninguna otra manera porque nadie en su sano juicio puede dedicar su vida al martirio de escribir.

Everybody knows that no healthy person would take up writing novels. Healthy people do healthy things. All this darned hoopla and hot air about literature-what is it really but mental derangement run through a printing press?

(Todo el mundo sabe que ninguna persona sana se dedicaría a escribir novelas. La gente sana hace cosas sanas. Tanto bombo y platillo a la literatura, cuando no es más que enajenación mental pasada por una imprenta). 


Los escritores de la Sociedad tienen parejas, hijos, empleos. Todos ellos, sin embargo, se muestran apáticos y prácticamente desvinculados de esa realidad, que encuentran secundaria a la realidad principal de su proceso de creación.
Jääskeläinen también aprovecha para tocar cuestiones como la originalidad (que no existe, siempre bebemos de lo anterior a nosotros) y la idealización. 
Laura se muestra como objeto de deseo en el sentido más físico tanto para lectores, como para autores, estudiosos y críticos; deja de ser una escritora de referencia para convertirse en una suerte de musa, y las relaciones con las musas son en esencia irregulares y egoístas.


I don't have any ideas of my own. Maybe none of us do. All we have are the thousand ideas that we stole from the dead boy.

(No tengo ideas propias. Quizá ninguno las tengamos. Todo lo que tenemos son las mil ideas que le robamos al chico muerto).


Por último, encuentro curioso e interesante que el personaje que se diferencia más del conjunto de escritores del libro sea Aura Jokinen, la única que escribe ciencia-ficción, considerada una friki por sus compañeros y la más respetada por la musa. Aura es la única que busca las ideas por su propia cuenta sin copiar directamente a otros, se distancia del deseo de todos los demás de explicar las historias desde géneros anclados en el realismo. Teniendo en cuenta que hablamos de Finnish Weird, esta visión resulta reivindicativa.


¿Por qué no recomendaría esta novela a cualquiera? Primero, porque no me parece la obra más cómoda por la que entrar en el mundo del Suomikumma; es liosa, un poco tonta a ratos, no resuelve la mayoría de misterios que plantea (aunque el que resuelve me parece genial)... Segundo, porque sus personajes son horribles y no creo que a nadie puedan no caerle mal; enganchan e interesan, pero son de esa gente que uno querría bien lejos. Por último, porque hay varias cosas que si no se entiende el contexto pueden resultar muy turbias, como las constantes mofas acerca de un personaje con obesidad o las incesantes menciones a los atributos físicos y muy sexualizados de la protagonista, bastante fuera de lugar. A ratos dan ganas de mandar al autor adonde yo te diga por algunas de estas cosas.


Sin embargo, como novela de ficción especulativa muy anclada en la tradición de la que surge y como homenaje (de alguna retorcida manera) a la literatura de su país, es muy disfrutable. Intriga, divierte, a ratos asquea mucho y sobre todo se siente como un descubrimiento constante, más por el viaje que por el destino.


Mi próxima lectura Finnish Weird volverá a ser, sin duda, de Johanna Sinisalo, a la que mi cuerpo me pide imperiosamente llegar a conocer de verdad. Ya os contaré si esta vez es la buena.

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