Pretendo que ésta sea la última vez que tenga que agrupar tres meses porque ya me cuesta acordarme de lo que comí ayer.
Pero bueno. Vamos.
Películas
NO HAY. Que dirás tú: "¡Pero si es lo único que siempre haces, ver alguna película!". Pues no hay. Y no es por falta de intentos, porque algunas he visto y otras he intentado ver y me he quedado por el camino. Pero es que no he acertado una mierda.
Series
¡CHORPRECHA! Que no hay películas, pero hay series. Manda narices, no me reconozco. A ver, tampoco os esperéis que me haya chapado las trescientas temporadas de *insertenombredeseriequetodoelmundohavisto*, pero ¡he visto series (cortas)! Y me han gustado todas:
-Alice in Borderland (2020). No, no, no. A mí no me vengáis con que los doramas son trampa. Es cierto que el buen dorama es el único formato de serie que nunca me da pereza, pero también lo es que cada vez me cuesta más encontrar títulos originales o llamativos. En este caso, volvemos a hablar de dorama hecho para Netflix y el protagonista es mi ya muy apreciado Kento Yamazaki, el de Todome no Kiss (que ya sabéis que fue mi gran obsesión cuarentenil de 2020). EN FIN, que Alice in Borderland es un dorama episódico de supervivencia a base de pruebas que implican mucha muerte y destrucción alrededor. Recuerda a Gantz (ALERTA POR MISMO DIRECTOR), a Mirai Nikki, a Saw y a toda esa ristra de mangas/animes/películas en que un ente superior desconocido pone a unos personajes a liarla parda para no morir.
La factura técnica es notable y cada episodio parece una película. Es entretenida, tiene momentos en que emociona y hay imágenes de Tokyo que habría jurado que eran reales de no haber enseñado los entresijos el propio Yamazaki en Instagram.
Para ser redonda, habría necesitado guiones más sorprendentes en que no acabara la balanza siempre del lado del protagonista. Se ve venir en muchas ocasiones y le falta esa chispilla de lo inesperado.
Pero vamos, que te la gozas.
-La infamia (2017). De Japón a Reino Unido, de la ciencia-ficción a una mini-serie basada en hechos reales. Se estructura en tres episodios que nos narran, desde la perspectiva de las víctimas y sus entornos inmediatos, la red de pederastia juzgada en Rochdale en 2012. Fue un caso muy controvertido en su momento, por un lado porque desde los servicios sociales locales se había dado alerta de la situación múltiples veces sin que nadie hiciera nada por intervenir; y, por otro lado, porque los perpetradores eran británicos paquistaníes y el problema del racismo estuvo muy presente en la opinión pública y la prensa.
La miniserie es directa, explica primero cómo se inicia la situación de abuso y cómo se prolonga en el tiempo, analiza las consecuencias psicológicas y familiares, plasma cómo las instituciones son muchísimas veces incapaces de intervenir y no tiene miedo de mostrar un proceso policial y judicial que tuvo muchas negligencias. También lanza al aire la crítica del trato a las víctimas en casos de abuso sexual, y lo hace acertadamente habiéndonos presentado a cada una de ellas y habiéndonos hecho comprender cómo llegaron a esa situación y cómo salieron de ella.
Me gustó mucho.
(Curioso que la novela de Ledicia Costas que trata temas parecidos se titule igual).
-Eating existence (2015). ¡Otro dorama! Aunque con trampa, porque los episodios duran diez minutos. Lo vi por No Min Woo, pero la que me encantó fue Ahn Young Mi, en un papel femenino muy distinto de las típicas protagonistas y con ideas claras que desafían las convenciones coreanas. Es una miniserie de chica conoce a chico muy sencilla y entretenida, un poco slice of life de personas que se salen de la norma, pero se encuentran y pueden compartir esas rarezas.
Pocas veces me ha dado tanto asco la comida en pantalla, pero la serie está muy bien.
Libros
-Demian, de Hermann Hesse. Sí, me costó un poco avanzar y sí, me dejó un poco descolocada esperando algo. Pero el algo era lo que ya estaba ahí desde el principio, esa barbaridad clarividente que abre en canal la naturaleza humana con sus fuerzas guía y sus contradicciones para explicar lo que significa convertirse en uno mismo, adulto y dueño de la totalidad de su persona.
Sí, también voy a reconocer que lo leí por BTS y que desde entonces aprecio mucho más cómo en sus videoclips incorporan esta historia para hablar de la autoestima; pero el poso me lo ha dejado el libro y es de esas historias a las que volveré en busca de algo. Algo que quizá no encuentre de la forma que querría, pero que moverá teclas importantes en mi cabeza y me servirá para abrirme un poco más a mí misma.
-Un beso antes de morir, de Ira Levin. MIRA. MIRA. Este libro he empezado a leerlo cientos de veces a lo largo de mi vida. Ha estado en mi casa desde siempre, una portada blanca con unos labios como si alguien hubiera dejado una huella de carmín. Lo cogí por primera vez cuando tenía unos quince años, lo he vuelto a iniciar innumerables veces y al final mi hermana decidió que se lo apropiaba sin que yo hubiera avanzado más de la mitad. Y no sé por qué, si es tremendamente adictivo.
Ira Levin tenía veintitrés años cuando escribió esta novela que sería absolutamente magistral de no haberse quedado su desenlace algo manido en pleno 2021. Pero todo lo que lo precede es absoluta maravilla. Se divide en tres actos para las tres víctimas de nuestro protagonista sociópata capaz de todo por ser alguien; los dos primeros, vertiginosos y cargados de detalles, desembocan en un tercer acto más desbocado, que ha perdido el buen hacer del asesino metódico.
Es sobre todo, un libro muy entretenido que no se puede soltar y que realiza un análisis rápido y certerísimo de toda una serie de estereotipos propios de una época y un lugar. La contextualización es exquisita, es casi como si la prosa misma hablara un idioma propio de los 50 que ya no usamos.
Genial.
-Familiar Face, de Michael DeForge. A través de muñequitos muy raros y paisajes surrealistas, habla del sinsentido de la vida actual y del declive del ser humano ahogado por su propio desarrollo. Es muy entrañable, en realidad.
-Tomillos varios: 13 y 14 de El león de marzo, Tokyo Babylon como relectura navideña. Todo precioso.
-A sure star in a moonless night, de Sirkka Turkka. Buscando literatura finlandesa traducida (en especial, poesía; sigo en Instagram a un señor finlandés que traduce un poema diario y me pone los dientes largos), di con FILI, una organización para promover la publicación de literatura finlandesa en otros idiomas. Y, gracias a FILI, mi biblioteca tiene unos cuantos volúmenes más.
Mi primera lectura ha sido esta poesía reunida de Sirkka Turkka, que me ha parecido absolutamente finlandesa y absolutamente deliciosa. Desde lo parco, lo cotidiano y lo intrascendente, habla de la vida, la muerte, las añoranzas, los anhelos... Poesía existencial sin ápice de sentimentalismos, pero por completo sensible y profunda.
Música
¿En serio tengo que repetiros que estoy todo el día escuchando BTS, viendo cosas de BTS, pendiente de noticias de BTS...? Es decir, en series habría ganado más explicando que he vuelto a empezar a ver su Bon Voyage, que me he tragado todos sus documentales y conciertos, que voy al día con RUN BTS... Es la realidad.
Así que sí: he escuchado a BTS. Mucho. Y, por no dar la lata y parecer una adolescente pirada, no voy a entrar en detalles, pero sí os voy a recomendar su reciente Unplugged en MTV (el concepto de unplugged, actualmente, como que no tiene mucho sentido) que me levanté a las 3 de la mañana para ver. En concreto, os dejo su versión de Fix You de Coldplay porque aún no he dejado de llorar desde que salió:
También he estado a tope con canciones de otra gente, como por ejemplo:
-Paralysed y Start the Fire, de Jamie Bower. Counterfeit llegó a su final en 2020, pero eso ha traído a Jamie haciendo otro tipo de música. Estos primeros temas me tienen enamorada y orgullosísima.
-The Purge, de Within Temptation. Qué temazo, qué cosa más adictiva. Yo vengo del Within Temptation de mis dieciséis años y llevaba un buen tiempo confundida por el enorme cambio de la banda y sobre todo de la forma de cantar de Sharon. Ha habido muchas canciones que me han gustado de sus últimos discos, pero con ésta me han enganchado de nuevo.
-¿Qué más quieres de mi?, de Marta Sango. Me encanta esta chica, que haga lo que le apetece y que sea tan fiel a su esencia. Y me encanta esta canción, aunque el videoclip habría molado más con gente que bailara un poco mejor.
-Sakura Rising, de WagakkiBand. Nunca había escuchado mucho a este grupo, sabía de su existencia pero me parecían una mezcla de Kagrra, y Onmyouza y no les había dado más importancia al escuchar ya mucho a los anteriores. Pero sacaron esta canción con Amy Lee y me ha parecido mágica la conjunción de un estilo inspirado por las tradiciones japonesas y la voz aterciopelada de la cantante de Evanescence.
Otras cosas
No voy a hablar de excursiones ni de conciertos porque me deprime un poco pensar que lo más cerca que he estado de algo de esto último ha sido el Raskasta Joulua emitido online y que acto seguido Marko Hietala anunció su marcha de Nightwish.
He estado por aquí, como todo el mundo. He visto a mi familia en Navidad y no he tenido que preparar el menú individual para Nochebuena (ya lo tenía medio planeado). He podido escaparme a pueblos bonitos, he pasado demasiado tiempo en Fisterra (con sus fisterranas y fisterranos), he visto el mar a diario y me ha costado dormir casi todas las noches.
Me he comprado una kalimba y paso más horas de las que debería haciéndola sonar y sacando melodías. Puede que empiece a componer con kalimba; en algún momento quiero hacer música a base de kalimba y bajo, ya verás qué cosa más maja (si veo que faltan cosas, le meto una pandereta y palante).
Está siendo un año difícil. Algunas cosas están muy bien y valoro que lo estén, pero otras me tienen todo el tiempo agobiada y preocupada. La pandemia, ya tal.
¡Que marzo sea mejor! Sed lo más felices posible.
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