jueves, 26 de marzo de 2020

Todome no Kiss y mi corazón deshechito en pedazos


Ay, estoy muy triste. Y estoy muy contenta y emocionada y enamorada y mustia de todo.

He venido aquí a fangirlear. A soltar todo lo que llevo dentro de mi kokoro. Y pienso hacerlo hasta las últimas consecuencias.

Cuando uno piensa en cuarentena, piensa en tiempo. En leer todos esos libros a medias, devorar Filmin entero y dejar Netflix sin series. Yo pensé en doramas y en volver a ver Nobuta, o Love Shuffle, o cualquier otro de mis grandes favoritos porque ya me tienen sin necesidad de ganarme; una, que a día de hoy experimenta una pereza monumental a la hora de comenzar series nuevas. Así que me fui a la carpeta donde tengo descargados los mejores y me di cuenta de que Nobuta estaba sólo a medias y de que quizá mis actores predilectos hubieran hecho algo interesante últimamente. Y me metí en una web aleatoria de doramas y rodé por los perfiles de Takayuki Yamada y de Kubota Masataka, pero de alguna manera acabé en Todome no Kiss

Ni conocía a los actores (que suele ser mi manera de navegar), ni tenía ni idea de qué iba, ni el póster me llamó demasiado. Pero me lo puse. No sé por qué.

Y me dio un poco de cringe la primera escena y pensé que había llegado a una de esas series que buscan provocar con cuatro besos mal dados. Sólo que tan mal dados no estaban.

TOTAL: que pasaron los diez primeros minutos y estaba hipnotizada por la puta pantalla. No sabía de qué narices iba la cosa, si me pretendían encasquetar un "siempre el mismo día", si era una serie de miedo, si estaba viendo una auténtica porquería.

El caso es que me quedé, y terminó el primero y tuve que ver el segundo. Y desde luego que al finalizar el segundo ya era fan absoluta. Y ahora me he acabado todo lo que existe en torno a la serie y sólo quiero abrazarme las rodillas y llorar y poder retroceder en el tiempo, como lo hace Saiko, para volver a devorarla sin tener ni puñetera idea de lo que iba a encontrar y sentir una vez más toda la sorpresa y el enganche y el corazón roto.




A ver cómo te lo cuento. Ves el primer episodio y es una serie de terror. Hay una paisana chunga que mata gente besándola. Bueno, mata al protagonista, al menos; una y otra vez, si eso tiene algún sentido.
Ves el segundo y es puro thriller y entonces llega la comedia: un arco de carcajadas de todos los colores y pura genialidad creativa. Y va entretejiéndose el drama, porque todas las series japonesas tienen ese telón de fondo de sentimientos y calorcito humano. Deriva en tragedia, tragedia loquísima, con sangre y traiciones telenovelescas incluidas. Y sigue el drama. Y sigue la comedia. Y crees que no te tomas totalmente en serio nada de lo que sucede. PERO SÍ. Porque te has enamorado perdidamente de los personajes y ya te duelen como si fueran tu familia. 

Este dorama rezuma originalidad. Es distinto de todo lo que he visto hasta ahora, pese a no tener un planteamiento novedoso y beber de muchos clichés japoneses. Es original por su tono, cambiante pero sin perderse nunca, ligero y profundo al mismo tiempo, como si toda la historia se estuviera contando desde la risa un pelín amarga del vaso de whisky en un bar de mierda.
El guión es perfecto. Era tan fácil cargárselo en cualquier momento que veía la serie con el miedo de que llegara el plof. Y no llegó. Nunca. Es redonda, lleva a los personajes a sus últimas consecuencias y se atreve a escribir el final que la historia tenía que tener.

Los dos protagonistas son PRECIOSOS. Son preciosos. Son complejos, están rotiños por dentro, arrastran culpas y traumas que no les permiten ser felices. Se autodestruyen un poco. Él es un antihéroe y I'm a sucker for fucking antiheroes. A poco que estén bien escritos y el actor me transmita, ahí estoy; me fascinan los personajes destrozados, y Eight lo está por completo y basa su vida en pisar a quien se interponga entre él y su propio éxito, que sitúa en el dinero y la posición. Ella es la cosa más bonita hecha personaje, es un corazón andante que tartamudea y no sabe sonreír y tiene una mirada llena de verdad. 

El resto de personajes se apoyan más en estereotipos que el público ya conoce y llegan a nosotros siéndonos muy familiares y dejándonos entender quiénes son de forma muy sencilla. Pero eso no les resta profundidad porque, con todo, cada uno tiene sus miedos y deseos. Aunque no sean nuevos ni tan emocionantes como la pareja protagonista, se sienten vivos gracias al buen trabajo de los actores y a que la serie les da tiempo para contarnos su historia.

Todo es muy loco y todo es medible de acuerdo con los propios estándares de normalidad y moralidad de una serie que no deja de ser ciencia-ficción y culebrón, pero que va más allá de eso. Una serie que, como buen dorama japonés, explora lo que cada uno lleva dentro y lanza un mensaje valioso para una sociedad que, de hecho, lo necesita: la codicia conduce a un éxito vacío que no puede hacer feliz a nadie. 


Los personajes avanzan y maduran con el paso de la historia, pero no caen en el truco de guión barato de pasar del negro al blanco. Eight es gris oscuro y, aunque su corazón es el del niño que perdió a su hermano en un accidente de barco, el tren de vida que ha elegido no se puede detener de la noche a la mañana. Y le vemos cambiar poco a poco y reencontrarse con su verdadera voz, pero también no poder echar el freno de mano. 

El final es redondo y perfecto, el que el personaje merecía, y sin embargo tampoco deja de ser un cliché. Un cliché que odio. Y me ha encantado.
Siempre que he visto este recurso en una historia, he sentido una rabia e impotencia sin medida. Lo he odiado. Pero aquí es lo que debe ser. Es lo que Eight -Otaro- ha cosechado. Y es el último apretón de tuerca para que llegue a ser lo que en el fondo fue siempre pero había enterrado. 

Los creadores de la serie aún hicieron otra cosa bien: crearon una ristra de episodios especiales, titulados Todome no Parallel, donde se ven las consecuencias de las acciones de la serie original. No lo he comentado aún pese a ser el argumento principal, pero Todome no Kiss va de viajes en el tiempo; así que quedaban muchas posibilidades por explorar y son tan locas como podría esperarse. A la vez, nos dieron un último bocadito de la trama original y fueron capaces de dejarnos con el sabor de la esperanza. Así que doble final redondo. Por lo que cuenta y por todo lo que decidió callar.

TodoKiss va a ser ya para siempre un lugar feliz. Una serie a la que volveré, como ya lo estoy haciendo porque ha sido terminarla y tener que volver a empezar. Me llevo en el corazón a Saiko y a Eight y los deseos de poder abrazarlos. Como ese abrazo que se dan en un momento dado, con el papel que tiene el abrazo en las relaciones japonesas, en contraposición a muchas escenas donde el protagonista era el beso. 

Qué genialidad de serie y qué vacío tan grande me deja...

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