martes, 31 de marzo de 2020

Ficciones para mantener corduras: series

A good story should make you laugh, and a moment later break your heart, Chuck Palahniuk.

Hablaba en la entrada del otro día sobre obras de ficción que son como un hogar, que nos hacen sentir acogidos y abrazados. No sé si os pasa, pero para mí hay historias que reclaman su derecho a ser parte indispensable de mi ansiedad. Y ya no me refiero a obras favoritas (que, por otro lado, en ese grupo no dejan de estar), sino de esos libros que abres cuando necesitas cariño. De esas series que son como estar con tu grupo de amigos.

Por eso, hoy no voy a mencionar ni Lost, ni Black Sails; son mis dos series favoritas de la vida y son amor absoluto, pero no va la cosa por ahí.

Hoy voy a hablar de algunas series que me tratan con amabilidad y cuidado. Alguna es incluso dramática, pero tienen ese algo que me purifica por dentro y siempre me deja mejor. Aunque mejor a veces sea llorando durante horas.

Vamos con ellas:


-My girlfriend is a Gumiho (2010). Fue mi primerito Kdrama y sigue siendo un gran amor en mi vida. Es una historia de fantasía muy sencilla y tontorrona, pero cuyos actores principales rezuman carisma y hacen que los personajes resulten magnéticos. Desde el minuto uno estás deseando que esa pareja tan especial salga adelante y tenga bebés zorritos. Luego está el humor, porque es una serie para reírse mucho y, claro, para algunas veces sufrir un poquito. Pero compensa con altísimas dosis de ternura.

-Black Books (2004). Una de mis cosas recurrentes y preferidas del mundo es esta serie irreverente, distinta a todo, ridícula, absurda y magistral. Humor inglés/irlandés en su máxima expresión, carcajadas siempre aunque me conozca las escenas al dedillo, amor absoluto por sus tres protagonistas y por los tres actorazos que los han hecho icónicos. Dylan Moran es un genio y ésta es su gran obra maestra. Da igual lo que pase, que se venga el mundo abajo; que Black Books siempre me sabe hacer ver las cosas menos... negras.

-Rich man, poor woman (2012). Un romance al que vuelvo todo el tiempo. Esos personajes tan especiales y tan bonitos que interpretan Shun Oguri y Satomi Ishihara tienen una química que me captura siempre. Ella es adictiva, incluso aunque con los años la vea sobreactuada, pero tiene una luz y un punto de naturalidad que la distinguen. Los secundarios también son memorables y la trama de amistad y traición está bien lograda. Pero a mí la serie me flipa por la pareja protagonista, que ojalá se reuniera para hacer veinte mil doramas más.

-Hachimitsu to clover (2008). Da igual el tiempo que pase y las veces que me lea el manga en el que se basa (que me flipa también): la serie es un hogar. Los actores dan vida a una pandilla de amigos que se enfrenta a ese momento de empezar una vida adulta. Los personajes son distintos, profundos, tienen inquietudes y relaciones diferentes entre ellos. Todos enamoran, aunque mi corazón siempre tendrá un lugar especial para el Morita de Hiroki Narimiya. Esta serie es como una palmada en la espalda en el momento justo.

-Friends (1994). Pues qué queréis que os diga. Es que pueden transcurrir décadas, puede estar lloviendo o tronando, que esta serie sigue siendo fresca e ingeniosa una y otra vez. No cansa y no pasa. Los personajes inolvidables, los diálogos brillantes, maestría pura a la hora de hilar una comedia de no pocas temporadas de la que tranquilamente veríamos otras tantas más. Es maravillosa.

-Tatta hitotsu no koi (2006). Volviendo al drama romántico, no hay dorama que me ponga tan tonta como éste. Es una historia de amor simple y ñoña que me encanta por sus actores (uno de mis papeles favoritos de Kazuya Kamenashi), por la banda sonora bellísima y la química de los personajes. En este caso, es más bien un rich woman, poor man; y se centra en las desigualdades sociales y lo incompatibles que son, en Japón, con una relación estable. No sé, es que quiero que esos personajes sean felices para siempre y ya está.

-The Musketeers (2014). Ésta es una de las grandes series que asocio con sentirme en casita, cómoda y tranquila. Se basa en la novela de Dumas y no tiene nada que ver con ella, sino que encuentra su propio tono y a sus propios personajes y conquista por sí sola. De la novela original mantiene el género aventurero puro, la camaradería y el buen humor; le añade valores actuales, mujeres mejor exploradas y bellezones maravillosos como protagonistas. Es una de esas series que no pretenden más que hacernos sentir incluidos en el grupo de amigos. Y yo soy una polilla ante esas historias.

-Robin Hood (2006). En el mismo hilo de The Musketeers está la Robin Hood de la BBC. Me acompañó en mis años de carrera y he vuelto a ella muchas veces desde entonces por las mismas razones que a la anterior: es un cuento de aventuras, con humor, drama, romance y camaradería a tope. Los personajes son adorables, Marian es una delicia y para mí este Robin Hood se acerca millones de veces más al de las leyendas que cualquiera interpretado por Russell Crowe o similares. Nunca veo la tercera temporada porque para mí termina en la segunda, pero las dos primeras son una constante en la que me siento abrazada.

-The IT Crowd (2006). Vuelvo al humor británico porque, si con Black Books me muero de risa cada vez, The IT Crowd no se queda atrás. No hay capítulo que no sea una locura. Los personajes son maravillosos y las interpretaciones los elevan, hay escenas que podría tatuarme de lo icónicas que son y joder, A fire??? At a Sea Parks??? Una absoluta genialidad que cae mínimo una vez al año y me soluciona la vida.

-Nobuta wo produce (2005). EL dorama. Pasará la vida, me enamoraré de muchos, volveré sobre otros... Nobuta es EL dorama. No fue mi primero, sino el segundo o tercero que vi; pero fue el que me hizo no dejar de ver series japonesas nunca más. Una historia bonita y a ratos un poquito triste sobre el bullying, la inadaptación social, la amistad y las máscaras que nos ponemos para encajar en el grupo. Me cuenta más cosas de la sociedad nipona cada vez que la veo y sus personajes son un poquito más importantes para mí a medida que pasa el tiempo. Siempre echo de menos esta serie y siempre es hogar.

-Will (2017). Una relativamente reciente que se metió de cabeza en esta lista desde el primer visionado. Versión pop/punk de la juventud de Shakespeare, es colorida y dinámica, divertida y con bastante drama pero sin ensuciar. Su Christopher Marlowe es una obsesión absoluta y mi personal enamoramiento de Richard Burbage hijo es culpable de que la vea más veces de la cuenta. Ese teatro es como volver a casa siempre y el mismo espíritu de la serie conecta conmigo al nivel justo para que la busque cuando necesito cariño.

-Todome no kiss (2018). Que sí, que aún la acabo de descubrir hace unos días. Que ya di la chapa en el post anterior. Pero es que lo sé. Lo sé. Va a ser recurrente y hogar. La he visto dos veces seguidas en una semana y tengo ganas de verla una tercera. Así anda el patio. Es única, sorprendente, divertidísima y absolutamente emotiva. Te deja un poso de amor imborrable.


Hay muchos más títulos que no he mencionado y han estado conmigo en momentos críticos. Hay también episodios específicos de Buffy o Lost que me pongo cuando necesito un Todo va a ir bien y doramas que veo de continuo y me emancipan del mundo. Pero estas series que he mencionado tienen un poder especial de cobijo. 


¿Hay alguna serie que os haga sentir de esta manera?

Beso fuerte, suerte y ánimo.

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