domingo, 1 de enero de 2023

2022 en conciertos



Madre mía. MADRE MÍA.

El mero hecho de estar escribiendo esta entrada me hace querer chillar de pura emoción. Después de todo 2020 (mi último concierto pre-pandemia había sido Dir en Grey en Berlín a comienzos de año), de todo 2021 y de la primera mitad de 2022... ¡Conciertos! De esos que planeo durante meses con viaje incluido, de los fortuitos, de los que me aceleran el corazón al tratarse de un artista de los que me han cambiado la vida.

Buf. Es inexplicable lo que siento al haber recuperado una parte de mí que echaba tanto de menos. Y es que, si lleváis un tiempo leyendo mis entradas, sabéis que eso es exactamente lo que la música en directo es en mi vida: un trozo indispensable de quien soy y de mi felicidad.
La cuarentena encontró una forma bonita de mantener viva esa emoción gracias a las retransmisiones en directo, pero, a medida que se reanudaban las giras en 2021, eso fue desapareciendo y su ausencia se sumó a los aplazamientos y cancelaciones de los pocos vivos a los que pensaba acercarme.
Total, que llegamos a mayo de 2022 con una sed muy acusada y viviendo en la Costa da Morte (que tanto añoro ahora). Y va el Concello de Vimianzo y se trae a las Tanxugueiras a abrir la temporada de festivales de la primavera-verano, y su (ligeramente accidentada) actuación en la capital de Soneira es mi primer concierto en dos años y medio. No esperaba que se tratara del primero DE UNOS CUANTOS en lo que restaba de 2022, pero aquí estamos.

Así que hoy, mientras despido el año de camino a mi casa desde Austria, donde he estado unos días renovando votos de amor por Rex, un policía diferente; os hablo un poquito de los grandes momentos que me ha dado en 2022 la música en vivo con el deseo de que la racha continúe mucho tiempo.


-Tanxugueiras. Originalmente estaba programado para el 16 de mayo, en medio y medio del puente de las Letras Galegas, pero esa misma tarde lo aplazaron al día siguiente por culpa de las peligrosas rachas de viento, no sin cierta polémica por cómo se gestionó el asunto por parte del Concello.
Como el resto de mi región, yo me había enamorado de Tanxugueiras gracias a Terra y el Benidorm Fest; si bien las conocía de pasada desde antes, no me había animado a escucharlas hasta que se metieron a hacer un sonido más pop combinando sus panderetas y cantos corales con ritmos de reguetón y electrónica.
El concierto fue una pasada, desde el acertado repertorio incluyendo temas más tradicionales y otros del nuevo disco, pasando por una correcta puesta en escena que permitía conectar con ellas y su simpatía natural, y hasta por supuesto el público lleno de niñas con panderetas viviendo su mejor vida.
Es emocionante ver cómo las Tanxus han conseguido despertar en tanta gente joven el amor por los instrumentos y sonidos tradicionales y fue genial vivirlo en un lugar que me ha dado tanto como Vimianzo y que para mí representa lo mejor de Galicia. 

-Sés. También en Vimianzo y como despedida final al curso más especial de mi vida en ese trocito irreemplazable de la Costa da Morte, vi a Sés dar un concierto enmarcado en el Asalto ao castelo: una fiesta histórica que recrea la quema del castillo por parte de los Irmandiños y exalta los sentimientos de libertad y unidad del pueblo. No es una Festa da Istoria de Ribadavia, sino que se trata de un evento mucho más pequeño, y quizá sea eso lo que lo hace tan especial. 
La mezcla de mi tristeza por irme de allí sin saber si volvería (volveré cuantas veces pueda, aunque probablemente ya nunca como profe), la emoción del asalto en sí y el hecho de estar como quien dice en primera fila, hicieron que disfrutara mucho del directo de Sés. No toda su música me gusta y no todos sus mensajes son compartidos por mí, pero valoro mucho la capacidad de una artista de su talla para ponerse al servicio de las cosas en las que cree y defenderlas en cada canción.
El repertorio fue una mezcla de canciones más clásicas y sonidos más rockeros, extraídos del último disco que había sacado en ese momento; y me sorprendió mucho el buenísimo directo que tiene y lo versátil de su voz en géneros bastante diferentes.

-Wucan. Nuestros últimos días de viaje alemán de este verano (que básicamente consistió en algunas de las ciudades de Baviera y Baden-Württemberg como Frankfurt, Stuttgart, Freiburg, Nüremberg, Augsburg, Sigmaringen...) los pasamos en Múnich tomándonoslo con calma, dándonos tiempo para planes como echar media tarde en una piscina (LA DE SUSPIRIA, NI MÁS NI MENOS, YA OS LO CONTÉ) o dedicar lo que pareció una eternidad a consternarnos y horrorizarnos en el campo de concentración de Dachau. Fue precisamente ese día, el de Dachau, cuando decidimos mientras desayunábamos que deberíamos buscar un concierto al que ir por la noche ya que iba a ser la última vez que pudiéramos hacerlo. Encontramos entradas para un grupo que se llamaba Wucan y sonaba bien en Spotify, a rock psicodélico muy clásico y muy bien tocado; y allí que nos fuimos. 
Gracias a Wucan, descubrimos lo que es un festival alemán de música y más cosas, el Free & Easy Festival, en el Backstage Kulturzentrum, una especie de jardín a varias alturas, con áreas interiores y exteriores, puestos de comida y cerveza y un ambiente peculiar con gente de todos los estilos y edades. Convivían a la misma hora conciertos y monólogos, por lo que nos dejamos caer por varias de esas actuaciones, pero el grupo al que dedicamos más tiempo fue Wucan, pese a que en aquel espacio laberíntico nos costó encontrar la diminuta sala en la que tocaban, que acabó tan llena que no cabía ni un alfiler.
Pese al agobio, la actuación me fascinó. Es de esas bandas que escuchas en directo y son infinitamente mejores que la música grabada, sobre todo porque su cantante, Francis Tobolsky, es una bestia escénica que hipnotiza con su voz descomunal, su aspecto de Amazona de Harlock Saga y el dominio espectacular de la flauta travesera y el theremin en un despliegue de psicodelia delicioso. 
Son un grupo pequeño que no toca mucho fuera de casa, así que me encantaría volver a coincidir con ellos si algún día regreso a Alemania porque me impactaron mucho.



-Raphael. No lo escondo, soy fan de Raphael y le rezo a la vida por que dure mucho, ya que su mera existencia me da fe en la humanidad. Ya había actuado en los conciertos de verano de Castrelos, en Vigo, en años anteriores; pero siempre me pillaba fuera. Por primera vez, se alinearon los astros y me pilló Raphael estando en Vigo y me gocé su actuación como una enana. 
Sorprendente y admirable que se encuentre en tan buena forma física, con una voz envolvente y un repertorio largo y variado. Tocó todas sus canciones míticas, incluida mi favorita Qué sabe nadie, así como algunos temas más recientes que no conozco tanto y alguna que otra versión como La llorona.
Para mí fue un disfrute poder verle. Me pasé casi dos horas con una sonrisa de oreja a oreja de la ilusión que me hacía estar allí.

-Salvador Sobral y Abe Rábade. En la misma línea de Raphael está para mí Salvador Sobral, ya que en ambos casos son artistas cuya música no escucho continuamente pero que admiro y me transmiten cosas bonitas. A Sobral le cogí especial cariño durante la cuarentena, cuando se dedicó a hacer directos de Instagram cantando de todo, incluidos los himnos de casi todas las Comunidades Autónomas de España. 
Este concierto se enmarcaba en el Festival TerraCeo, en la azotea del Auditorio Mar de Vigo con una vista maravillosa del atardecer tras las Cíes. Fue una actuación peculiar, desenfadada, que incluyó temas propios, versiones, poemas musicados y alguna que otra pieza del pianista que le acompañaba. Un batiburrillo especial salpicado de intervenciones habladas simpáticas que sacaban hierro a un estilo de música que normalmente se percibe como serio, pero no tiene por qué serlo.
Sobral es todo sensibilidad cuando canta y me puso la piel de gallina en más de una ocasión durante la velada.

-Iggy Pop. Lo cierto es que medio vi a algún que otro grupo más en el Festival Latitudes (¿se nos ha ido de las manos el número creciente de festivales de música? Se nos ha ido de las manos el número creciente de festivales de música), pero mi interés verdadero era Iggy Pop y sólo para él estuve de pie y a tope, muy cerca del escenario, muy cerca de la leyenda.
Honestamente, a estas alturas de la vida ya no contaba con verlo nunca. Allí, ante la iguana del rock, que sigue siendo un auténtico jefe que se merienda el concierto, pensaba en David Bowie y cómo de alguna manera ver a Iggy me acercaba también a él.
Iggy es una bestia parda. Tiene sus años, su cadera descolocada que imagino que tiene que doler mucho después de las actuaciones, y una personalidad desbordante que hace de un hombre bajito y menudo un auténtico huracán. La voz poderosa e impecable, la actitud más punkarra que nunca y un sentido del humor oscuro siempre presente dominaron una actuación maravillosa.
Me sentía en una nube flotando muy alto mientras Iggy se comía Vigo interpretando temas tan míticos como I wanna be your dog, Lust for life, The passenger o Gimme danger; pero también canciones recientes como James Bond o Free
La banda que lleva consigo es maravillosa, con mención especial a la guitarrista Sarah Lipstate, y en lo personal veo a Iggy en un momento maravilloso de su carrera, haciendo como siempre lo que le da la gana y participando en proyectos tan hipnóticos como The Dictator de Catherine Graindorge o You want it darker de Here It Is; y sacando temas nuevos que son una maravilla, como su más reciente Strung Out Johnny
Ojalá le queden muchos años por delante de desbordar talento porque, aunque se empeñó en decir unas cuantas veces que estaba mayor y algún día tendría que morir, yo lo vi más vivo que nunca.



-Placebo. La temporada de conciertos en Galicia estaba siendo increíble y el anuncio de un grupazo como Placebo en el Expourense sólo la mejoró. Placebo es una de esas bandas que llevan en mi imaginario desde la adolescencia y que me resultan icónicas e incuestionables. 
La actuación formaba parte del paquete de conciertos del Xacobeo y a nuestro alcalde pareció molestarle tanto que no sólo no le hizo nada de publicidad, sino que encima se dedicó a escribir mentiras al respecto de la cantidad de entradas vendidas en relación con el aforo permitido en el local; un imbécil el tío, siempre y en todo lugar.
La realidad: un directo PERFECTO. Sonaron a gloria, tocaron sus temas más conocidos además de bastantes canciones de su maravilloso último disco Never let me go. El sonido fue impecable, música en directo de una calidad intachable. Hubo rock, hubo indie, hubo psicodelia y hubo un gran repertorio. 
Su relación con el escenario y con las canciones les convierte en uno de esos grupos que quizá no conecten tanto con la audiencia por interacción directa como lo hacen a través del sonido.

-Muse. Era la segunda vez que los veía y no sé si me hacía más ilusión el concierto en sí (dado que es un grupo que me gustaba mucho hace años, pero cada día lo hace menos) o pisar por fin el interior de Balaídos, donde no había estado nunca ni lo habría hecho de otro modo porque odio el fútbol.
Justo al contrario que Placebo (y también justo al contrario que cuando los había visto en el Monte do Gozo de Santiago hace años), Muse no tuvo un gran sonido y supongo que se debe más a la acústica del campo que a otra cosa. Tampoco hay que olvidar que el campo de fútbol todavía está sin terminar su remodelación y entre los espacios, los andamios en uno de los laterales, que medio estadio estaba cerrado al público... En fin, las condiciones no ayudaron.
El repertorio fue acertado, incluyendo sus grandes temas de cada disco y por supuesto varios del último, que para mí es un batiburrillo muy extraño pero tiene algunas canciones que se dejan escuchar.
Estuvo bien, con mucha parafernalia, Matt más cercano de lo que lo recuerdo en Santiago y diversión garantizada. Me lo pasé muy bien.

-Alter Bridge (con Mammoth WVH y unos TREMENDOS Halestorm). Alter Bridge. Ellos. ELLOS. Creo que nunca he llegado a explicaros correctamente lo importante que ha sido este grupo para mí en los últimos años. 
En diciembre de 2019, mi última visita pre-pandemia a Madrid me llevó a un concierto de mis queridos Shinedown y otro grupo al que no había escuchado mucho: Alter Bridge. Escribí una crónica al respecto a mi vuelta y ya dejaba caer que los segundos me habían enamorado, pero aún no sabía que me iba a pasar muchas horas de aquella época metida en el coche, viendo llover y encontrando comprensión, confort y fuerza en sus canciones.
Alter Bridge me pilló en un momento donde vivía en un sitio que no me encantaba (aunque luego le cogería todo el cariño del mundo), no tenía amigos cerca y en el trabajo no podía ser más infeliz con unos compañeros competitivos, retorcidos y con valores cuestionables. Me costaba muchísimo entrar en el colegio por las mañanas, iba totalmente a mi rollo y me pasaba las tardes-noche intentando respirar profundo e impedir que me invadiera la ansiedad. 
Que llegue un grupo que canta con toda honestidad que las dificultades están ahí, que la vida es difícil, pero que depende de uno mismo salir adelante y mejorar; uf, fue crucial. De alguna manera, no habría sobrevivido sin ellos.
En 2022, casi tres años más tarde, Alter Bridge me llevó de vuelta a Madrid, la primera visita desde 2019. Me hospedé en el mismo hotel de Callao (y me adjudicaron la misma habitación), cogí el mismo metro hasta Vistalegre y escuché casi la misma setlist, salvo porque unos poquitos temas desaparecieron para dejar paso a otros de su grandioso último disco, Pawns & Kings.
Ha sido muy distinto volver a escuchar las mismas canciones desde el conocimiento, más emocionante. Canté muchísimo, me dejé la garganta, las piernas y hasta hice amigos en las incomodísimas gradas donde NUNCA MÁIS me veréis intentar encajar.
Alter Bridge son pura humildad, hay pocos grupos que me transmitan esa sencillez y normalidad de unos músicos que simplemente se suben al escenario a transmitir un mensaje y hacer magia. 
Me ha hecho muy feliz su nuevo disco y me hizo muy feliz volver a verlos, y ya estoy deseando el próximo encuentro (maldito Resu).


En fin, que 2022 ha sido maravilloso en lo que a música en directo se refiere porque por fin eso que tanto amo ha vuelto a mí.
Y pasa una cosa curiosa con las cosas que se recuperan: las normalizamos de nuevo como si no hubiera habido un período donde no las teníamos en absoluto. Intento recordarme cada vez que no, no es normal. Que hubo dos años en que coger un avión, plantarme en Madrid y ver a mi grupo favorito no era posible. Que puede volver a pasar en cualquier momento.
Y que por eso no tengo que darlo por sentado y me debo a mí misma el disfrutar al máximo de cada una de esas oportunidades.


¡Feliz 2023, que sea amable con vosotros! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Al comentar en este blog, manifiestas conocer y estar de acuerdo con la Política de Privacidad del mismo.