sábado, 15 de octubre de 2022

A tope y sin bragas con Kento Yamazaki - PARTE II (sigo HISTÉRICA)



En episodios anteriores, me dieron una baja de quince días y me puse a devorar todo cuanto cayó en mis manos de Kento Yamazaki (insertar corazones).

Hoy os traigo la recta final de esta maratón, que ha tenido sombras pero sobre todo luces muy brillantes. Gracias a estas dos semanas acompañada por él, ya me siento más o menos capaz de regresar a la vida normal. 

En fin, que he visto:


-Kingdom (2019)


Después de todos los fiascos anteriores, decidí que era el momento de ir a por el taquillazo de acción sin pretensiones, donde al menos encontraría un mejor ritmo y la acción suficiente como para que me importaran menos las carencias del guión. No esperaba llevar diez minutos de película y estar ya pensando que esto era lo que había estado necesitando desde que terminé de ver Suki na. Kingdom es el caso curioso de una película japonesa sobre la historia de China, pues básicamente viene a narrar (con un pelín de fantasía, pero sin irse a ese género) los sucesos que llevaron a la unificación de los diferentes reinos en la China Imperial.
Hablamos en este caso de una superproducción, con una ambientación cuidada y caracterizaciones maravillosas. Es acción, es guerra, es personajes que captan la atención del espectador y es un poquito de drama y un poquito de amistad, sin saturar.
En cuanto al tono, quizá sea lo más llamativo de ella porque se plantea en todo momento como una cinta que se toma en serio a sí misma, que está bien hecha y donde todos los actores cumplen con sus personajes... y entonces está nuestro protagonista, Xin (KENTO), que se encuentra completamente fuera de lugar en tono y en actitud. Xin es un protagonista de shounen manga y como tal se comporta, con sus expresiones exageradas, su arrojo a todas las situaciones de peligro sin medir y su presencia ruidosa y molesta; sólo hay otro personaje que parece estar actuando en un anime en vez de en esta cinta más seria, y ese es el rey interpretado por mi primo Kanata Hongo (que sale siempre más aislado y dueño de sus escenas y por tanto la actitud destaca menos). Todos los demás personajes actúan normal, forman parte de la historia. Para mí, fue un detalle curioso y que le dio a la cinta algo especial, el hecho de que el protagonista esté fuera de lugar y se comporte como un dibujo animado (la peli está basada en un manga, por cierto) en contraste con todos los demás; la peli habría estado bien sin este elemento porque está bien en general, pero ese toque de "aunque no es un anime, no queremos que deje de ser un anime" me pareció muy gracioso (porque estoy dando por hecho que la sobreactuación tan bestia es a propósito; por más que los japoneses tiendan a sobreactuar, esto no tiene ninguna otra explicación posible). El personaje de Kento es un coñazo, como el protagonista de shounen manga, pero con su coletita me recordaba un poco a Kenshin y eso me hizo ilusión.

Es una película sencilla en argumento, muy chula estéticamente y con unos efectos especiales que personalmente encuentro más orgánicos que los de los taquillazos estadounidenses y por tanto me gustan más. Entretenida, adictiva y recomendable.


-Your lie in April (2016)


A falta de conseguir Kingdom 2 (que se estrenó este verano en cines) y de encontrar títulos recientes chulos, tuve que recular e irme a 2016. Es el mismo año de Suki na, pero el aspecto que tiene Kento en esta película es muy distinto, ya que interpreta a un chaval de instituto algo pardillete. 
Me dejé engañar por la sinopsis, ¡y eso que el título ya lanza una advertencia!, y me pilló de sorpresa el girito de guion guión que aparece a mitad de la cinta. En realidad, la película forma parte de todo un subgénero arquetípico del melodrama nipón, pero al no ir contando con ello me sorprendió.
La premisa es un chico conoce chica. El chico tiene traumas del pasado que le impiden realizar su pasión: tocar el piano. La chica es una violinista que se pasa por el forro muchas de las normas formales que le imponen los círculos musicales donde se mueve y que decide darle un empujón al chico para superar aquello que le impide ir hacia delante.
Luego está el girito, pero no lo voy a destripar.
La película está bien. Si has consumido muchas otras del género, se sabe perfectamente cómo va a terminar y cuál es la enseñanza que pretende dejar. Con todo, es entrañable, tiene escenas bonitas y aporta lo que Orange (de la que hablé en la entrada anterior) no conseguía: comodidad y química en las interacciones entre el chico y la chica protagonistas. Sí que hay que decir que ella es un cliché andante, el de la chica superespontánea y happyflowers que a ratos queda falsa por más que Suzu Hirose dé lo mejor de sí para que nos la creamos.
Seguramente en dos días no me acordaré de ella, pero de por sí la cinta está bien.


-Y, entonces, llegó el milagro. Para mí, la estrella de estas dos semanas de enganche y la redención del mundo del dorama ante mis ojos. Había estado evitando Good doctor (2018), que es una adaptación de la serie coreana (aquí conocemos más la estadounidense, pero la original es un Kdrama) porque no me llaman nada las historias de médicos y quirófanos, y porque sabía que el protagonista tenía autismo y me daba TODO EL MIEDO que fuera una cagada (especialmente, porque el protagonista es Kento y no quería presenciar un ridículo del que no pudiera recuperarme). 


Bueno. A ver por dónde empiezo. En primer lugar, Kento hace un trabajo FANTÁSTICO en esta serie; no me meto en si cuela o no como un hombre adulto con autismo porque creo que las "señales visibles" varían mucho de una persona a otra y en función de cómo se ha trabajado con ellos desde niños, pero lo que es innegable es que se metió de lleno en su personaje, creó desde el respeto un protagonista entrañable y lleno de calidez con el que se empatiza todo el tiempo (a ratos, sus movimientos me recordaban a mi Maurice Moss y MIRA: YO, YA). El resto de interpretaciones también me gustaron mucho, de nuevo con Naohito Fujiki por ahí (a este hombre le sientan mejor los años de lo que nunca le sentó la juventud, en mi opinión) y una Juri Ueno a la que me hizo muchísima ilusión volver a encontrar después de muchos años, y que para mí es el alma de la serie junto con el doctor Shindo (Kento).
Si en España y las sociedades occidentales estamos a años luz de entender el TEA y tratarlo como merece, Japón hace aguas por todas partes; como siempre en una sociedad que rechaza la diferencia y el salirse de la cuadrícula, todo lo que recibe la persona con TEA (con cualquier necesidad específica, ya puestos) es frialdad. Quizá por eso, el mero hecho de adaptar una serie donde un hombre con TEA trabaja como cirujano infantil me parece valiente y necesario. Además, la serie acierta en muchas cosas: muestra cómo se trata a esta persona desde el principio y hasta que prueba en numerosas ocasiones su valía (maltrato físico incluido, no nos vayamos a pensar que esto no es Japón), explica cómo no entrar dentro de la cajita prediseñada no siempre es un impedimento para ser un gran profesional, y pone encima de la mesa la problemática de tener una sanidad íntegramente privada. Y es que esta última parte me encantó, la visión del hospital desde el punto de vista empresarial, el médico al servicio de la rentabilidad de la empresa. La serie retrata el hospital como un ente muchas veces frío, que vota qué cirugías asumir en función de lo que vaya a acarrear para la empresa en cuanto a imagen y beneficios; pero también nos muestra a los cirujanos como profesionales volcados en salvar las vidas de sus pacientes, dispuestos a asumir la responsabilidad de un error fatal cuando el riesgo es un elemento ineludible en su trabajo.
Para mí, lo maravilloso de Good Doctor es que desprende humanidad a raudales. Me trajo de vuelta todas aquellas emociones que experimentaba en mis primeros años de ver doramas, cuando me fascinaba cómo transmitían valores y acariciaban el corazón. Good Doctor es una de aquellas historias, deja un poso de reconciliación con el ser humano tras cada capítulo, tanto por la implicación de Shindo y el resto de los médicos, como por las diferentes historias que nos va contando de niños con enfermedades graves que pasan sus días en el hospital.
Está hecha con respeto, con cariño y con corazón. Me la quedo para siempre.


-En medio del visionado de Good Doctor y por que ésta no se me acabara en dos días, me puse Isshukan Friends (2017) sin grandes esperanzas de que me encantara. Curiosamente, y a pesar de la escarola que lleva Kento en la cabeza y de que su personaje se me hizo un poco petardillo, encontré en esta cinta lo que creo que les faltaba a Orange o a Your lie in April: es una película sencilla, que no tiene una gran historia y en la que no sucede mucho, pero está cargada de sensibilidad. 


Kaori Fujimiya (Haruna Kawaguchi) es una chica con un lapso de memoria de una semana; cada lunes, cuando vuelve a clase, es incapaz de recordar a sus compañeros. Eso la lleva a aislarse para no hacerse daño.
De esta premisa sale una narración tierna y entrañable sobre la amistad, sobre lo que las personas que nos quieren de verdad están dispuestas a hacer por estar cerca de nosotros y por que estemos bien.
La película es lenta pero bonita y se vale de todos los lugares comunes de la vida de instituto en Japón (las taquillas donde se cambian los zapatos al entrar en el centro, los clubes de después de clase, el festival de verano con fuegos artificiales, el festival cultural) para desarrollar una amistad a través de las estaciones, con sus encuentros y sus desencuentros y su permanencia. 
Me pareció muy naif y muy linda.


Llegados a este punto y con el buen sabor de boca final, decidí que era el momento de darnos una pausa, que por otro lado será breve porque se vienen cositas.

Lo que sí puedo afirmar de esta maratón es que he aprendido muchas cosas sobre Kento, las más relevantes de las cuales vendrían a ser que lleva añísimos (y yo sin enterarme) siendo el heartthrob oficial de Japón y, como tal, desde hace una década ha hecho la ristra completa de series y películas romanticonas y tontacas que se esperan de un ídolo adolescente; y que, acabando la veintena, es ahora cuando comienza a aceptar una variedad más amplia de proyectos y con ello llegan títulos mejores o como mínimo menos anodinos.

Le conocí por Todome no kiss (insertar más corazones) y me fidelizó de inmediato con su belleza, su capacidad para convertirse en personajes radicalmente distintos (no lo considero un gran actor, pero sí que consigue dar una impresión general muy diferente de un papel a otro) y lo adorable que se muestra siempre allí donde aparece. Creo que tiene mucho por dar y espero que, ahora que Netflix media y él ha madurado, sepa elegir los proyectos que le lleven a dar lo mejor de sí y a evolucionar. 


Conclusiones: 

¿Me gusta este muchacho? ME GUSTA.

¿Ha hecho muchas pelis/series muy buenas? NO.

¿Me ha sentado genial entregarme al mundo doramil y encima tener buenas vistas? POS SÍ, y me hacía mucha falta, que estaba en horas muy bajas.

Pendiente se queda por ahora la versión de Death Note junto a Masataka Kubota (tengo la AUDACIA de no haberla visto pese a que salen ambos, pero es que me da pereza Death Note a estas alturas de la vida) y en la alacena permanecen aún algunos títulos que conservaré en salazón para cuando vengan malos tiempos y deba tirar de ellos.

Así que gracias, Kento. Nos vemos en Kingdom 2, en Alice (tampoco espero grandes cosas de la segunda temporada, pero a ver) y dentro de poco en Atom no Ko (de nuevo junto a Joe Odagiri), que está al caer y tengo muchísimo hype al respecto. Y en tu Instagram, que seguiré stalkeando a saco. 

ERES MU BONICO.

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