martes, 11 de octubre de 2022

Desestructuración temporal según Byung-Chul Han

 



Porque cada hombre tiene su propio tiempo y sólo mientras siga siendo suyo se mantiene vivo. (Michael Ende, Momo)


Una ha acudido tantas veces a este blog con la finalidad de diseccionar los textos sencillos y preñados del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que se nota reiterativa y plana, sin mucho más que aportar pero con la necesidad imperiosa de verter sus propios pensamientos o al menos algunas de las citas que más mella le han hecho de la última obra leída del escritor. 

A Han le llaman filósofo pop por la sencillez de su lenguaje y cómo acerca a todo el mundo disertaciones por lo demás complejas, aun a quien jamás ha tenido contacto con la filosofía. Es un pensador lúcido, de una capacidad analítica notable y que plasma en forma de textos breves, concisos y directos ideas enredosas e inexcusablemente dependientes unas de otras: la dictadura del trabajo y el ser humano actual como proyecto de sí mismo, el exhibicionismo pornográfico de todos los aspectos de nuestro ser, la polarización del pensamiento en "yo" o "no-yo", la capitalización del propio existir, la sucesión de presentes en lugar de un fluir histórico y jerárquico del tiempo; a todo esto hace referencia en sus no pocos títulos publicados, y con cada nuevo libro de él que consumo siento que el árbol va desarrollando más ramas, todas provinientes de un tronco común que es la solidez de la visión del mundo que posee su autor, una visión desoladora pero esclarecedora, pues si comprendemos las taras también podremos en algún momento distinguir la terapia adecuada.

En El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse (2009), que me ha acompañado desde finales del verano, Byung-Chul Han ensalza la medición del tiempo que se hacía en la antigua China por medio del llamado reloj de incienso (hsiang yin), una especie de sello intrincado cuya consumación marcaba un lapso; también las geishas japonesas empleaban varitas de incienso para medir la duración de las citas con sus clientes en las casas de té. Recuperando y desmenuzando reflexiones de Heidegger, de Marx o de Arendt, Han lanza un alegato a favor de la vita contemplativa, un aspecto del tiempo que las sociedades han descuidado y denostado en favor de la explotación del hombre por parte del hombre mismo y de la sucesión de eventos.
El tiempo pleno no tiene por qué ser rico en acontecimientos, aporta el autor en relación con la actual vorágine del siempre estar haciendo, del sucederse una acción tras otra sin jerarquía ni pausa, sin duración, tratando de acortar lo máximo posible los tramos en los que no ocurre nada.

Han vislumbra un presente reducido a picos de actualidad que se convierten en pasado al instante mismo de haber ocurrido para dejar paso al siguiente, siendo este un tiempo que se consume en lugar de vivirse y habitarse, sin demora y sin duración.

La fuerza de gravedad que marca la trayectoria de las cosas va desapareciendo lentamente. Las cosas, liberadas de sus referencias de sentido, empiezan a flotar y a dar tumbos sin dirección. (...) Las cosas ya no siguen una trayectoria que las ligue a un contexto de sentido.

La falta de articulación del tiempo es la clave de la problemática temporal para Han, pues en un mundo sin distancias entre los acontecimientos es imposible que los mismos se transformen en experiencia, que ganen peso, que sean decisivos.
Han se refiere a la actual ausencia de distancias físicas que nos separen de las cosas (con transportes cada vez más eficientes y al alcance de todos, con medios informáticos que garantizan una inmediatez que suprime la negatividad de la espera) como síntomas de la misma problemática: una homogeneidad de posibilidad en todas las opciones, en un proceso abierto sin conclusión, en una des-temporalización.

Cuando la Historia, y la vida misma, pasan de ser una narración a ser una enumeración, se pierden el sentido y la identidad, se suplantan el compromiso y lo definitivo por múltiples opciones de igual relevancia y por ello irrelevantes, incapaces de producir un cierre o una articulación del tiempo.

La raíz indogermánica fri, de la que derivan las formas libre, paz y amigo (frei, Friede, Freund) significa amar. Así pues, originariamente libre significaba perteneciente a los amigos o los amantes. (...) El compromiso, y no la ausencia de este, es lo que hace libre. La libertad es una palabra relacional par excellance. La libertad no es posible sin un sostén.

La libertad, tal y como la entienden las sociedades occidentales actuales, está vinculada al trabajo y nos lleva a proyectarnos y a asumir en una misma persona los roles de amo y esclavo.

Para Han, la sociedad del trabajo es una sociedad equivocada, que ha remado en la dirección opuesta y en vez de perseguir el otium o tiempo contemplativo, que antes sólo estaba al alcance de unos pocos; ha democratizado la acción, dividiendo el tiempo humano en tiempo de trabajo y tiempo de descanso del trabajo, no siendo este último contemplativo, estando carente de peso o duración en sí mismo al estar supeditado al trabajar.
La organización temporal binaria de Aristóteles (skholia -ocio- y a-skholia -falta de ocio-) debería para Han estar jerarquizada exactamente de acuerdo a su nomenclatura para que el tiempo humano gozara de narración y de sentido: ocio como actor principal, actividad o trabajo como elemento secundario a servicio del primero.
La actividad pura empobrece la experiencia. Impone lo igual. (...) En realidad, es necesaria cierta pasividad. Hay que dejarse afectar por aquello que escapa a la actividad del sujeto activo: Hacer una experiencia con algo, sea una cosa, un hombre, un dios, significa que nos suceda, que nos ataña, que nos comprometa.


En El aroma del tiempo encontramos una disección audaz, acertada a mi parecer de un mundo de publicaciones de Instagram, donde tras mi fiesta de ayer debe llegar el viaje de mañana; y, no existiendo umbrales o intermedios, se disipan la estructura y la posibilidad de dotar a las cosas de sentido. Todo está en la cuerda floja y nos deslizamos por una vida que parece agotarse de forma vertiginosa al carecer de elementos fijos que la anclen y le aporten narración.

Todos vosotros que amáis el trabajo salvaje y lo rápido, nuevo, extraño -os soportáis mal a vosotros mismos, vuestra diligencia es huida y voluntad de olvidarse a sí mismo. Si creyeseis más en la vida, os lanzaríais menos al instante. ¡Pero no tenéis en vosotros bastante contenido para la espera -y ni siquiera para la pereza!


Voy a seguir leyendo a Han (y ahora me está picando mucho la curiosidad con Heidegger), así que esperad más líneas al respecto.  (¿Cómo os quedáis con el cambio de tono con respecto a la entrada anterior? Así es mi cerebro. También podéis esperar que en un día o dos vuelva a dar la murga con KENTO). 


Mis otras entradas sobre Byung-Chul Han:

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