miércoles, 25 de julio de 2018

La sociedad del cansancio: la autorrealización como autodestrucción

Cuando, hace una temporada, llegó a mí el artículo de El País sobre las principales ideas que expresa en su obra Byung-Chul Han, lo apunté enseguida en mi lista de autores pendientes. "Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose", el titular de la pieza, define a la perfección un conjunto de situaciones y actitudes que he vivido en los últimos cinco años, especialmente en el ámbito laboral.



Compañeros que se quedan, por sistema, dos horas más en el lugar de trabajo. Compañeros que aprovechan cada fin de semana para participar en actividades de formación relacionadas con su empleo. Compañeros que no son capaces de desvincularse de su puesto durante las vacaciones y adelantan trabajo en verano, o se apuntan a cuatro cursos, o se meten a dar clases particulares o a preparadores de oposiciones. Compañeros que van a trabajar estando de baja. Compañeros que te saturan el Whatsapp de cuestiones relacionadas con el trabajo un día cualquiera a las doce y media de la noche. Compañeros que buscan todo el rato la forma de innovar, sin objetivo ni estudio de la situación. Compañeros que, si te niegas a hacer ese cursillo un sábado por la tarde a dos horas de tu ciudad o si te vas a la hora a la que dejan de pagarte, ponen mala cara.

Ésa ha sido la tónica de trabajo que yo he conocido a lo largo de estos años como maestra, especialmente en Madrid. Gente que vive por y para su trabajo y cuyo tiempo de descanso se dedica también a su trabajo. Gente incapaz de reposar en vacaciones; viajes sí, pero deprisa y corriendo para sellar el pasaporte o sacar cuatro fotos y anotarnos un mérito, y luego ya volvemos a los cursos de Pizarra Digital en pleno agosto. Gente que buscaba de forma patológica inventarse grupos de trabajo que llevar a cabo los viernes por la tarde porque no eran capaces de asimilar que, por lo pronto, con poner en práctica lo que ya se había elaborado era suficiente.

Byung-Chul Han habla de muchas cosas a lo largo de este librito tan breve titulado La sociedad del cansancio (he leído la versión ampliada), pero una parte importante lo ocupa la crítica al mundo laboral.
El autor considera que las personas, en el paso de una sociedad autoritaria a una democracia que elimina prohibiciones y mandatos, hemos dejado de ser sujetos y nos hemos transformado en proyectos. La creciente libertad es una trampa, pues la falta de imposiciones externas deriva en una violencia autogenerada que se traduce en el evidente incremento de trastornos mentales como la depresión o los déficits de atención. 

Los proyectos, las iniciativas y la motivación reemplazan la prohibición, el mandato y la ley. A la sociedad disciplinaria todavía la rige el no. Su negatividad genera locos y criminales. La sociedad de rendimiento, por el contrario, produce depresivos y fracasados.

El nivel de autoexigencia al que nos sometemos no solamente es elevadísimo (el autor habla del yo ideal, que provoca frustración por inalcanzable y porque la comparación deja al yo real como un espantajo), sino que aumenta sin pausa y sin llegar a ningún punto concluyente. No hay un tope, no hay una meta significativa, sino que nos obligamos a nosotros mismos a aportar cada vez más rendimientos, sin alcanzar ningún punto de reposo gratificante. 

Han, partiendo de los trabajos de diferentes filósofos que aluden a cuestiones parecidas, desarrolla su teoría de la sociedad de rendimiento que camina hacia el fracaso. Una de las cuestiones que subraya es la del cambio de paradigma, de sociedades negativas basadas en el deber, a la actual moda centrada en el poder: al inculcarnos la idea de que todo el posible y de que siempre hay más que podemos hacer, se crea una ilusión de libertad (libertad obligada) que en realidad no es más que una coerción a autoexplotarnos sin objetivo sólido (todos son pasajeros y proporcionan una satisfacción breve y olvidable) ni término. 
El lamento del individuo depresivo, "Nada es posible", solamente puede manifestarse dentro de una sociedad que cree que "Nada es imposible". No-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada. La depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad. Refleja aquella humanidad que dirige la guerra contra sí misma.
En las sociedades autoritarias en las que el deber y la norma están marcados de forma externa, las personas funcionan sin tener que realizar el trabajo mental de autorregularse. En un mundo democrático con instituciones y sistemas que garantizan grados de libertad mucho mayores, cada individuo debe gobernarse a sí mismo y eso genera un gran desgaste. Esa libertad impuesta nos condiciona a ser, a la vez, jefe y empleado, rey y vasallo, asesino y verdugo. Nos lleva a una inevitable confrontación con nosotros mismos que, al mismo tiempo, erosiona el aspecto social de la vida. Queda el sujeto solo frente a la obligación de ser él mismo, pertenecerse a sí mismo y realizarse. Nietzsche hablaba de un individuo soberano de sí mismo, pero Han considera que nadie puede ser libre si esta conquista de uno se realiza en masa y por autoimposición.


La sociedad del cansancio también analiza dos elementos que considera indispensables de cara al bienestar: el aburrimiento y el agotamiento. 
El aburrimiento ha sido uno de los pilares del nacimiento mismo de la filosofía. El aburrimiento, como punto clave de la relajación espiritual, es para Han el motor de la atención y reflexión contemplativas. Sin embargo, el multitasking y la hiperactividad actuales nos hacen extremadamente poco tolerantes al hastío y a la espera, incapaces de dedicar tiempo a estar y a percibir. Una sociedad no contemplativa asesina la creatividad. Reaccionamos a todo estímulo de forma inmediata, pasamos al siguiente y no nos damos tiempo para experimentar las sensaciones o para considerar una respuesta que no sea afirmativa: A los activos les falta habitualmente una actividad superior (...) en este respecto son holgazanes. (...) Los activos ruedan, como rueda una piedra, conforme a la estupidez de la mecánica (Nietzsche).
En cuanto al agotamiento, Han se basa en las teorías de Handke en su Ensayo sobre el cansancio para diferenciar entre el cansancio elocuente, que inspira y nos devuelve la capacidad de asombrarnos, del cansancio producido por la hiperactividad: un cansancio destructivo, que nos aísla de los demás, el "síndrome del trabajador quemado" que nunca satisface sus expectativas porque puede asumir todo rol, toda responsabilidad y toda tarea que se le atribuya, dado que no tiene límites.


Esta sociedad de rendimiento, para Han, es una consecuencia lógica del capitalismo: una vez que el grado de producción ha aumentado al máximo dentro de la sociedad represiva, se alcanza techo y la manera de seguir potenciándola e incrementándola es propiciar que cada sujeto se autoexplote en términos de una libertad impuesta. Llegamos a relaciones conflictivas con nosotros mismos, a grados de narcisismo que impiden vinculaciones intensas con otros al tiempo que nos provocan altos niveles de autoagresividad y depresión: estamos hastiados de nosotros mismos, de no alcanzar el yo ideal, de no poder producir tanto como suponemos que podemos producir, de no tener la energía suficiente para lidiar con nosotros mismos y además relacionarnos con el mundo que nos rodea.

Son demasiado vitales como para morir, y están demasiado muertos como para vivir.

Nuestra sociedad, que data las fiestas y entiende las vacaciones y los fines de semana como meros repostajes para poder seguir trabajando, se centra en sobrevivir más que en vivir; de ahí la absolutización de la salud como el nuevo dios y la histeria colectiva ante la enfermedad. Sin embargo, nadie se escandaliza por la falta de ocio o descanso: por la falta de vida en sí misma.

Me mato a base de autorrealizarme. Me mato a base de optimizarme.(...)Tal vez la sociedad anterior fuera más represiva que la actual, pero hoy no somos esencialmente más libres. La represión deja paso a la depresión.

En las palabras de Han he reconocido a amigos, a compañeros y a personas que me he ido encontrando en esto de la vida adulta. Lo peor es que, en muchos casos, también me he reconocido a mí y me ha asustado. Está claro que vivimos en la época del ego, un ego que no se sustenta en un conocimiento profundo de uno mismo, sino en la exposición de un listado de logros que debe ampliarse continuamente y recibir el visto bueno de una audiencia a la que tampoco le importamos. Hemos perdido la capacidad de estar, y de estar con otros. Nos esclavizamos a nosotros mismos y nos autodestruimos. 

Este libro, editado por Herder en Barcelona y traducido por Arantzazu Saratxaga y Alberto Ciria, aporta una pequeña pero contundente reflexión sobre la vida actual y sus peligros. Me ha fascinado y enseguida voy a empezar con otro volumen del autor.

(Evidentemente, muchas de las acciones que describo arriba relacionadas con el trabajo 24/7 tienen que ver directamente con la precariedad laboral actual. Sin embargo, yo las he vivido en el ámbito educativo, en FUNCIONARIOS CON PLAZA a los que nadie va a mover de ahí). 

Desde luego, recomendadísimo.

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