martes, 30 de agosto de 2011

Tiempo de cambios


Hay experiencias que hacen que cambiemos nuestra forma de enfocar la vida. En mi caso, tengo un grave problema de estrés que impregna prácticamente todo lo que hago. Una de las cosas que más me agobian es perder el tiempo, y cuando lo hago, ya sea por pereza, falta de interés o aburrimiento, suelo pasarlo bastante mal. Pues bien, cuando terminé el Bachiller, después de meses de intenso estudio de cara a conseguir la nota que se me exigía para entrar en la carrera que tenía claro quería cursar, me sentí como si estuviera perdiendo no sólo el año en que debería haberme sacado 1º de Traducción e Interpretación, sino también las horas encerrada preparando Selectividad y todo el esfuerzo derrochado. Dejé Traducción tras unos cuantos meses intentando en vano engancharme. No fueron los contenidos de la carrera, y posiblemente si hubiera elegido otra universidad habría continuado. Pero eso fue lo que pasó. Me sentí tremendamente desmotivada y defraudada, en medio de unos profesores que te hablaban como si estuvieras perdiendo el tiempo y te invitaban a dedicarte a algo mejor. Y tiré la toalla. Quise cambiar de camino y empecé con otras cosas, cosas que tampoco me llevaron a ninguna parte y abandoné para dedicarme a la Educación Infantil.
Siempre creí que, hiciera lo que hiciese con mi vida - aparte de escribir -, estaría relacionado con las lenguas y especialmente con el inglés. De pequeña hablaba de montar una guardería con la que era mi mejor amiga, pero esa ilusión desapareció enseguida (curiosamente, ahora preparamos la misma oposición... cosas de la vida) y mis capacidades e intereses avanzaron en una dirección distinta. Por eso, cuando dejé la Facultad de Filología y Traducción y eché un vistazo atrás, sentí como si hubiera sido el mayor fraude de mi vida, y peor aún, la mayor pérdida de tiempo. Ese curso dedicado a rechazar senderos me ha pesado desde entonces, y creí que nunca me volvería a encontrar en esa situación, que no lo permitiría.
Eso hasta que decidí preparar una oposición, por supuesto. No voy a hablar de lo que pienso sobre el procedimiento selectivo, lo que en él se valora y la legalidad del mismo. Voy a hablar de mi segundo año perdido, de un año en el que renuncié a miles de cosas que me pedían a gritos una oportunidad, por encerrarme a estudiar un temario que no garantiza en absoluto mi preparación y, mucho menos, mi futuro. Éste ha sido mi segundo año perdido, una nueva carga sobre mis hombros. Y ha sido suficiente como para que tome una decisión.
Creo en el Carpe diem hasta cierto punto. Creo en ser feliz aquí y ahora, pero también en el trabajo duro a fin de alcanzar nuestras metas. Creo que quien no imagina castillos no construirá en su vida una choza. Y creo, sobre todas las cosas, en los sueños, que son el alimento del alma y el motor de la vida. Por eso, basta ya de puertas cerradas y de aplazamientos. No puedo hacer ahora mismo todo lo que quisiera y he de ir paso a paso, pero no voy a quedarme otro año viendo cómo otros toman decisiones por mí.
Amigos, todavía no me habéis visto pelear.

1 comentario:

  1. Pues ya acabas de demostrar que no es un año perdido, porque ha hecho que te replantees la situación y te decidas a continuar adelante! Pocas cosas hay en vano, así que que no te duela.... Aunque comprendo que estar un año estudiando para suspender es........ En fin jaja

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