viernes, 13 de julio de 2012

Asuntos propios

Ya sé que cada día afirmo que me encanta una cosa nueva, pero es que me encanta la radio, de veras, desde siempre. Aunque en casa no la escucho todo el tiempo y hay pocos programas que siga, la disfruto completamente cada vez que le dedico un ratito. 
Mi padre trabajó durante muchos años como viajante, y, al tener que pasar tantas horas solo al volante, se acostumbró a empaparse siempre de las mejores tertulias (al menos, en sus pausas entre los programas de Radio Vaughan y las retransmisiones de fútbol). Cuando vamos a algún sitio en su coche, la radio está siempre presente y lo ha estado desde que puedo recordar.
No sé cómo descubrí Asuntos propios y no sé cuánto tardé en engancharme, pero desde luego ya hace unos años; algunas tardes, al regresar de la Universidad y tirarme en el sofá a respirar hasta la hora de volver a marcharme, viví verdaderos conflictos a la hora de decidir si escuchar el programa, o ver en laSexta Sé lo que hicisteis... 
Desde luego, se trata del primer programa de radio que sigo de forma asidua, y tristemente es posible que deba empezar a hablar de él en pasado. Veréis, tengo un par de entradas a medio redactar y las he dejado en espera por esto: porque hoy el programa se ha iniciado con un amago de despedida, ya que la temporada se termina y probablemente no habrá una siguiente. ¿Las razones? Habría que preguntarle al nuevo director de RTVE... pero no estoy aquí para hacer demagogia ni me interesa contaminar este espacio con asuntos tan asquerosos como la política.
Para mí, Asuntos propios representa la libertad de expresión. He escuchado a lo largo de todas las tardes que compartí con sus voces todo tipo de opiniones, reflexiones, llamadas de atención... Se ha debatido un espectro amplísimo de temas y se han incluido secciones para todos los gustos. Sobre todo, yo me he reído muchísimo. El humor en la radio es algo maravilloso y ofrece unas posibilidades que en la televisión no existen; los Perros Callejeros me han hecho soltar alguna que otra carcajada mientras caminaba por la calle con los cascos en los oídos, y El Porvenir nunca ha dejado de sorprenderme. Soy una fan incondicional de las Inculteces; de hecho, cuando me preguntan cuál es mi libro de cabecera, el primero que menciono es El spleen de París de Baudelaire, desde luego, pero el segundo siempre es el publicado por Toni Garrido y Xosé Castro, que sigue divirtiéndome aunque me sepa de memoria la mayoría de las erratas que incluye. 
Si no regresan en septiembre, mi ira va a ser infinita. Ya no concibo las tardes sin las Listas de películas de Isabel Ruiz, o sin la República Wyominicana, o sin Economía para idiotas. Y, sobre todo, ¡reclamo la primera hora de los miércoles con Elvira Lindo!
En fin... Este tipo de cosas lo que demuestran es que ya casi no queda nada por rescatar en este país. 
No voy a explayarme más: os dejo la emotiva "despedida" del gran Toni Garrido y las palabras de mi querido sueco.


Esto es la radio. Lo demás, o ruido, o silencio. 

2 comentarios:

  1. Hace un montón de tiempo que no escucho programas que no sean musicales, por aquello de tenerla encendida mientras leo, y ya bastante me desconcentra el Cifu cuando presenta al jazzero de turno, pero lo que está haciendo Radio Televisión Española, supuestamente con ánimos de reducir gastos y optimizarse, es un poco de juzgado de guardia: ayer mismo estaban emitiendo por la tarde una reposición de Ana y los Siete. Sí, en sus archivos hay ficción realmente buena y este producto debería estar encerrado en el mismo almacén que el Arca de la Alianza, pero a saber lo que se les pasa por la cabeza.
    Por lo pronto, otro programa radiofónio que se va a hacer compañía al famoso Historias.

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  2. Lo más divertido es que la radio y la tele públicas las pagamos con nuestros impuestos.

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