lunes, 14 de diciembre de 2015

Continuación del sueño


El sábado, mientras disfrutaba maravillada de la final de danza del Grand Prix 2015 de patinaje artístico sobre hielo, recordaba aquella época (tan próxima) en que sólo podía soñar con, algún día, estar en las gradas pasando frío y viendo a mis patinadores favoritos.
El año pasado cumplí un gran sueño, y cuando cumples uno de esos cuesta volver a imaginar la vida si no se hubieran realizado.
Reflexionaba sobre estos asuntos esperando a Mao Asada, mi gran ilusión de esta edición, una patinadora que ha pasado por esta Final sin pena ni gloria pero que será recordada como una de las grandes estrellas que ha dado este deporte. Y pensaba que quién le iba a decir a la Bea de hace quince, diez, ¡sólo dos años!, que un día se sentiría parte de ese mundo de una forma mucho más íntima.
Hay muchos patinadores, iconos absolutos de esta disciplina y mis grandes favoritos de toda la vida, a los que es muy posible que ya no llegue a ver nunca: Evgeni Plushenko, Michelle Kwan, Tara Lipinski, Johnny Weir, Daisuke Takahashi, Shizuka Arakawa, Irina Slutskaya, Yuna Kim, Stephane Lambiel, Alexei Yagudin y un larguísimo etcétera entre el que pensaba destacar a una de mis patinadoras más queridas, Miki Ando, y a la que ya no puedo citar porque apareció ayer por sorpresa en la gala de exhibición (a lo cual volveré más tarde).
Sin embargo, y aunque todos esos nombres brillan con luz propia en la memoria colectiva, a estas alturas es difícil negar que nos hallamos ante el mejor patinaje de todos los tiempos. Desde luego, es un momento sin igual para este deporte en España. Nuestro Javier Fernández ha sido elegido deportista masculino del año por el diario As, y está llevando a una federación durante muchos años frustrada, pero sin duda luchadora, a sus mejores días. A Javier le debo haber vivido dos Grand Prix Final con mis ojos y oídos, a Javier le debo haber visto a gente a la que quiero tanto como Mao Asada o Miki Ando (no le perdono que se haya traído a ésta así, sin avisar; casi se me sale el corazón). 
Haber presenciado un récord mundial, y a esto iba precisamente. Supe que había magia desde la primera vez que pisó un campeonato sénior, pero a estas alturas es indiscutible que nunca ha habido un patinador como Yuzuru Hanyu
Es cruel comparar, ya que ¿qué tienen que ver con lo de ahora un Yagudin o un Plushenko, que vienen de un patinaje en el que se pedían otras cosas, con el sistema de puntos actual? En el patinaje de Plushenko primaban los saltos (si bien yo, una cría frente al televisor, me enamoré perdidamente de todo lo que no lo era; aunque algunos aún nieguen que este señor expresaba e interpretaba), y él mismo ha sido el principal defensor de la necesidad de avanzar en ellos, de mejorarlos, de incluir el ahora indispensable cuádruple en cualquier programa digno de una medalla.
Pero no, el patinaje ya no son sólo saltos y entre ellos transiciones: hay piruetas, hay pasos, hay una dimensión artística y actoral. Y Yuzuru, un japonesito de veintiún años y sonrisa permanente, es el patinador que reúne todos estos ingredientes, una especie de Daisuke Takahashi elevado a potencias inhumanas. Quería de niño, le confesaba en una entrevista a Sara Hurtado, llegar a ser como Plushenko o Weir; y, opinaba una fan en Facebook, lo ha conseguido: tiene los impecables saltos del primero y todo lo demás del segundo.
Yuzuru es el patinaje como nunca antes había existido. Eleva el deporte, lo hace evolucionar y convertirse en una versión mejor del mismo. 


Y yo, tonta e inocente seguidora, he estado ahí. He estado ahí para ver el mejor patinaje que nunca se ha realizado. Quién se lo iba a decir a la niña que se emocionaba cada vez que emitían un diferido, a la que programaba vídeos para que grabaran las emisiones de madrugada.
Ha sido maravilloso ver, en algunos casos por segundo año consecutivo, a genios tan grandes como Mao Asada, Ashley Wagner, Satoko Miyahara, Evgenia Medvedeva, los hermanos Shibutani, Smirnov y Kavaguti, Stolbova y Klimov, Duhamel y Radford, Javier Fernández, Shoma Uno o (¡sí!, hasta él) Patrick Chan. Ha sido increíble conocer a los patinadores júnior, a los que casi no seguía y que son el futuro. Y ha sido perfecto enamorarme por fin de la danza, que no me calaba hasta que ha venido y me ha robado el corazón.
Gracias por hacer historia, y gracias por dejarme verlo. Ha sido un placer.

3 comentarios:

  1. Que envidia :_(
    Yo estuve trabajando de voluntaria en la Universiada 2015 de Granada y ni siquiera pude asistir a ver el patinaje artístico porque montaron una MIERDA de carpa (tendrían que haber construido un palacio de hielo, pero, eh, pa' qué, si sólo era uno de los deportes que todo el puto mundo quería ver) con 20 asientos de mierda. Que coraje me dio. Lo tenía que ver por la tele trabajando en la organización y viviendo en la ciudad. Un desastre de organización y de todo (estuvieron a punto de quitarnos la Universiada y dársela a otro país, con eso te lo digo to').
    En fin, menos mal que en Barcelona hacen mejor las cosas XD

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  2. Voy a investigar más por este blog.

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  3. Beatriz, es una lástima cómo se ha ninguneado este deporte durante tanto tiempo... Por fin, parece que gracias a los deportistas que tenemos a día de hoy se le empieza a dar el papel que merece. Aún queda mucho por hacer, por mí ojalá repitan en Barcelona año tras año porque nadie me saca de allí, jajaja. ¡A ver si algún día puedes verlo tú también! Vale mucho la pena.

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