domingo, 5 de marzo de 2017

[Domingo de Poesía] Cuando llegan las abejas

Cuando tenía dieciocho o diecinueve años, la idea de realizar algún curso en la Escuela de Escritores era una especie de sueño para mí. Recibir la opinión de profesionales y ser, además, corregida y enriquecida en el proceso sonaba como una inversión deseable. Sin embargo, todos aquellos cursos eran muy caros y no me lo podía permitir.
El día que por fin me apunté, a los veintiséis, me sentí como alguien que ha escalado un pico muy alto. Y los meses que estuve inscrita en Psicología del personaje sentí que crecía mucho como escritora. Primero, porque me encontré con gente muy buena a la que todavía le sigo la pista y que me enorgullece haber leído; segundo, porque se me hizo ver que la valía ya estaba en mí y todo lo demás era madurar y pulirme. 

Mi maestra en la Escuela de Escritores fue la autora de la que os vengo a hablar hoy, y me hace especial ilusión mencionarla porque supuso un empujón importante para mí. ¡Vamos a ello!


BEGOÑA CALLEJÓN

Fotografía extraída de http://rostrosexpresivos.blogspot.com.es
Begoña nace en Almería en 1976, aunque se traslada a Granada después de licenciarse en Psicología. 
Escribe tanto poesía como narrativa, siendo algunas de sus obras: Suicidio de libélulas (2006), Palabras para un cuerpo de ceniza (2007), Las putas toman sushi (2009), Los pájaros dibujaban en mis ojos (2010) y El hospital de las muñecas (2015). 
Ha colaborado en colecciones como La antología del beso (2009), Mujeres que aman a mujeres (2012) y Todo es poesía en Granada (2015). También ha sido editora para Fin de Viaje Ediciones y profesora en la Escuela de Escritores.
En 2010 recibió la Beca Millenium para la creación artística. Ha sido galardonada con el premio Frances Bru de 2007 y el Carmen de Burgos en 1998. 
Su carrera como psicóloga deja huella en los personajes que aparecen en su narrativa y en los temas tratados en sus poemas. 


VII (CUANDO LLEGAN LAS ABEJAS, 2012)

Los dolores del parto no son míos,
son tuyos. Un bebé grita en algún 
lugar. No soy mortal. Los adulterios,
como cordón umbilical, sonríen
al relámpago. Hilo a hilo tejes las
partículas del aire. Abre tu boca
repleta de falsedades. Tengo las 
manos llenas de muerte. Tatúo
una y otra vez los vaivenes de mi
cerebro. Plath, soy un grito de dolor,
de ausencia, no una muñeca feliz en 
su cocina. Cánceres en los árboles,
piedras en el camino, espejos donde
me escondo con las piernas cruzadas.



¡Feliz cierre de semana!

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