sábado, 20 de febrero de 2010

La mecánica del corazón


Hace ya tiempo que tenía pensado escribir aquí esta entrada, pero The Road, Screamworks y Plushenko se interpusieron en mi camino, así que, antes de que me enamore de otra película, de otro disco o de otro artista, procedo a comentar brevemente mis impresiones sobre este libro que tantas expectativas había generado en mí.

Cuando Diana me enseñó, hace meses, la portada de La mecánica del corazón en La Casa del Libro de Vigo, y añadió que comparaban al autor con Tim Burton, se disparó mi interés; la ilustración es estupenda y el argumento, como mínimo interesante: la historia de un chico que tiene por corazón un reloj al que debe dar cuerda y con el que tiene que tener muchísimo cuidado. ¿Parece o no una variante peculiar de Eduardo Manostijeras?
Pues bien, no lo es, y lamento haber llegado a pensar en algún momento que podía haber alguna similitud entre la obra de Mathias Malzieu (que es, además, el cantante del grupo Dionysos) y cualquier creación de mi cineasta favorito.
No es que sea un libro malo, ni que no me haya gustado... es que me ha dejado indiferente, y eso es incluso peor.

La cosa empieza bien, describiéndosenos un contexto muy interesante, el día más frío de la historia en Edimburgo. La madre de Jack va a dar a luz a la casa de una extraña bruja que se encarga de ejercer de comadrona para mendigas y prostitutas, pero el corazón del bebé está congelado y por eso se le instala un reloj que lo haga funcionar.
Se cuentan las primeras sensaciones de Jack, su vida en la colina, las dificultades que le ocasiona la fragilidad de su corazón... y el encuentro con la pequeña cantante, de la que se enamora y a la cual sigue buscando a medida que pasan los años.
Yo creo que el planteamiento en sí está muy bien, y que se podría haber escrito una historia increíble con esa base, pero el fallo radica en que el libro es frío como esa noche en la que nace Jack, y no transmite nada de nada. No a mí, al menos. No te metes en la piel de los personajes, no empatizas con ellos, no sientes el menor deseo de que Jack encuentre a la cantante. Lo visualizas todo como a través de un cristal, pero no consigues romperlo y cruzar al otro lado. Ése es para mí el mayor problema de La mecánica del corazón. Lees una sucesión de acontecimientos, pero no te emocionan ni te enganchan.
Sólo hubo un párrafo, un único párrafo en todo el libro que me dio ganas de llorar, y no fue precisamente el final, que me dejó tan indolente como todo lo demás.

Otra pega que le achaco a La mecánica del corazón es que no utiliza una única jerga (digámoslo así), sino que te encuentras con frases estupendas llenas de metáforas y comparaciones (sorprendentes y, de hecho, muy buenas), y de repente, en la página siguiente, los enunciados son breves, sobrios y muchísimo más coloquiales. No digo que esto esté mal, pero resulta chocante, y, en cualquier caso, yo personalmente prefiero que no se mezclen maneras de narrar tan diferentes porque parecen no corresponder al mismo narrador, que en este caso es el propio protagonista.

Después están las idas de olla (no hay eufemismo posible). La más grande, la aparición de Jack el Destripador. Sí, habéis leído perfectamente. Jack (el protagonista) va en un tren, se encuentra con un tipo que escribe con tinta roja y que empieza a correr tras él por todos los vagones, machete en mano. Tal cual. Cuando terminé de leer esa parte, parpadeé, retrocedí para comprobar que no lo había soñado, y después me dio la risa floja.
Del personaje de Georges Méliès me abstengo de opinar, ya que apenas sé nada del real, pero es también bastante curioso.

Y, finalmente, diré que no ayuda que Jack sea un niño salido que, la primera vez que ve a la cantante, con sólo diez años, lo primero en lo que se fija es en que (cito textualmente) "sus pechos parecen un par de merengues tan bien cocidos que sería pecado no comérselos ahí mismo". Espero que no todos los niños de diez años sean así, por favor.
En esto Jack no cambia a lo largo de todo el libro, y detalles como (de nuevo reproduzco palabras literales) "Cuando me aprieta con los labios hasta los dientes, me produce un efecto a lo Hada Azul de Pinocho. Salvo que no es mi nariz lo que se alarga", francamente, no eran necesarios.

Me dijo Diana que prefería pensar que se trata de una mala traducción. No sé yo...

En fin. Básicamente, el problema del libro es que no me ha sumergido, no me ha transportado a ningún sitio y no me ha transmitido nada. Tiene puntos muy buenos y creo que el autor es muy creativo, pero en resumen es como leer el menú de un restaurante, o los componentes de un producto: interesante, pero indiferente.



2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con tu crítica. Floja narrativa para una historia bastante plana que no llega a transmitir nada en absoluto. Una decepción de libro, no está a la altura del bombo que se está dando. Supravalorado. (Yo también he tenido que recular a veces algunas páginas hacia atrás pensando que había leído mal... pero no, es que es así) Para guinda también está lo de que el personaje cite a los primeros corredores del tour de Francia, cuando la primera edición es años posterior al año de la trama.

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  2. No tenía ni idea de lo del tour de Francia, pero es como que quiso meter a unos cuantos personajes históricos y le dio igual cómo y cuándo.
    Un libro bastante extraño, a mi parecer.

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