Inicio un nuevo espacio en este blog con la esperanza de mantenerlo y tener una excusa para actualizar al menos una vez a la semana: los domingos.
Afirmaba mi queridísimo Schopenhauer que la música es el arte más elevado, una copia de la voluntad en sí misma, ya que a través de los sonidos es posible transmitir todos los aspectos de la realidad, tanto aquellos que son perceptibles a través de los sentidos como los que no. Ésta es la razón por la cual una canción, independientemente de la lengua en que esté escrita su letra, y por supuesto aun en el caso de que sea instrumentación sin voz y sin palabras, puede conmovernos, emocionarnos, hacernos reír o darnos un subidón de adrenalina.
Lo que tengo claro es que mi vida sin música sería insustancial. Amo el silencio y lo disfruto completamente, pero esa misma apreciación es la que me permite adorar la música y necesitarla en grandes dosis. Tampoco puedo negar que me pierden los conciertos.
Así pues, la idea de esta sección es compartir cada domingo una canción, ya sea porque se encuentra entre mis favoritas, porque me he enganchado recientemente, porque me levanta el ánimo o porque me trae buenos recuerdos.
En este último grupo, aunque también en algún otro, se encuentra el tema de esta semana, del "fallecido" (sigo pensando que algún día volverán a juntarse) grupo japonés Janne da Arc. La canción de la que hablo, Carnation, me hace evocar un mes de agosto de hace años, paseando descalza por la orilla del mar mientras la escuchaba sin parar. Y hace también que recuerde por qué echo tanto de menos esa banda.
¡Feliz final de semana!
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