viernes, 4 de enero de 2013

Rurouni Kenshin. Crónica de una fan

Si no han sido cien veces las que he dejado claro en este blog que Rurouni Kenshin es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, entonces es que han sido más. Se encuentra en el altar de las historias que me han cambiado, que me han emocionado hasta el punto de ser capaz de devorarlas una y otra vez y seguir enamorándome y sorprendiéndome, a pesar de conocer ya diálogos y acontecimientos al dedillo. 
Creo que soy bastante difícil como público cuando se trata de algo que realmente me gusta, y prueba de ello es el hecho de que las OVAs nuevas que han sacado basadas en la saga de Shishio no me han hecho mucha gracia (es que directamente era absurdo que sacaran OVAs de eso, y además han sacrificado cosas importantes en favor de otras que sobraban). Así que esta película debe de estar bastante bien hecha cuando me ha gustado tanto.
Para empezar, hay que tener en cuenta que la historia es ligeramente diferente a la del manga original. A fin de introducir en un par de horas el primer arco del manga, que abarca desde el tomo 1 hasta que Kenshin se va a Kioto, necesitaban condensar los acontecimientos y reducirlos de manera que solamente hubiera uno o dos villanos grandes, pero sin ocultar otras cosas tales como la relación entre Kenshin y Saito. Ha sido el propio Nobuhiro Watsuki el encargado de mover los hilos y hacer todo encajar, y en este sentido creo que se ha hecho un gran trabajo para que todo quedara en su lugar sin mancillar la historia original. En fin, que tenemos a Jine Udo trabajando a las órdenes de Kanryu Takeda, a un Oniwabanshu que no es el Oniwabanshu recordándonos a sus componentes, y a Hajime Saito metido en el asunto desde el principio; sin descuidar la forma en que Kaoru y Kenshin se conocían en el manga y sin olvidarnos de los siempre queridos y entrañables personajes principales: Sanosuke, Yahiko y Megumi.
La historia no sólo está bien llevada argumentalmente hablando, sino que además ha habido un interesantísimo trabajo de adaptación al cine de carne y hueso, y se ha sabido hacer que cada pequeño detalle resultara realista: desde la cicatriz de Kenshin, pasando por la suciedad y la ambientación, hasta las interacciones entre los personajes. Incluso las batallas, que obviamente se han mantenido un poco exageradas para suscitar interés y no alejarse demasiado del manga, están medidas y modificadas de forma que no resulten excesivamente fantasiosas. 
La banda sonora es diferente de lo que esperaba, pero esto no quita que sea bonita y encaje bastante bien en la película. Los distintos escenarios son francamente impresionantes, con mención especial al Akabeko y al dojo Kamiya, preciosos y perfectos. La cantidad de escenas y frases que nos recuerdan al manga y al anime es espectacular, y es que ésta es una de las razones por las que me ha convencido tanto: aparecen Tae, Tsubame, el encantador comisario, el médico, ¡¡Kogoro Katsura (ese hombre era Kogoro Katsura y esto es así)!!, ¡incluso Tomoe!... No esperaba que incluyeran nada del pasado de Kenshin, pero lo hacen y nos insinúan lo ocurrido, y podemos ver los pétalos de cerezo cayendo sobre el cadáver de un joven samurai que no quería morir. Para mí son estas pequeñas cosas las que hacen que una película que podía estar bien, sin más, sea absolutamente fantástica. Alguien que no sepa nada de Rurouni Kenshin no lo notará, pero los fans agradecemos inmensamente estos guiños maravillosos. Otro que quiero destacar alude a Aoshi, o eso quiero yo pensar, ya que Kenshin y el amago de Hannya del que hablaré en un momento pelean en una biblioteca que hace evocar aquella otra, en la guarida de Shishio en el monte Hiei, donde Kenshin se enfrentó al líder del Oniwaban. Y es que no, Aoshi no aparece en esta película, para bien o para mal (querría haberlo visto, pero habrían sido demasiados personajes y además no sé yo qué actor me podría convencer para su papel), pero nadie se olvida de él. 
Hay tantos diálogos y tantas frases sacadas directamente del manga, que alguien que ame la historia no puede evitar sonreír y emocionarse. La filosofía de Kenshin está presente todo el tiempo, asomando tímidamente tras la encantadora sonrisa de Takeru Sato. Incluso aparece esa escena tan mítica de Ken regresando al dojo que el propio Watsuki reconoció haber copiado del anime: y es que, para cuando él la incluyó en el manga, la serie animada ya estaba siendo emitida y esa parte del opening le gustó tanto que decidió utilizarla. 
Jine Udo resulta un villano muy interesante, si bien no se acaba de explicar de dónde viene su obsesión con Kenshin ni en qué consiste su técnica; vamos, que el Shin no Ippo casi queda como un truco de magia más que una técnica hipnótica, pero tampoco es que importe demasiado. Kanryu se ve todo lo ridículo que debe verse, ya que partimos de un personaje caricaturizado desde el principio, y además me ha parecido muy bien interpretado. La verdad es que esperaba que, si algún día se hacía un live action de Kenshin, optaran por el arco argumental de Kioto, pero está visto que Shishio no es el único malo que puede resultar maquiavélico en una película. Jine me ha satisfecho mucho. 
En cuanto a los puntos negativos, he de decir que sí, los hay, y algunos duelen más que otros. Personalmente, me ha dolido el Oniwabanshu. No se dice en ningún momento que esos dos esbirros de Kanryu sean miembros del Oniwaban, ni se mencionan sus nombres, por lo que creo que no pretenden colárnoslos como Shikijo y Hannya, sino más bien valerse de su caracterización para integrar en la historia dos enemigos más. Pero aun así duele. Es decir, adoro al Oniwaban y especialmente a Hannya. Es un personaje perfecto, con una historia devastadora y un aspecto inconfundible. En la película han metido a un gótico con una máscara que pretende recordar a la de Hannya, sin llegar a ser la misma (vamos, que no), para que aconseje a Megumi y pelee con Kenshin, que cuando muestra su verdadero rostro resulta que parece más salido de Gantz que de la era Meiji. Sé que no es Hannya ni nos lo quieren colar como tal, pero me da pena que se haya utilizado la imagen del personaje de esta manera, habiendo podido ponerlo más parecido o al menos no haciendo que desentonara tanto. 
Más peros, estos ya menores, son la pelea entre Saito y Kenshin, y el escaso papel de Yahiko. Respecto a lo segundo, entiendo que no había tiempo para todo, pero me habría gustado verlo entrenar; al menos su carácter se intuye bastante y el niño es encantador. Y, sobre la favoritísima batalla del manga y el anime entre Saito y Kenshin, simplemente desaparece. Que sí, pelean, pero Kenshin apenas se defiende y desde luego no revive ese odio ancestral por el capitán de la tercera división del Shinsengumi. Querían reservarse el duelo interno de Kenshin para la pelea con Jine, pero también querían incluir a Saito, así que lo más lógico era esto, pero de todas maneras es una parte sustancial del manga que se han saltado. Por cierto, que Saito es diestro todo el tiempo hasta que utiliza el Gatotsu y lo ejecuta con la mano izquierda; perdonaréis que estuviera tan pendiente de esto, pero el hecho de que fuera zurdo condicionó muchísimo la técnica del señor Fujita tanto en la realidad como en la ficción, y quería saber si lo mantendrían.
Los personajes están bastante bien caracterizados, y las interpretaciones son buenas. De Kenshin se dejan ver varias caras, y Takeru Sato es AMOR; para mí ha sido una elección acertadísima. Emi Takei (¡qué chica tan bonita!) también me gusta como Kaoru, aunque me habían dicho que su trabajo era un poco inferior; es cierto que el guión no permite que esa fortaleza y valentía de Kaoru se vean en todo su esplendor, pero se intuye perfectamente su carácter y la actriz lo hace bien. Sanosuke (Munetaka Aoki) tiene momentos tan Sanosuke que yo lo amo y ya está, pese a que me habría gustado verle interactuar más con Megumi (Yu Aoi), quien, por cierto, es guapísima y traduce a la perfección las distintas facetas del personaje. Repito que me han gustado mucho Teruyuki Kagawa (al que yo conocía de MR. BRAIN) como Kanryu, y Koji Kikkawa como Jine Udo. Taketo Tanaka es el Yahiko perfecto, al menos aparentemente, porque en esta película hemos podido ver poquito de él. 

En fin, que a mí me han dejado satisfecha pese al gran pero que es Hannya. Y es que la película es buena, es muy buena, y para mí ese personaje es lo que más la fastidia. Como todo lo demás resulta fantástico y me llena el corazón, obviaré ese detalle y cruzaré los dedos por que la secuela que ya está en las mentes de los creativos sea, como mínimo, igual de buena. Y también por que le pongan punto y final a toda esta nueva ola de Kenshin antes de hacer algo que me enfade.

Nada más. ¡Sed felices, corazones!

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