No sé estar sin ver doramas. Soy así, siempre estoy enganchada a alguno o locamente enamorada de otro. Los doramas japoneses me apasionan, y ha sido así desde que tenía quince años. La narración, los personajes, la parte moral, el sentido del humor, la calidez... todo me apasiona de los buenos doramas. Y no son pocos los que se agolpan en mi lista de grandes favoritos.
Como siempre estoy degustando uno o dos, suelo dejarme llevar por los actores, y a pocos actores les tengo tanto cariño como a mis queridos Tomohisa Yamashita (Yamapi) y Kazuya Kamenashi (Kame). Yo era anti-Johnny's hasta que vi Nobuta wo Produce y estos dos me encandilaron. Así que, pase lo que pase, ya jamás me alejaré de ellos, porque ambos significan mucho para mí.
El año pasado, y esto ya lo comenté por aquí, empecé a dedicar tiempo a aquellos doramas un poquitín más antiguos que nunca había tenido la oportunidad de ver. Me llevé gratas sorpresas, como en el caso de Aishiteiru to itte kure o Long love letter; este último incluía en su reparto a muchos de mis actores favoritos, tales como Yosuke Kubozuka, Takako Tokiwa, Takayuki Yamada o el propio Yamapi. Siempre disfruto viendo los primeros trabajos de Yamapi porque creo que ponía toda la carne en el asador y siempre lo hacía bien; ha flojeado un poco con los años, aunque no sé a qué se debe.
El caso es que fue Long love letter el dorama que me hizo comenzar a enlazar, y enlazando llegué a Dragon Zakura. Ya lo había comenzado a ver años atrás, pero nunca había pasado del segundo o tercer episodio por razones que a día de hoy se me escapan. Dragon Zakura fue la cuna de muchos jóvenes actores a los que ahora todos conocemos: además del susodicho, protagonizan sus episodios Yui Aragaki, Teppei Koike y Masami Nagasawa, acompañados por el siempre infalible Hiroshi Abe, que sin duda es uno de los mejores actores que ha dado Japón, y por Kyoko Hasegawa. Dragon Zakura es un dorama indispensable para todos aquellos que estamos estudiando; ojalá le hubiera dado una oportunidad mucho antes. Cuenta la historia de un grupo de alumnos, lo peor de lo peor en el peor centro posible, que aspiran a entrar en la universidad de Tokio, la más prestigiosa del país. Por supuesto, las pruebas de acceso son de todo menos sencillas, y será responsabilidad del abogado Sakuragi conseguir que estos chicos aprendan a estudiar, es más, que valoren el estudio en sí. Aunque, como maestra, considero que algunos de los métodos planteados no van a ninguna parte (la enseñanza del inglés es de traca... pero Japón es uno de los países donde peor formación hay en lenguas), la serie es más que interesante y te da un empujón cuando más lo necesitas.
Y, quien dice Yamapi, dice Kame. Bueno, no exactamente, pero el hecho de haber pasado tanto tiempo con el primero (también volví a ver Kurosagi el año pasado) me hizo recordar mi infinito amor por el segundo, así que me puse manos a la obra y desempolvé mis episodios de Sapuri, uno de los doramas más infravalorados de todos los que ha hecho, y que sin embargo yo recordaba con mucho cariño. Creo que me desesperó más si cabe que la primera vez, pero me reafirmo en lo buena, entretenida, romántica y divertida que es esta serie. Para mí, Kame es un actor fantástico, y el papel de Ishida es uno de los muchos que borda. He vuelto a detestar al personaje de Eita tanto como la primera vez y me he vuelto a reír mucho con el "Enjoy man" (Koichi Sato, grande entre los grandes). Además, hay algo que siempre me ha gustado de Sapuri, y es la forma en que retrata el oficio de publicista; muchos doramas transcurren en oficinas y nos acercan un poco a la profesión de sus protagonistas, pero en este caso se va más allá y se respira un claro respeto por la misma.
De dorama de chico joven con mujer mayor (es un topicazo allí y todo idol que se precie ha hecho uno de estos), a dorama de chico joven con mujer mayor. Nuevamente, de Kame a Yamapi. No tenía ni idea de la existencia de Sore wa totsuzen arashi no you ni y mucho menos esperaba que fuera tan bueno. Nos presenta a dos personajes completamente diferentes: por un lado, Kozue (Makiko Esumi), una mujer casada que echa de menos la época en que trabajaba como redactora de una revista y comienza a sentirse inútil y poco realizada como simple ama de casa; por el otro, Takuma, un muchacho algo raro que, al salir del instituto, trabaja como profesor de bailes de salón. Es una historia de amor, pero también de desamor. Kozue se debate entre la relación estable y basada en la confianza que mantiene con su marido, y la cantidad de sentimientos olvidados que le hace experimentar Takuma. Y éste esconde algún que otro secreto. Es una historia con los pies en el suelo, bastante realista, que podría ocurrir en cualquier momento o lugar; el final es uno de los más frustrantes, pero al mismo tiempo correctos que he visto en un dorama. Nuevamente, realista.
Tanto alternar entre el uno y el otro derivó en lo inevitable. No quiero ver sólo a Kame, no quiero ver sólo a Yamapi: ¡quiero Nobuta wo produce! Nobuta fue mi segundo dorama y siempre tendrá un lugar importante en mi corazón. Significó muchas cosas en su día, me hizo cambiar de perspectiva, me introdujo en un mundo que me apasiona. Me acompañó, además, durante el período de Selectividad, cuando estaba encerrada estudiando como una loca. Recuerdo escuchar sin parar el Seishun amigo (el tema de cierre de la serie, que cantan ambos protagonistas) e ir corriendo a la casa de mi amiga Rakiu cada vez que salía un episodio nuevo; muchas veces echo de menos aquella época en que costaba descargar las cosas y la mejor solución era que una de nosotras se encargara, y las otras fuéramos a su casa a verlas. El caso es que, aunque había visto Nobuta varias veces, ya hacía por lo menos cuatro o cinco años que no volvía a darle al play, y algo en mí temía que no me gustara como entonces. ¡Qué tonta! Después de volver a verlo, creo que jamás lo he adorado tanto. Nobuta es la perfección. Es lo mejor de lo mejor, y me ha parecido tan increíble como lo recordaba: el guión, los personajes, la banda sonora (bendito Yoshihiro Ike), los actores (¡cuánto me gusta Mariko, interpretada por Erika Toda!), esos sucesos "paranormales" y absurdos que aparecen en todos los episodios... Todo en Nobuta es perfecto, desde la brillante interpretación de Kame, en el papel de Shuji, hasta la sub-directora, pasando por la casa del terror, la librería en la que no se puede leer si no se es guapo, y los cerditos que vende nuestro trío protagonista. Shuji, Akira y Nobuta son lo mejor de este mundo, y ya está.
Otro tanto puedo decir de Tatta hitotsu no koi. Lo recordaba maravilloso, y es, en efecto, una preciosidad. El romance es el género que más se le atraganta a Japón, y la razón principal de que los doramas coreanos hayan ganado tanta asiduidad en los últimos años, pero Tatta hitotsu no koi es la muestra perfecta de que también se pueden realizar buenos trabajos en este sentido sin salir de Japón. ¿La clave? Un guión fantástico, unas interpretaciones muy buenas y mucha química entre Kame y mi querida Haruka Ayase. Nuevamente, la banda sonora es sensacional, una de las más bonitas que he escuchado en mi vida, y los personajes cautivan desde el principio. Me he hartado de llorar, pero me ha encantado tanto como la primera vez. Cuando se estaba emitiendo, mi amiga Rakiu y yo nos compramos unos "muñecos" de color naranja iguales a los de la serie, y tratamos de imitar a Hiroto y a Nao probando a ver si éramos capaces de distinguir la lucecilla que emiten de una ventana a la otra. Es imposible, pero da igual; la luz que desprenden Hiroto y Nao es suficiente para que el dorama sea uno de mis favoritos. What is meant to be will always find a way, dijo alguien al respecto, y creo que ese es el mensaje último de la serie.
Con esto ya termino, os lo prometo. Hay dos series de Kame que tenía pendientes desde que salieron. Una es Kami no shizuku, de la que vi un episodio, pero no pude seguir porque la temática me aburría. La otra, ésta, me echaba para atrás porque... a ver, boxeo y monjas... como que no. Había visto hace años el primer episodio y no había soportado la cara de Meisa Kuroki (lo siento, hay algo en esta chica que me pone muy nerviosa), y menos así ataviada. Así que ahí se había quedado. El hecho de que este dorama esté basado en un manga de Rumiko Takahashi (Ranma 1/2, Inu-yasha, Lamu...) es explicación más que suficiente para la mezcla insólita de temas, y la verdad es que no sé si la adaptación es buena, ya que no he leído One pound gospel, pero hay muchísimos momentos que son absolutamente Rumiko y que me han recordado su humor absurdo. La serie en sí no me ha apasionado; Kame está fantástico y hay momentos hilarantes, pero en general me ha aburrido bastante. Eso sí, ¡es un peso que me he quitado de encima! Aunque el chico, por más que en la serie lo tachen de glotón, pesa poquito...
No han sido los únicos doramas que he visto estos meses; ya os digo que siempre tengo algo entre manos. Hotaru no hikari ha ocupado también mis horas, e igualmente lo han hecho Itsuka hi no ataru basho de y Tonbi (ambos muy buenos). Actualmente estoy entusiasmada con Rich man, poor woman (¡menudo papelón el de Shun Oguri!), y probablemente enlazaré, y de Shun Oguri a Shun Oguri, y con el aliciente de Yamapi y Hiroki Narimiya... vamos, que quiero volver a ver Stand Up!!, y podéis dar por hecho que lo haré.
Yo soy así en las épocas de máximo estrés: me engancho a cien mil cosas y desatiendo las obligaciones. ¡Y dicen que soy responsable! A lo mejor es que me exijo más de la cuenta y por eso no lo veo.
Aal izz well!
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