Por qué no. Por qué no empezar 2021 con versos sin título. Por qué todo tiene que tener un nombre. Por qué no vamos a hacer las cosas tal y como nos sale de dentro.
El otro día vi a María José Llergo (una chica cuyas canciones escuchaba desde hace tiempo, pero a la que apenas ponía cara) hablar en Late Motiv con una sabiduría difícil de asociar a una persona de veintisiete años y me puse a buscar entrevistas. Entre otras cosas, leí esta cita con la que me sentí identificada y que me pienso tatuar en la memoria por si alguna vez tengo que dar explicaciones:
"Cuando compones no puedes estar pensando en un estilo, la música te lleva a los lugares más sinceros de ti mismo. Por eso, volviendo a las etiquetas, creo que estas solo tienen un sentido mercantil, nos arrebatan la capacidad de sentir y nos hacen más vendibles. Solo toman una perspectiva muy parcial de lo que somos. Al final nos llaman jóvenes, millenials... pero somos productos. Con los estilos musicales también pasa muchísimo. Yo siempre digo que cuando el ser humano no entiende algo porque es mucho más profundo que él, lo que hace es etiquetarlo para poder comprenderlo. Por eso las etiquetas son tan mediocres". (Fuente).
Así que ahí vamos. Con lo que quiera salir en este momento en que casi no tengo capacidad de dar. Veo entumecida de igual manera la de recibir, por lo que me contento con lo que mi mente me permita filtrar. (Yo creo que en el fondo soy capaz de llegar a 2022, pero está por verse).
Poesía sin título, poesía casi haiku, poesía profundamente finlandesa que me está devolviendo al mundo estos días. Sirkka Turkka y su costumbrismo ecléctico. Sin más.
SIRKKA TURKKA
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