lunes, 17 de febrero de 2025

Ver Lost en 2025

Cuesta creer que esté escribiendo en este blog sin que haya muerto nadie, que es lo único que me devuelve aquí últimamente. Pero oye, ¡buenas noticias! Y es que realmente echo mucho de menos la época en que lo usaba asiduamente porque, aunque no fuera el tipo de escritura que me piden las entrañas y que llevo años ignorando deliberadamente, al menos ejercitaba la capacidad, ahora bastante perdida, de redactar y expresar las cosas que de otro modo no puedo.

Soy víctima de Internet, como lo he sido siempre. En un primer momento, lo fui de los grupos de Msn, donde pasaba horas y horas colgando entradas sobre las cosas que me gustaban. Luego lo fui de las primeras redes sociales, como MySpace y foros varios. Y, finalmente, ha llegado la era de TikTok (que no uso) y cada día me siento menos a escribir. Cuando lo hago, es desde la pantallita de mi teléfono móvil y en formato post de Instagram, donde se me puede encontrar hoy por hoy en hasta tres cuentas, pero en un modo más conciso y visual. 

Total, que estoy aquí ahora. Me he sentado delante de un ordenador de sobremesa a dejar que fluyan los pensamientos. Ojalá me permita hacerlo más a menudo. 


El 24 de mayo de 2010, dije adiós a la serie de mi vida siendo consciente de que aquellas emociones ya nunca se repetirían. Es lo que tienen las historias que nos marcan: que podemos volver a ellas en mil ocasiones y emocionarnos hasta el llanto todas ellas, pero la sorpresa y la genuina llegada desde el desconocimiento ya no se van a volver a producir. 
Lost fue posiblemente la serie más importante de los años 2000 debido al fenómeno de masas que generó y a cómo sentó las bases de la forma posterior de narrar episódicamente en televisión. Tiene un mérito innegable y da igual en qué año esté una, que es evidente el porqué. La forma de jugar con los interrogantes, el efectismo, los cientos de referencias a ensayos filosóficos y obras de ficción, el carisma de los personajes y de sus actores, la coralidad de lenguas y colores de piel, el tono bien escogido de cada temporada y de cada trama... Damon Lindelof y J.J. Abrams sabían lo que hacían e incluso hoy, veinte años más tarde del estreno de la primera temporada, una duda de si las preguntas planteadas no tuvieron nunca respuesta en su planificación, o si los guionistas sabían bien lo que escondían aunque el desenlace no haya conseguido ser satisfactorio.

Lost en 2025 se percibe como una historia de su momento, pero también como una historia muy adelantada a su momento. Las cosas que chirrían (los machitos líderes, un actor inglés de origen indio interpretando a un iraquí, la escritura de blancos y negros en personajes como Jin, la injusta demonización de Sawyer por parte del resto...) se acaban mostrando a medida que transcurren los episodios como intentos de hacer las cosas bien y dar espacio a minorías a las que no era habitual ver en papeles tan protagónicos en ese momento: cuando hace que pongamos los ojos en blanco el ver que siempre son los hombres de la serie quienes se (auto)adjudican el peso de las decisiones y la acción, entonces aparecen las tramas de mujeres como Kate o Juliet, que son más jefas que los jefes; cuando una no sabe cómo gestionar los sentimientos encontrados hacia un Sayid escrito por norteamericanos, se plasman críticas directas a la discriminación y al sesgo racial de las autoridades yanquis; si en algún momento llega a mosquear muchísimo cómo Jin trata a su mujer y que esto se le perdone, tampoco es menos cierto que el hecho de que sea Sun la que habla inglés y se integra con el resto de personajes es de por sí un statement; y, si el TCA de Hugo parece que se supera de una forma demasiado fantasiosa, ahí está la serie para no soltar el tema de la gordura y la gordofobia y explicar, al menos un poquito, la profundidad de ambas cosas. 
En fin, que Lost es maravillosa. Ha envejecido y se nota en muchas cosas, pero al mismo tiempo sigue saltando a la vista lo rompedora que fue y lo importante de su mensaje. 

Lost en 2025 es llevarse una sorpresa porque nada era tan serio como lo recordaba, pero en realidad sí había grandes dramas todo el tiempo. Las actitudes de los personajes se deben a su momento, hay muchas cosas que hoy no se escribirían de la misma manera y un exceso de fanservice que sería omitible en una serie de su empaque. Y, con todo, sigue teniendo esa magia que hace que no quieras irte. 

Lost en 2025 es volver a enamorarme hasta las trancas de Sawyer, y hacerlo casi más de Juliet, a quien no recordaba demasiado y que para mí es uno de los mejores personajes de toda la serie. Es enfadarme con el final como no lo hice en su momento, metida hasta el cuello como estaba; porque donde quisieron dar respuestas siento que ojalá se las hubieran callado, donde se quedaron sin aportar parece torpe no haberlo hecho y a fin de cuentas nos hemos quedado sin saber qué pasó en las vidas de esos personajes. Es una serie sin final, y esto no lo recordaba y no me ha gustado.

Pero claro, Lost en 2025 son también horas y horas sin poder levantarme del sofá, risas y lágrimas y muchísimos recuerdos de cómo vivía esos episodios en aquella otra época: desde el día que aterricé en la isla de pura casualidad haciendo zapping en mi aldea, pasando por aquella segunda temporada que tanto esperé y me iba descargando semana a semana en Emule, y hasta la mañana que me levanté a deshoras para ver en Cuatro la transmisión en directo de la series finale que se realizaba en decenas de países a la vez.

Lost en 2025 plantea dilemas y conflictos, resulta muy imperfecta y sorprende por tomar al espectador por menos inteligente de lo que parecía en su día. Y, sin embargo, consigue que una se vuelva a sentir en casa entre sus personajes, en esa playa en mar abierto y escapando de osos polares en la selva tropical. Los misterios siempre fueron el motor mismo del enganche, pero a la vez nunca importaron demasiado, y esas precisas sensaciones se siguen transmitiendo en un 2025 en que, cuando la última temporada finaliza y la conclusión se queda coja, en el fondo seguimos queriendo estar ahí por más tiempo.

Aparte de Juliet, mi gran amor en este revisionado ha sido la Iniciativa Dharma, tan interesante como injustamente relegada a un plano secundario en el frenético resolver misterios de la última temporada. También me ha sorprendido no poder ver a Daniel Faraday sin que me recuerde a Pablo Iglesias y amar locamente los episodios de Desmond como lo había hecho siempre, porque Desmond es y será lo mejor de Lost.


Las relecturas y revisionados son algo muy importante para mí. Las historias que me han marcado, que me han emocionado y hecho sentir parte de ellas, me reciben como un hogar calentito cada vez que regreso a ellas y me permiten redescubrirlas y darles nuevos significados. Espero que no vuelvan a pasar tantos años antes de que me pierda de nuevo en la isla.

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