Dieciséis años tiene este pequeño espacio al que ya sólo recurro cuando prefiero que no me lea nadie que me conozca, y prácticamente los mismos me he pasado yo tratando de que mis palabras fueran lo suficientemente explícitas y precisas como para describir esa emoción que es el motor absoluto de mi vida; a la que me aferro con uñas y dientes cuando parece que nada tiene sentido, y la cual sé perfectamente que es ampliamente marciana y desdeñada por las personas que me rodean.
Y ha tenido que venir él a ponerle nombre, el maldito. Sí, él. Ese filósofo que los expertos adjetivan con "pop" y que para mí es la mente más clara de nuestros tiempos. Que ha dado profundidad de desarrollo a todas las cosas que pienso del mundo contemporáneo como no lo ha hecho nadie más y como yo no podría.
Quien me haya leído antes (conocidos no, por suerte) sabe que hablo de Byung-Chul Han, a quien ya he dedicado otras entradas por aquí.
Claro que esas entradas, normalmente, surgían de la lectura completa de alguna de sus obras. No como en este caso, que no llevo ni 40 páginas y ya necesitaba plasmar en algún sitio que me las he pasado chillando internamente a causa de cómo estaba dando en el clavo acerca de esa experiencia religiosa a la que sólo he podido acceder algunas veces, pero que representa la única verdad para mí.
Capacidad mimética sería ese momento en que uno pasa a formar parte de otra cosa, en que es asimilado, en que se pierde a sí mismo en algo y se desapega por completo de su persona. Y Han aún apoya esta idea en otra del austríaco Robert Musil: la mística clarísima, el estado en el cual uno deja de ser uno mismo para pasar a formar parte del todo, el momento en que desaparecen las divisiones entre uno y lo demás, ese estado profundo en el cual nada se aferra a sí mismo.
Leyendo esta digresión, me he atrapado a mí misma. Me he entendido. La imagen ha sido instantánea e innegable: Dir en Grey. Esa comunión que en sus directos me ha elevado hacia otro lugar, me ha hecho disolverme completamente en la música, en el espectáculo, en todas las demás almas que estaban bajo el mismo techo.
Y no es algo exclusivo de Dir en Grey ni que me haya pasado sólo en sus conciertos, pero es la imagen perfecta porque su música en vivo es mi canal más obvio y directo hacia el no-ser, hacia el no tener límites.
Después está lo otro. Está cuando escribo, cuando realmente escribo. No ahora, no desde hace mucho tiempo, pero he estado ahí. He estado completamente absorta y en trance a causa de la escritura, dejándome usar por algo más fuerte que mis ideas o mi imaginación. Siendo una especie de marioneta de esa comunión, de ese mimetizarse con la palabra, con una voluntad que no me pertenece.
Y el viaje, en particular cuando lo hago sola. La desaparición en otra realidad, en un contexto que se te impone y es permanente descubrimiento, independientemente de que ya lo conozcas o no: cuando me marcho y me hago al mundo, difumino mis confines. Dejo de sentir que existe un yo para solamente percibir un durante, un presente, un difuminado.
Es algo que nunca había podido explicar con claridad y que tampoco me había conceptualizado nadie. Pero Han, como ya tantas veces ha mostrado, es alguien iluminado con una clarividencia que parece diseñada para arrojar luz sobre todos nosotros.
Vida contemplativa, en tan sólo unas pocas páginas, ha explicado y validado aquello que da sentido a mi vida, que persigo como el sediento suplica la lluvia.
La vida actual complica muchísimo el acceso a la mímesis. La hiperconexión, el consumismo, la capitalización ya no sólo del trabajo sino directamente del tiempo libre y de las aficiones... Soy tan esclava como la que más. Me ahogo en esas demandas como la que más.
Y, sin embargo, tengo acceso a la contemplación, a lo real, a la disolución. Soy una absoluta afortunada y a esa fortuna tengo la obligación de aferrarme aunque la corriente vaya en la dirección contraria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Al comentar en este blog, manifiestas conocer y estar de acuerdo con la Política de Privacidad del mismo.