martes, 15 de febrero de 2011

Clásicos - Dentro del laberinto

No se puede hablar del cine fantástico actual sin hacer referencia a toda una serie de precursores que lo marcaron e iniciaron el sendero hacia su consolidación. Los ejemplos más lejanos lo encontramos en cintas de terror gótico como Nosferatu o Drácula, y posteriormente en El Mago de Oz. Sin embargo, si lo que buscamos es un precedente más inmediato, nos encontraremos con las obras de alguien que utilizaba marionetas para hacer posible la aparición en pantalla de algunos seres sobrenaturales: Jim Henson. En 1964 nacían los Teleñecos, que serían además los responsables de Barrio Sésamo, programa con el que muchos de nosotros hemos crecido. Su trabajo cinematográfico se sitúa en los años 80, principalmente con dos filmes: El cristal oscuro y Dentro del laberinto, ambas, desde mi punto de vista, magníficas. Sin embargo, Dentro del laberinto dio un paso más allá, mezclando marionetas con personajes de carne y hueso, combinando humor, aventuras y música y contando con el inigualable David Bowie.
En la película, Sarah (Jennifer Connelly) se queda encargada de cuidar de su hermanito, Toby, tarea de la que está más que harta. Cuando el niño comienza a llorar y ella no es capaz de hacerlo callar, Sarah desea que el Rey de los Goblins, uno de los personajes de su libro favorito, se lo lleve. Cuál es su sorpresa cuando el propio Rey, Jareth, se muestra ante ella y le dice que, si quiere recuperar al pequeño, deberá atravesar el laberinto que rodea su castillo en menos de 13 horas; si no lo logra, Toby se convertirá en un goblin.
Hay muchos puntos positivos que hacen que este argumento tan simple dé lugar a un gran producto. Por un lado, el tremendo trabajo que supuso dar vida a tantísimos muñecos, sin grandes efectos, con un trabajo, en su mayor parte, manual. Por otra parte, la fotografía, las luces y sombras, los colores escogidos, que van a dotar al mundo de Jareth de un sabor especial. La banda sonora, maravillosa, ochentera e impregnada de la fantástica voz de David Bowie. Los dos intérpretes, la preciosa Jennifer Conelly (que demostraba ya un gran talento) y el prolífico Bowie, seductor y misterioso y con una estética increíble. Los vestuarios, los decorados, las situaciones disparatadas que llegan a recordarnos a Alicia en el País de las Maravillas. Y, finalmente, la originalidad de una historia con personalidad, que no buscaba nada más que ser auténtica en sí misma, divertirnos, transportarnos a un mundo lleno de magia y hacer que todos nos convirtiéramos en niños delante de la pantalla.

"Sólo témeme, ámame, haz lo que te digo y yo seré tu esclavo".

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