domingo, 15 de enero de 2012

De ingleses e irlandeses

La pregunta que me formulo en este momento no es por qué no había visto esta serie hasta ahora. Lo que realmente me pregunto es por qué nadie me la ha recomendado nunca, por qué ni siquiera me sonaba antes de ponerme a verla. ¿No se convierte en un clásico de la talla de Mr. Bean algo tan irreverente como lo que Dylan Moran ha creado en esta vieja librería de segunda mano? Porque yo la meto en mi lista de series favoritas de cabeza, y, es más, creo que volveré a verla muchas veces.
Una vez, hace más de cinco años, cuando apenas conocía a Clara, por alguna razón dejé caer que me dicen que soy muy seria. Y ella, que aunque poco sabía de mí es buena calando a la gente y haciendo juicios inmediatos, me respondió: "Qué va, si tú eres muy divertida, lo que pasa es que tienes humor inglés". No puedo negar que ante eso se me llenó el pecho de orgullo, pese a que tengo mis dudas al respecto. De todas maneras, lo que sí es cierto es que adoro el humor británico, ese deje sardónico e irreverente que le ponen a todo, esa elegancia que siempre está presente hagan lo que hagan. 
Llegué a la página de Filmaffinity de Black Books buscando series inglesas que no tuvieran veinticinco temporadas. Estaba un poco saturada de inglés americano y echaba de menos mi British, y aunque hace mucho que quiero ver Merlín (y la presencia de Anthony Head no hace más que incrementar mis ganas), la perspectiva de enfrentarme a cincuenta y dos episodios así en frío era un poco imponente; y ya no hablemos del Doctor Who, con el que además me saturan bastante últimamente. De modo que decidí buscar fuera de la BBC e internarme en otras cadenas, y así llegué a las críticas que dejaban a Black Books por las nubes. Tres temporadas, un total de dieciocho episodios, una vieja librería situada al lado de Russell Square y tres personajes inolvidables. Dije: "Venga, dale una oportunidad". Y no me arrepentiré en la vida.
Dejad que os explique brevemente de qué va la cosa. Bernard Black (Dylan Moran) es un irlandés absolutamente misántropo que lleva una librería de segunda mano en Londres. En realidad vender es para él lo de menos. Preferiría simplemente quedarse allí solo leyendo mientras fuma y bebe. Sin embargo, un día en no muy buenas condiciones (borracho) contrata a Manny (Bill Bailey), que se convertirá en su empleado y será tratado más o menos como un esclavo. Las vidas de estos dos personajes no están separadas de la de Fran (Tamsin Greig), amiga de Bernard, fracasada en términos generales y proyecto de alcohólica. 
Pese a ser una serie con pocas pretensiones y que apenas utiliza un par de escenarios diferentes, es extraordinario lo buenos que son los guiones, cargados de humor negro y políticamente incorrecto, con situaciones absolutamente disparatadas que permiten a los actores, fantásticos los tres, lucirse al máximo y apuesto a que también divertirse muchísimo. Soy una persona solitariamente emocional; lloro mucho y me río mucho, pero normalmente sólo pasa cuando estoy sola, y en compañía las emociones se quedan todas dentro. Sin embargo, no he podido evitar reírme a carcajadas con esta serie desde el primer momento, teniendo a mi padre a un par de metros preguntándose qué demonios me pasaba. Pues pasa que se me ha hecho corta, que ojalá hubieran grabado un par de episodios más por lo menos, que adoro a Dylan Moran con su acento irlandés y su pelo revuelto y a Bill Bailey con esa elegancia que no puede esconder disfrazado con camisas hawaianas y sandalias (estoy empezando a descubrirlo como músico, a ver qué me encuentro). 
Esta serie además toca mi fibra sensible, y es que adoro Londres y lo echo de menos cada día, y viví durante más de un mes en Bloomsbury, al ladito de Russell Square, en medio de todas esas viejas tiendas de libros de segunda mano que se mantienen pese al auge de las grandes cadenas, y aunque soy una admiradora incondicional de Foyles y adoro Waterstone's, lo cierto es que podría pasar una buena temporada en uno de esos rincones polvorientos donde todo está desordenado y apenas hay sitio para moverse (no en Black Books, por supuesto, a menos que hicieran limpieza y exterminaran todas las plagas de seres sin identificar que inundan la tienda). Pasaba todas las mañanas por Leigh Street, por delante de esas casitas de puertas azules que salen en la serie, sin tener ni idea de que se había grabado allí. También había una librería así en Tavistock Place, la calle donde quedaba mi hostal, y además estaba en un sótano. Lo único que señalaba su presencia allí era un cartel viejo puesto malamente en la calle, y yo pasaba todos los días por allí delante y me preguntaba qué me encontraría si bajaba. Llegué a entrar, y sí, era caótica, un poco sucia y ligeramente deprimente, pero oh, bargains, bargains, come to me
Os invito, en conclusión, a todos a ver Black Books. Es maravillosa y os lo vais a pasar genial. ¿Queréis pruebas? A ver qué os parece ésta...

2 comentarios:

  1. No hay mucho que decir de Black Books: en plena fiebre de las series americanas, y de las telecomedias, descubrir esta, y la todavía en activo IT Crowd, fue un respiro: temporadas mínimas, personajes estrafalarios (con un mínimo de irlandeses garantizados) y un humor completamente surrealista. Pese a que no todo el mundo estuvo contento con solo tres temporadas, pero el final de la última no da más opciones.
    Y respecto al bombo que está teniendo Doctor Who, sigo la serie desde hace años, pero todavía me sorprende el éxito que está teniendo una serie tan a su aire como esa. Cosas que tiene emitirla por tdt y doblada al castellano...

    ResponderEliminar
  2. Totalmente de acuerdo con lo que dices. Respecto a Doctor Who, me dicen que puedo empezar a verla desde cualquier punto, pero no me veo iniciándome en una serie que lleva abierta desde el 63.

    ResponderEliminar

Al comentar en este blog, manifiestas conocer y estar de acuerdo con la Política de Privacidad del mismo.