Hace tiempo que decidí ver el lado bueno de las cosas, la parte que hace que valgan la pena. No obstante, es verdad que, a veces, cuando el día a día parece que se le queda a uno demasiado grande, cuesta ser positivo.
Supongo que todo lo que nos sucede en la vida contiene, en distintos porcentajes, los dos elementos. Algunas de las decisiones que tomamos o las cosas que hacemos pasarán a nuestra historia personal como grandes victorias o experiencias inolvidables; otras, se irán cubriendo de polvo hasta perder el brillo que tuvieran y, las últimas, probablemente se volverán borrones de tinta china en los que no querremos pensar demasiado para otra cosa que no sea recordarnos que hemos sobrevivido a ellos y nos han ayudado a sacar ideas en claro.
Cuando ya te has convencido de que la vida no cambia, de que todo sigue siempre igual, llegan las sorpresas. Lo digo en serio. Yo misma me habría mofado de estas palabras hace apenas un mes, pero aquí estamos. Ha cambiado. A veces me cuesta saber si estoy en el lugar adecuado, pero el caso es que estoy aquí. El caso es que no volveré a ser la misma persona que hacía llamadas desesperadas pidiendo que la rescataran.
En realidad, no cambiamos tanto. En realidad, seguimos llorando y teniendo berrinches y pataletas, y disfrazando el egocentrismo, y lanzando arena. Seguimos necesitando esa visita furtiva.
Pero no seré la misma. Por orgullo.
Tienes razón. En cuanto te autoconvences de que de verdad nada va a cambiar, que sigas con tu vida lo mejor que puedas, de repente algo cambia de golpe y porrazo y lo jode (para bien o para mal).
ResponderEliminarYo sí creo que la gente cambia. Puede que poco a poco, pero cambian. Aunque nos creamos que somos los mismos que ayer, hemos cambiado.