martes, 30 de diciembre de 2014

En llamas


Cuando pensaba que ya había escrito mi última entrada de 2014, va y se me presenta la necesidad de añadir otra. Pocas cosas me provocan esta euforia como Rurouni Kenshin.

Tras una primera entrega que me dejó sorprendida por lo cuidado de su ambientación y el profundo respeto a la obra original, llega una segunda parte no menos buena. Como escéptica que soy en todo lo que se refiere a reinvenciones de mis obras favoritas, tenía miedo de que lo estropearan ahora, pero no ha sido así.
Todos los elementos buenos que tenía El guerrero samurai los sigue conservando esta cinta: las interpretaciones (muy mejoradas), los guiños a los fans de toda la vida (no contaba con que saliera el Juppongatana al completo, ¡qué alegría!), las alusiones a Tomoe y el trágico pasado de Kenshin, las ganas de transformar un manga shounen en una historia un poco más realista... El elenco principal me ha sorprendido porque en la primera estaba correcto, pero le faltaba rodaje; en esta nueva entrega, Kenshin muestra nuevas facetas que no conocíamos y sale bastante airoso (Sato es demasiado adorable como para tenerle en cuenta errores mínimos), Megumi sigue conquistando y Kaoru se pone a pelear; sigo queriendo ver más de Sanosuke y Yahiko. Les tenía miedo a los nuevos personajes que se iban a introducir, que no eran pocos: Okina, Aoshi, Soujiro, Shishio, Houji, Hiko, Misao... Todos ellos son muy queridos por mí y por el público, y por ello sencillos de arruinar; sin embargo, Shishio (que no me convencía nada en las fotos y para cuyo papel no me pegaba Tatsuya Fujiwara) me enamoró en apenas un par de minutos y tanto Okina como Aoshi me han parecido excelentemente interpretados y caracterizados. Misao es adorable. Con Houji tengo mis reservas porque se ha visto poco del personaje, y Hiko apenas ha aparecido. Me gustaba Kamiki antes de interpretar a Soujiro y creo que ha hecho un buen trabajo; de Yumi espero que veamos más en la siguiente película.
Esta secuela ha sido bastante más fiel que la primera al argumento original. Hasta prácticamente el clímax, la acción, aunque resumida y adaptada, ha seguido al dedillo la historia de Watsuki. Es en ese momento final donde cambia para abrir la puerta al último episodio y, aunque a priori creo que lo bueno si breve es doblemente bueno, también es verdad que la historia se habría quedado muy coja de ser concluida aquí.


Siempre existen aspectos negativos, y es el momento de analizarlos también. Hay algo que me chirrió en la primera y que, debido a su continuidad, tampoco me ha convencido en ésta: la historia del Oniwaban-shu. Aoshi es uno de los personajes más icónicos del manga y su deseo de venganza se extiende hasta el final de la saga de Shishio; es un hombre destrozado, que no ve más allá de aquello que ha perdido. En la primera película se nos cuenta la historia de Aoshi, sólo que sin Aoshi. Aparecen miembros del Oniwaban que no lo son, y sufren la suerte que les correspondía a sus versiones originales. Lo que ocurre en esta secuela es que, cuando se nos quiere explicar el porqué de la obsesión de Aoshi con Kenshin, no encuentran razones creíbles y su venganza se queda cogida con pinzas. 
Otra de las cosas más icónicas de Rurouni Kenshin es la batalla de Kenshin y Saito, al comienzo de la saga de Kioto. La eché de menos en la primera película (porque no fue más que un esbozo triste de lo que tendría que haber sido) y la echo de menos en ésta. ¿Es que no nos van a mostrar la enemistad ancestral que arrastran hasta el final del manga? ¿Es que no veremos al Ishinshishi pelear contra el Shinsengumi en tiempos de posguerra? Es una parte importante de su historia y me temo que se quedará en eso... un amago.
Tampoco me ha gustado que, en la historia de Shishio, que está bien narrada, hayan cambiado las razones por las que el gobierno Meiji, para el que luchaba, decidió deshacerse de él: no fue, como la película afirma, por su condición de asesino sanguinario (que también), sino porque tenía demasiada información y era peligroso. Un matiz que viene a sentar las bases de lo que es Rurouni Kenshin y lo que Watsuki intenta transmitir a lo largo de toda la obra: no hay buenos ni malos, en una guerra todo el mundo se mancha las manos. Como dice Kenshin en Kioto después de vencer a Shishio: "si te crees que por que has ganado llevas la razón, eres igual que él". 
El último de los detalles que me han mosqueado es la despedida de Kenshin y Kaoru antes de que él se vaya. Si bien ha sido bonita y sobria, como la original, me han faltado las luciérnagas. Crecí contemplando ese abrazo en la noche al son de The Fourth Avenue Café y, con la de referencias al manga y al anime que han incluido, no entiendo que hayan pasado por alto algo así. 

En resumen, ya sólo nos queda ser testigos del entrenamiento de Kenshin para dominar la técnica suprema del Hitenmitsurugi, y vivenciar el asedio final al cuartel de Shishio en el monte Hiei. Espero con muchas ganas el combate de Sanosuke y Anji, el de Kenshin y Soujiro y el de Usui y Saito. Me muero por presenciar la pelea en la biblioteca de Kenshin contra Aoshi y la combustión letal de Shishio, así como los trágicos papeles de Yumi y Houji. 
Curiosidad me causa qué harán con el resto del Juppongatana y con Kaoru, y espero que, al igual que han hecho con Cho, se moderen para que los personajes no resulten tan estrambóticos como en el manga.

Después de dos adaptaciones tan buenas, ya no le tengo miedo al final. Sé que estará a la altura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Al comentar en este blog, manifiestas conocer y estar de acuerdo con la Política de Privacidad del mismo.