Estar. ESTAR.
Que las cosas no pasen superficialmente, que el diario no se antoje un eco mientras la cabeza se da al anhelo de algo distinto.
No voy a decir no soñar, no planear, no desear: el sueño, el plan y el deseo son mi esencia misma. Pero sí me atrevo a proponerme que lo hipotético no sustituya nunca lo presente. Que no sea el protagonista, sino un añadido.
Estar. Ser partícipe de la vida. Sentirlo todo, sufrirlo todo.
No voy a decir no llevar una segunda, tercera, quinta vida paralela porque esas historias son mi esencia misma. Pero sí me atrevo a proponerme que la ficción no dé sombra a las maravillas que la realidad me pone delante. Que no se cierre a ellas, porque esa realidad es lluvia que nutre la tierra de la escritura.
Estar. Escuchar a mi madre cuando se tira veinte minutos soltándome una charla que no me interesa. No meter la sexta cuando puedo ir en quinta. No adelantarme a los acontecimientos en un alarde de dramatismo innecesario. Observar, escuchar, absorber (quizá lo mejor de viajar sola). Participar, errar, chocar.
Estar.
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