sábado, 10 de noviembre de 2018

Mis cementerios favoritos - Parte I

Hace un par de años, inicié la saga de entradas Mis librerías favoritas (de momento sólo existe esa primera, pero he ido redactando una buena lista para cuando me apetezca escribir la continuación), y al hacerlo me di cuenta de que hay varios temas que podría enfocar en este tipo de secciones o bloques: cosas o sitios que me enganchan, que visito siempre que voy a una ciudad nueva o que sencillamente son recurrentes en mi rutina. 
Podría, y quizá ocurra, hablar de edificios favoritos, de catedrales, de parques, de plazas, de cafeterías... Pero hay algo que nunca falla cuando viajo, algo que es una constante absoluta siempre que me muevo de mi sofá: soy una turista de cementerios. Me duele irme de los sitios sin haber paseado entre sus tumbas (y ha pasado en excursiones cortas, como cuando fui a Lisboa o a París). De la misma manera, siempre estoy investigando dónde se encuentran enterrados los artistas a los que admiro y no pierdo la ocasión de acercarme sus tumbas y sentarme allí a darles las gracias.

Me sentí un bicho raro en este sentido hasta que llegó un profesor, en tercero de carrera, y dijo abiertamente a la clase que no se conoce un pueblo o ciudad hasta que se ha visto cómo entierran a sus muertos. Y hay cementerios orientados a la ostentación que son verdaderas virguerías estilísticas, pero también otros muy sobrios y centrados en el descanso y el homenaje; algunos grandiosos, con avenidas y mapas donde se señalan las tumbas célebres y otros sigilosos y abiertos al día a día de la ciudad. Hace poco, Ter publicó en Youtube un vídeo hablando de este tema y os lo recomiendo encarecidamente (aunque discrepo con respecto a dónde ubica el cementerio judío de Praga): 



Hoy vengo a escribir algunas líneas sobre los cementerios que más me han gustado hasta ahora, y evidentemente habrá una continuación en algún momento porque no voy a dejar de encontrar nuevos camposantos y seguiré informándome sobre dónde se encuentran las personas que me han marcado con sus obras.

Así que poneos la mochila y venid conmigo:


Cementerio de Highgate, en Londres


Mis amigas no entendían por qué quería visitar un cementerio cuando les pedí que me acompañaran aquel dia de 2010, pero vinieron conmigo y hasta lo disfrutaron. La realidad es que sólo visitamos la zona Este porque la otra era de pago y éramos estudiantes, así que todavía tengo pendiente volver y perderme en el ala victoriana. El cementerio de Highgate es conocido por las historias del vampiro que lo habitaba en los años 70 y a mí me daba todo el morbo del mundo pasear por allí. 
Aunque ahora ya he visto muchos de este estilo, éste fue mi primer cementerio-bosque, de esos en los que viven cuervos y ardillas y se permite que la naturaleza y la arquitectura se entremezclen. No había apenas nadie, ni siquiera junto al enorme busto de Karl Marx, y ese silencio es lo que hace que este tipo de sitios sean mágicos. Es precioso, está lleno de esculturas increíbles y de urracas y tiene a su lado un parque-memorial donde nos lo pasamos como enanas.

Lo estupenda que estaba y cómo me martirizaba. Estaba delgadina, comparándome con ahora. En fin.


Cementerios varios, Edimburgo


Mi amiga Mai me conoce demasiado bien y, en cuanto llegué a Edimburgo por primera vez, me llevó directamente a ver el cementerio de Greyfriars, donde está la famosa tumba de lord Voldemort. 
Los cementerios de Edimburgo se parecen mucho al de Highgate en cuanto a su relación con la naturaleza, pero son pequeñitos, están dispersos por la ciudad y muchos aparecen envueltos de vida, unidos a parques, testigos de cómo la gente va y viene y crece y cambia. 
Mi favorito es el de la parroquia de St. Cuthbert, unido al parque maravilloso de Princes Street y a la sombra del castillo de Edimburgo: se pueden oír las voces de los niños que juegan en la fuente, la música de los diferentes eventos que se realizan en el parque y el tráfico de la calle, pero las tumbas permanecen en un estado de paz imperturbable. 



Cementerio de Luarca, Asturias


La primera vez que pisé Asturias fue en 2009, y nunca olvidaré el año porque mi estancia allí coincidió con la muerte de Michael Jackson. Iba para ver a ese oculista tan famoso que hay en Oviedo y de alguna manera convencí a mi padre de que hiciéramos algo más que eso. En fin, que estuvimos dos o tres días en Avilés, Gijón y Oviedo y me enamoré de Asturias. 
El año pasado, al vivir en Mondoñedo, pude conocer un poquito más las zonas próximas a la Mariña Lucense y descubrí que Asturias está lleno de joyas. Mi favorita de momento es Luarca, un pueblo bellísimo coronado por un cementerio que es un balcón blanco sobre el mar. Ubicado en la cima de un acantilado, está construido en diferentes alturas y ofrece la mejor vista de Luarca. Entre varios panteones monumentales, se medio esconden los restos de Severo Ochoa, Nobel de Medicina en 1959.
El cementerio de Luarca es otro mundo, es olvidarse de todo.



Cementerios de Goiriz, Alba y Román en Lugo


Que nadie te diga que te dejes caer por Goiriz cuando visitas Lugo debería estar penado. A mí me tocó descubrir, de pura casualidad, su barbaridad de cementerio neogótico. Iba en el coche de Mondoñedo a Vilalba y a un lado de la carretera apareció un muro coronado por hileras de pináculos acabados en cruz, y esa sensación de sorpresa y fascinación absolutas no la puedo olvidar.
Creo recordar que no paré aquella vez, pero no estoy segura. Siempre tengo que volver a los sitios que me han enamorado o que he visto de pasada y me causan interés, así que sé que he ido muchas veces y que, pese a que los de Alba y Román se le parecen mucho, el día que me encontré también por chiripa con el cementerio de Alba se me cayeron las bragas igual. 
Los tres son chiquititos y están la mayor parte del tiempo un poco olvidados. Sus formas parecen intentar abrazar el cielo. Me abruman y me maravillan a la vez.



Cementerio de Hietaniemi, Helsinki


El cementerio de Helsinki es la mayor prueba de la sencillez finlandesa: ordenado, limpio a pesar de integrarse en el parque donde está, parco en indicaciones (a pesar de haber muchas celebridades finlandesas en él enterradas, en ningún sitio hay mapa que indique el lugar que ocupan), abierto al hoy (hay gente que va a pasear, a leer, a tomar el sol). 
He tenido la suerte de visitarlo en dos ocasiones muy distintas: el verano, cuando estaba prácticamente vacío salvo los que iban por ocio a las zonas más próximas al mar; y el 6 de diciembre de 2017, día del centenario de la independencia de Finlandia y que además amanecía con mucha nieve. Esta última ocasión me permitió contemplar parte del culto, con velas encendidas y flores en los monumentos a los héroes de la Independencia suomi.
Es un lugar tranquilo, libre de pretensiones y con una ornamentación bonita, pero sin alardes. Te permite conectar contigo mismo.



Cementerio de Pereiró, Vigo

Fotografía de elfunerariodigital.com. Me he vuelto loca buscando las tres mil que le he sacado yo, y nada. En cuanto pueda, regresaré para sacar más.

Es el cementerio más monumental de la ciudad y en él yacen varios de los personajes que dan nombre a las calles de Vigo: José Elduayen, Sanjurjo Badía, Jenaro de la Fuente (su panteón es una joya modernista), Concepción Arenal... 
La visita vale la pena por su arquitectura y su escultura: es un cementerio lleno de sorpresas, de obras impresionantes y de sentimientos inmortalizados. Además, está limpio y ordenado, permite realizar un recorrido completo sin perderse y olvidarse del mundo, al no ser muy conocido y no recibir turistas.
Mención especial, junto a éste, al cementerio de Bouzas/Coia (también en Vigo) y a los cementerios bellísimos de Lugo y Ourense; de este último siempre oigo que es el más bonito de Galicia, pero soy tan imbécil que pese a ser de la ciudad hace más de doce años que no lo piso. Shame on me, iré antes de que acabe este año.


Cementerio de Valladolid


Mi hermana vivía a dos minutos de este cementerio y lo he visitado dos o tres veces. A priori, se parece a cualquier otro cementerio de ciudad española: hay panteones muy impresionantes, homenajes a caídos en guerra, alguna celebridad (Miguel Delibes, por ejemplo) y mucha ostentación. 
Lo que más me gusta del cementerio pucelano es el imaginario gitano de las tumbas de la enorme población calé de Valladolid: estatuas a tamaño real, flores de muchos colores, mensajes de cariño grabados junto al epitafio, instrumentos y mascotas inmortalizados para siempre... Pasas del cementerio al uso, a una zona diferente: más alegre y natural con la muerte, más cercana en el recuerdo a los que se han ido.



Cementerios de Corseaux-sur-Vevey y Tolochenaz, Suiza


Este verano, visité en Suiza las tumbas de tres de esas personas que me inspiran una infinidad: Audrey Hepburn (enterrada muy cerquita de la que fue su casa en Morges), Charlie Chaplin y James Mason (estos dos, amigos y vecinos en la última etapa de sus vidas y descansando codo con codo en el mismo lugar). También pisé algún otro camposanto de las mismas características, como el que alberga la tumba de Graham Greene en Corseaux (más tarde me enteraría de que Vladimir Nabokov también está allí cerca enterrado) o el Cementerio de los Reyes de Ginebra (donde están Borges y Piaget, entre otros).
En todos los casos, pero de forma especial en esos dos camposantos pequeñitos que destaco, hablamos de lugares bastante sobrios, integrados en el entorno (al lado de campos de ovejas unos, un parque más en el que leer y hacer picnics el de Ginebra) y envueltos en un halo de respeto y dignidad que nada tiene que ver con lo excesivo. 
En Suiza, la mayoría de tumbas son a su vez macetas que permiten que las flores crezcan en ellas sin necesidad de colocar tiestos o ramos. Se riegan y se permite que ese lugar de recuerdo siga formando parte de la vida.


Hay muchos otros cementerios que me han encantado, como el Judío de Praga (pese a estar un poco masificado; en Praga existen otros cementerios judíos menos conocidos y seguramente trataré de verlos la próxima vez que vuelva por allí), el Ortodoxo de Varsovia o el Cementerio de la Almudena de Madrid. Los pequeños cementerios ingleses y escoceses que me he ido topando en el camino constituyn recuerdos irreemplazables. 
También quedan muchos que quiero visitar y tengo especialmente atravesados los que no he visto de Londres y París, así como otros dos que duelen más de la cuenta: el Cementerio Acatólico de Roma, que estaba cerrado cuando fui y que sin embargo me permitió ver desde fuera y a través de una reja la tumba de John Keats (qué impotencia, no poder entrar; también NECESITO ver algún día su angelo del dolore que fue portada del Once de Nightwish), y el Cementerio Británico de Madrid, que también pillé cerrado a cal y canto y me llama la atención por su concepto, disposición e historia.


Queda siempre tanto por descubrir, por sorprendernos, por maravillarnos. Por cambiarnos la forma de enfrentar la vida.

Por hacernos fluir.

2 comentarios:

  1. ¡Fantástico! Soy también muy devota de visitar cementerios (seguramente el mausoleo con el angel en Orense lo conocerás de sobra :)).
    Suscribo lo de Greyfriars, au que cuando fui todavia no habían enterrado a Voldemort. Tengo pendiente visitar el de Avilés, del que Mariana Enríquez comentó que es uno de los más bonitos.
    Y, bueno, un verano que hacía malo, como suele pasar en Coruña, me dio un siroco y acabe entrando en el cementeruo también (sin contar el árabe que hay cerca de la yorrw de Hércules), y visitar algunas tumbas conocidas.
    Ahora que lo pienso, en el Vallés no he visto ninguno, pero como sean igual de "bonitos" que sus núcleos urbanos, los compadezco T_T.

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  2. Dios, me acabas de descubrir la existencia del cementerio árabe de Coruña y estoy LIVING. Qué bien que ahora vivo por aquí, porque pienso pasarme ya de ya. Me suena haber visto el recinto alguna vez, pero no le había hecho caso y no sé por qué. :O Ruta de cementerios coruñeses ya mismo.

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