martes, 30 de abril de 2019

Favoritos de marzo y abril


Últimamente, siento que voy por la vida enfrentándome a una serie de catastróficas desdichas. Nada serio, nada irreparable; pero zancadillas, a fin de cuentas. 

Procuro anteponer el agradecimiento, ya que todo suele acabar en anécdota y sin demasiado que lamentar; pero también he de reconocer que tengo ganas de vacaciones, de desconexión y de reposo mental.
Todo se andará.

Por lo pronto, marzo y abril también han sido un regalo y me han aportado muchas cosas importantes. De algunas de ellas voy a hablar ahora.


Libros y cómics


-Consejos para jóvenes artistas, escritores y enamorados, de Miguel Fernández-Pacheco. Lo encontré por casualidad cuando fui a Madrid el verano pasado, en la librería del Museo Thyssen. Se trata de un volumen de lectura muy rápida, una colección de consejos que lanza un escritor y profesor de universidad desde la experiencia de la edad. En clave de humor y socarronería, también hace reflexionar sobre el mundo editorial, los certámenes y el mercado literario. Guarda mucha verdad.

-Girl upon Heaven's pier, de Eeva-Liisa Manner. Esta breve novela de una de las poetas más reconocidas de Finlandia es un charco de tristeza. La protagonista de la historia, Leena, es una huérfana que intenta darle sentido a un entorno cuadriculado y hostil por medio de la imaginación y las ensoñaciones. Manner nos hace pensar en el impacto que la religión, el bagaje familiar y los sistemas educativos más tradicionales tienen en la mente infantil. Si bien la prosa se mantiene sencilla y el tono es ligero, me dejó una sensación de tristeza difícil de superar.

-Hiperculturalidad, de Byung-Chul Han. El coreano se ha convertido en mi filósofo actual preferido, y cada vez tengo más ganas de seguir leyendo sus reflexiones. Es bastante frecuente que la globalización se retrate con connotaciones negativas, sin embargo Han decide darle la vuelta a esta percepción y analizar todas las ventajas que se obtienen de este proceso desde la comprensión de que el mismo es natural y ha sucedido siempre, independientemente del ritmo. Quizá se me hiciera un poco pesada la manera en que se enzarza en batallas de ideas con otros pensadores, pero en general lo disfruté mucho.

-El león de marzo, tomos 11 y 12. Este manga sigue siendo precioso. Chica Umino tiene la capacidad de explorar a sus personajes de forma exhaustiva, de hacernos conectar con todos ellos. Rei ha evolucionado muchísimo desde los primeros tomos y las hermanas Kawamoto siguen siendo una delicia. ¿Es normal que shippee con toda el alma a dos personajes que ni siquiera han interactuado?

-Rogue & Gambit: Ring of Fire. ¿Cómo puede ser que no conociera la existencia de este cómic, si casi lo único que sigo de Marvel es la historia particular de Gambito? Me lo he gozado como una enana. Gambito y Pícara son una de mis parejas predilectas de todo lo que se ha creado en el mundo, y hacía años que tenía el corazón roto con ellos. Ring of Fire es un poquito de justicia para con los personajes y sus fans; es una comedia romántica sencilla, pero que aprovecha para explorar un poquito de lo que los separa y todo lo que siempre los unirá. Me emocioné muchísimo, me lo voy a leer continuamente y espero que me entierren con este tomito.

No me gustó tanto: Jules Verne e a vida secreta das mulleres planta, de Ledicia Costas. Pese a haber disfrutado mucho otros trabajos de ella, quizá en este caso la expectativa se comió la obra. Verne y Vigo es un tema que me apasiona, y esta novela profundiza poco y se embrolla demasiado.


Cine


No he visto peli mala estos meses, así que ea:

-Alita: ángel de combate (2019). Cuando comencé a interesarme por el manganime, allá por los últimos 90, Gunm estaba en la sopa. Cada vez que me compraba una revista o entraba en una tienda de cómics, allí estaban las dichosas figuritas de Alita.  Siempre he llevado muy mal la saturación, por lo que decidí de forma consciente que no quería saber nada ni de Gunm, ni de Ghost in the shell, ni de Akira; por cansinos. 
Total, que esta versión americana es lo primero que realmente he visto de Alita, y el resultado es que ahora quiero más. La película se enreda demasiado y pierde ritmo, además de no ser demasiado clara en las tramas principales y sacrificar cosas que a mí me parecían más interesantes. Pero la realidad es que me enamoré profundamente del personaje, de la ambientación, del CGI y de todo lo que da la sensación de que ha quedado pendiente.

-Mula (2018). Pactaría con el Diablo para que Clint Eastwood viviera siempre. Hay pocos cineastas que tengan la valentía de coger la cámara y hablar con honestidad. Mula no es la mejor cinta de Clint, pero está en la línea habitual de condensar en una historia sencilla muchísimas capas de profundidad que se van revelando incluso cuando ya hemos salido del cine. Trata muchísimos temas actuales desde la incorrección política y pone sensatez a muchas de las cosas que nos están dinamitando como sociedad.

-Dumbo (2019). Nunca he vuelto a ver la cinta de Disney porque la recuerdo con gran tristeza, y Burton es fiel a este tono deprimente y que hace al espectador sentirse culpable. Para mí, la película ganaría si el elefantito tuviera más facetas que la de animal tristísimo; pero creo que la segunda parte, con una enorme Eva Green, hace que la película se redima de ese problema y salga ganando. Es una historia entrañable, con personajes planos pero que caen bien, una ambientación burtoniana exquisita y momentos memorables. Lo de las moralejas no me va tanto.

-La sociedad literaria y el pastel de piel de patata (2018). A veces, menos es mucho más. Esta película es tan sencilla como deliciosa, una historia entrañable que cautiva por sus personajes y las relaciones tan honestas y desinteresadas que se establecen entre ellos. Los paisajes de Guernsey son la guinda de esta especie de 34, Charing Cross Road con encuentro efectivo. Los actores hacen un buen trabajo, pero mi corazón se emociona especialmente con Katherine Parkinson, siempre excelsa.

-No llores, vuela (2014). El premio a la mayor llorera de esta lista se lo lleva esta cinta, dirigida por Claudia Llosa y protagonizada por dos de mis favoritos: Jennifer Connelly y Cillian Murphy. Se trata de la historia de una separación, la de una madre y su hijo que en la pérdida también se pierden a sí mismos en su condición de parientes. Las interpretaciones inmensas y la fotografía de esos parajes casi monocromáticos funcionan como motores de una narración desnuda como la vida. Se habla honestamente y sin adornos de muerte, maternidad, culpa y redención. Es maravillosa y volveré a verla.

-Cold War (2018). Hay películas que son la misma definición de cine. Cold War, dirigida por Pawel Pawlikowski, aprovecha todos los elementos del audiovisual para trasladarnos a una cinta de corte clásico, pero con mucho de innovadora. Se narra, a través de los años, la historia de una pareja que se ama y se separa y se encuentra y no se encuentra. Los dos protagonistas son un reflejo de cada momento de la Guerra Fría, y las situaciones que viven en cada sitio donde se localiza la acción me llevan a interpretar un choque generacional, el batacazo que muchos nos hemos llevado al llegar a tiempos más modernos y libres. Varsovia o París, canciones folklóricas para el pueblo o números de jazz y rock'n'roll. Tremendamente fría y potente.


Viajes, experiencias


La vida da para muchas cosas. En estos dos meses, me he movido bastante y he descubierto algunos de los sitios que espero sean recurrentes en mi vida (y, sin duda, lo serán en mis versos). 

A primeros de marzo, estuve en mi provincia para celebrar el amado Entroido y volví a Verín después de muchos años a dejarme azotar por los cigarróns. Me lo pasé como una enana, estuve con amigos, usé disfraces improvisados y ridículos y comí de lujísimo en un restaurante de carretera. 
Desde Verín visitamos Chaves y, como todo Portugal, me lo llevo ya de por vida en el corazón. Además de ser un pueblo entrañable y de haberlo recorrido en buena compañía, recomiendo encarecidamente tomar algo en Sala de Estar, uno de esos locales especiales y auténticos.

También en marzo, conocí A Ponte do Porco y Valdoviño, con unas formaciones rocosas que me tuvieron embobada toda una mañana. Estuve en Sada, en Arteixo y en Oleiros, y finalmente una mañana de sábado me desperté y reservé una habitación de hotel en Camariñas.


No lo había planeado, pero lo tenía atravesado entre ceja y ceja. Así que me dediqué un fin de semana inolvidable en algunas zonas de la Costa da Morte; como ya conocía Malpica y estoy viendo Mareas Vivas, decidí comenzar por Laxe y lo demás fue dejarse llevar. Pasé tiempo en Corme, en Vimianzo, en Muxía con su Virxe da Barca y sus rocas inauditas, y por supuesto en la bellísima Camariñas con uno de los lugares que no voy a poder olvidar nunca: el cabo Vilán, en el fin del mundo, con ese faro encaramado a una roca impensable y las olas casi abofeteándote sin tocarte. Hay sitios donde dejamos mucho de nosotros.

En abril me enamoré de Ares, con su arquitectura modernista, y de la aldea de Padre Casares: Redes, especial y espectacular. 


También en abril, pasé 24 horas en Barcelona, las justas para enamorarme más de la ciudad condal y para cumplir un sueño. Además de pisar por vez primera el área de Poblenou (su cementerio es una visita obligada) y de mojar los pies en el Mediterráneo, estuve en un teatro a pocos metros de una de las personas que más admiro, escuchando humor del que no teme a nada. Dylan Moran es uno de mis iconos máximos y no puedo explicar lo fuerte que fue tenerlo delante y llorar de la risa desde el segundo 1 hasta que se marchó. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se tiene ese coco brillante sin nadie que lleve el volante? Esa noche fue una brutalidad.

Por último, en la recta final de Semana Santa estuve brevemente en Londres visitando a mi hermana. Hacía dos años que no pisaba esa ciudad que es parte ineludible de mi historia, y parecía que habían pasado dos siglos. Siempre me hace feliz volver a pasearla, descubrir cosas nuevas de ella y dejarme llevar por su ritmo vivo, pero nunca apurado. Regresé a Abbey Road, subí por vez primera al London Eye, comí con mi amiga Mine y saqué la primera foto a Eros que he tomado en nueve años. Volví, siempre vuelvo, a mi Bloomsbury del alma y al hotel donde viví un mes y medio especial, me sentí en casa ante la estación de Russell Square y lamenté que el Big Ben se me escondiera entre los andamios. 
También pasamos un día en Canterbury y ya tengo ciudad que añadir a mi próxima entrada de sitios que amo de UK; es una de las villas más lindas que he visitado, y hay algo en su gente y en su tranquilidad que me recordaron a los sitios en los que más cómoda me siento, como Helsinki o Vigo.
En Londres saludé a mi querido John Keats, o más bien a su estatua ubicada en el hospital universitario donde estudió Medicina; y en Canterbury me volví a obsesionar con Christopher Marlowe y todo lo que se desconoce de él.

A veces, no soy consciente de todo lo que he hecho. De pronto me encuentro de vuelta en casa, en Betanzos, y me cuesta asimilar que hace unos días estuviera en St. James' Park consumiendo un huevo de Pascua. Estas entradas me ayudan a recordarme a mí misma todas las cosas increíbles que le exprimo a cada día.


Música

En un intento desesperado por no dar más la chapa, sólo diré que la gente no deja de sacar música que me flipa y yo no sé cómo hacerme crecer más orejas. Así que se escucha lo que se puede. 

Además del disco íntegro de Hozier una y mil veces, he escuchado bastante:

-Jenny of Oldstones de Florence + The Machine


-Con Altura de (La) Rosalía


-One de Kerli


-Freeze de Cellar Darling


-Maldición de Lola Índigo


-Set in Stone de Hyde


-A ti te ocurre algo de Leiva



¿Alguna recomendación para estos meses pre-oposiciones que se avecinan? Suele ser cuando más receptiva estoy a ver/hacer de todo. ;D

¡Feliz día!

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