jueves, 23 de mayo de 2019

Marlowes, Nosotros

Volver sobre lo andado en calidad de turista, una de las actividades favoritas de esta introvertida confesa, guarda siempre un sinfín de revelaciones: sobre el camino, sobre los demás, sobre uno mismo. Ver de nuevo Will (2017) después de dos años me ha devuelto mis propias palabras al respecto (estoy muy orgullosa de esa entrada) y me ha hecho soñar con nuevas líneas.




Hay un plano, casi al final de la serie y que ejerce como cierre de la última obra que vemos representada en el teatro de los Burbage. Todo el mundo ha abandonado la escena y sobre el entarimado aparece la figura de Christopher Marlowe recortada contra los colores de la grada. El silencio envuelve el lugar por un instante y su espalda ya no nos permite discernir aquella mezcla de rendición, fracaso y reconocimiento que antes dibujaban sus facciones.

Christopher Marlowe es el gran vencido en una batalla que ni siquiera ha llegado a librar. Es el olvidado por la historia, el solapado perenne por un genio quizá más espontáneo e ignorante de sus capacidades, tal vez más natural y menos suplicado.

El personaje de Jamie Campbell Bower es histriónico, excesivo y muchas veces una caricatura; sin embargo, es una representación exacta de algo que todos conocemos en mayor o menor medida: la desesperación, el alma que se desnuda de todo lo que no es deseo, de todo lo que no es la añoranza inapagable por aquello que somos y no conseguimos revelar.

El Marlowe de Will no pretende ser reflejo del verdadero Marlowe y quizá se trate, por esa misma razón, del más interesante que se haya representado. Marlowe es Fausto y atraviesa una sucesión de etapas de alejamiento y reconciliación consigo mismo hasta que alcanza el punto de despojarse de toda piel y atisbarse en el espejo. 


De alguna manera, el Christopher Marlowe de Will es la misma especie humana. Es el ansia que no se apaga porque siempre deseamos, la inquietud que nos apresa al nunca encontrar un presente que no invite a buscar algo más. Es la llama que nos impulsa a lo mejor y a lo peor, a ser villanos y héroes y a coronarnos y enterrarnos vivos. 

También es esa mirada que lucha por desmarcarse, por no estar siempre detrás de. Ve a través de los siglos y el legado y se sabe perdedor en una guerra sin alternativas, y nos hace conscientes de lo que es ser una sombra: la sombra que él será para la Historia y que el personaje parece anticipar.
Christopher Marlowe es la antítesis, es la pelea, es el viaje a través de las propias cloacas y la victoria ante uno mismo que pasa desapercibida. Es el héroe que permanece oculto y aprende que el amor es siempre dolor, que ganar es perder, que sólo se trasciende para uno mismo.


Christopher Marlowe es esa figura que a muchos nos ha obsesionado por lo misterioso de sus preguntas y lo censurable de sus certezas. Es esa voz que gritaba estrofas y nos ha dejado las gargantas secas. 



Y este Marlowe vive siempre conmigo y acompaña cada verso blanco de alguien que se llamaba como él y, como él, tronaba impotencia y un anhelo infernal.



He kneeled, but unto her devoutly prayed.
Chaste Hero to herself thus softly said,
"Were I the saint he worships, I would hear him;"
And, as she spake those words, came somewhat near him.
He started up, she blushed as one ashamed,
Wherewith Leander much more was inflamed.
He touched her hand; in touching it she trembled.
Love deeply grounded, hardly is dissembled.
These lovers parleyed by the touch of hands;
True love is mute, and oft amazed stands.
Thus while dumb signs their yielding hearts entangled,
The air with sparks of living fire was spangled.

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