domingo, 9 de junio de 2019

[Domingo de Poesía] Por qué me hizo mi madre

En mi permanente búsqueda de nuevas obsesiones, a veces me salgo con la mía al toparme de bruces con una de esas voces que no vuelven a salir de la cabeza de uno. Voces que se imponen como el trueno en su despliegue de desnudez.
Y, de esta manera, me encuentro a los pies de una poeta que desgrana al ser humano como quien lo hace con una vaina de guisantes. Agárrense.


SHARON OLDS

Fotografía tomada de https://www.readitforward.com.

En 1942 nace Sharon Olds en San Francisco (Estados Unidos), aunque el grueso de su crianza tendrá lugar en Berkeley. De familia calvinista, se enfrentó desde niña a los continuos maltratos de un padre alcohólico y a la censura y aislamiento marcados por su religión.
Interna en un centro para chicas de Massachusetts durante la adolescencia, entró en contacto con la poesía y leyó asiduamente los trabajos de William Shakespeare, Walt Whitman y Emily Dickinson, entre otros; por esta época ya escribía.
Estudió Literatura en las universidades de Stanford y Columbia, tras lo cual empezaría a desvincularse de las formalidades poéticas y componer versos de forma libre. Autores como Sylvia Plath, Anne Sexton o Galway Kinnell marcaron su renacer como poeta, e inspirada por ellos Olds fue capaz de transformar en palabras algunos de los temas que más la habían marcado: la infancia, la familia, la sexualidad, el abuso... 
Casada y con dos hijos, no consiguió publicar su primer volumen hasta 1980 y tras haber recibido muchas negativas; esta obra se titulaba Satan Says. A partir de ahí llegarían el reconocimiento y nuevas publicaciones, algunas de las cuales son: The Dead and the Living (1983), The Matter of this World (1987), The Father (1992), One Secret Thing (2008) y Stag's Leap (2012). Este último trabajo, que habla sobre el divorcio de su esposo, la hizo ganadora de los premios Pulitzer y T.S. Eliot.
La crítica siempre ha alabado la capacidad de Olds para relacionar temas muy duros y personales de forma explícita y honesta, llevándolos a lo universal.
Actualmente es profesora en la New York University.


POR QUÉ ME HIZO MI MADRE

Maybe I am what she always wanted,
my father as a woman,
maybe I am what she wanted to be
when she first saw him, tall and smart,
standing there in the college yard with the
hard male light of 1937
shining on his slicked hair. She wanted that
power. She wanted that size. She pulled and
pulled through him as if he were silky
bourbon taffy, she pulled and pulled and
pulled through his body till she drew me out,
sticky and gleaming, her life after her life.
Maybe I am the way I am
because she wanted exactly that,
wanted there to be a woman
a lot like her, but who would not hold back, so she
pressed herself, hard, against him,
pressed and pressed the clear soft
ball of herself like a stick of beaten cream
against his stained sour steel grater
until I came out the other side of his body,
a tall woman, stained, sour, sharp,
but with milk at the center of my nature.
I lie here now as I once lay
in the crook of her arm, her creature,
and I feel her looking down into me the way
the maker of a sword gazes at his face
in the steel of the blade.


Puede que sea lo que ella siempre quiso,
mi padre en mujer,
puede que sea lo que ella quería ser
cuando lo vio, alto y bien puesto,
allí de pie en el patio de la facultad con esa
dura luz de macho de 1937
brillando en su pelo engominado. Quería ese
poder. Quería ese tamaño. Tiró y 
tiró de él como si fuera un chicle 
de bourbon, tiró y tiró y
tiró de su cuerpo hasta que me sacó,
brillante y pegajosa, su vida tras su vida.
Tal vez sea como soy
porque es lo que ella quería,
quería que hubiera una mujer
que se le pareciera mucho, pero que no se contuviera, así que
se apretó fuerte contra él,
se apretó y apretó la pelota suave
de sí misma como si fuera crema batida
contra el agrio rallador manchado de él
hasta que yo salí del otro lado de su cuerpo,
una mujer alta, manchada, agria, afilada,
pero con leche en el centro de mi naturaleza.
Estoy aquí tumbada como una vez lo estuve
en su regazo, su criatura,
y la siento mirarme fijamente como
el creador de una espada contempla su propio rostro
reflejado en el acero de la hoja.


Cruda y fascinante. Una de esas voces que lastiman, desvisten y se quedan para siempre.

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