viernes, 30 de agosto de 2019

Estocolmo (síndrome de)


¿Sabéis cuando, tras alcanzar un sueño o un objetivo que veíais improbable o que habíais deseado mucho, es difícil de entenderlo como real? 
Me ha pasado muchas veces. Los conciertos más importantes de mi vida los visualizo en la cabeza como si se tratase de algún vídeo que he visto en YouTube. Contemplo fotos del Lemán y me cuesta creer que lo haya olido. Lo de Plushenko parece sólo un fanfic.

Mi amor por Japón es tan parte de mí como lo es el gusto por la música o la pasión por la escritura. Comencé a ser consciente de que muchas de las cosas que me atraían venían de allí cuando tenía doce años y a lo largo de los quince siguientes me dediqué a investigar, leer, traducir y hacer llegar a otros todo cuanto podía. Me frustraba, cuando estaba en la organización de la Asociación Kamakura, que una gran mayoría de los miembros se quedara en la superficie y pusiera poca atención cuando nos molestábamos en preparar charlas, proyecciones de cine y actividades relacionadas con la lengua nipona. 

Yo también miré a Japón gracias al anime. Después pasé al manga y apenas he vuelto a ver anime desde entonces. Vinieron la historia, el cine, la literatura, la moda, la comida y lo más gordo de todo: la música que me ha acompañado desde la adolescencia y se vendrá a la tumba conmigo. 
Japón ha estado presente en todos los pasos que he dado en mi vida adulta. Siempre he estado empapada de su cultura, por una vía o por otra. Siempre he estado aprendiendo sobre la sociedad, la mentalidad, el día a día.

Supongo que por eso, porque Japón estaba extremadamente lejos pero era profundamente cercano a mí, cuesta tanto asimilar que haya pasado veinte días recorriéndolo y que esos veinte días hayan acabado. Es el más irreal de mis recuerdos.
Pienso en nuestro templo de Asakusa, en las tostadas de Kyoto, en las vías de tren por encima de las calles, en el sonido de las cigarras en los árboles, y es como si nada de eso hubiera ocurrido más que en alguna ficción consumida. Ni siquiera las marcas de las picaduras de mosquito que me dieron una alergia horrorosa parecen indicar ya que haya habido ampollas gigantes ahí.

Japón vuelve a estar lejos y yo he desarrollado una especie de Síndrome de Estocolmo de viaje que no me permite pensar en otra cosa que no sea regresar.


Me encantaría escribir algo precioso, pero estoy como drenada. Así que os invito, si tenéis ganas de conocer mis impresiones y sentimientos in situ y justo a la vuelta, a pasaros por mi perfil de Instagram a leer algunas cosillas que sí pude sacar de mi cabeza aquellos días: https://www.instagram.com/kaorutakarai88

Ahora sólo quedan el silencio y una añoranza infinita.

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