jueves, 27 de agosto de 2020

X en 2020: una reseña no apocalíptica en la que más bien desbarro sobre Subaru


Siempre he pensado en X como una excusa. Como una estructura construida en torno a su mobiliario y no al revés; como cuando, para proteger un dolmen, deciden levantar una cubierta a su alrededor. 

Claro, no sé qué opinaría al respecto el Kamui de los Dragones de la Tierra; tal vez, simplemente, que veo aquello que deseo ver. El caso es que X me parece un armazón, la cáscara que recubre la carne dulce de una fruta.
Así me lo parecía hace muchos años, no cuando leí X (que llegó primero a mi vida) sino cuando encontré Tokyo Babylon y pude darles otro sentido a los acontecimientos que narraba X. El argumento en sí se fue a un segundo plano y lo empecé a entender como marco para contener lo que verdaderamente había llevado a sus autoras a embarcarse en algo tan insólito en su género: 

1. El poderoso deseo de CLAMP de dibujar ilustraciones complejísimas y apocalípticas que mostrasen la dualidad humana, el sufrimiento profundo, la soledad... X se publicó durante una década (1992-2003) en Japón y es muy fácil observar la evolución en el estilo de dibujo y en la composición de las viñetas y páginas; pero la primera mitad del manga es una locura de ilustraciones recargadas, simbólicas, tremendamente expresivas y estéticas. CLAMP dedicó muchísimo tiempo a estudiar qué elementos iban a crear las sensaciones que buscaban transmitirle al lector y centró gran parte de la fuerza de su obra en páginas completas que iban más allá de la trama.

2. Las ganas de comprimir pura filosofía en un manga juvenil, de reflexionar de forma detenida y gráfica sobre la naturaleza humana con sus dos caras que usualmente clasificamos como bien y mal, pero que van más allá de esa simpleza. Por encima de los personajes concretos y de los acontecimientos que narra, X es un estudio sobre la identidad humana, que apoya en dos pilares fundamentales y tan contrapuestos como nosotros mismos: el Destino y el Deseo. Una sociedad como la japonesa, de colectivos y roles muy marcados, camina la senda del Destino inmutable; el Deseo individual es egoísta y puede herir a los demás al cambiar su mundo. Humanidad contra Ser Humano y Ser Humano contra sí mismo. CLAMP se las ingenia para plantear todas estas cuestiones como quien siembra una semilla; el crecimiento lo deja al lector. 
Filosofía pura sobre nosotros como seres duales que se encarna en la progresión que van tomando Dragones del Cielo y Dragones de la Tierra; en el centro, sin inclinación hacia ninguno de esos lados, el Amor como fuerza poderosísima que nos condiciona y nos mueve pero no es por sí mismo bueno ni malo. Un amor casi siempre enfermo por su propia naturaleza irracional que desafía las normas sociales.
Filosofía también sobre la Naturaleza y cómo la doblegamos a nosotros, sobre la huella humana en un mundo hastiado de nosotros.


3. El interés, quizá más ornamental que humano, por estudiar el Tokyo decadente de un fin del mundo disfrazado de terremotos y cuerpos descuartizados. CLAMP conoce muy bien Tokyo: sus formas, sus contradicciones, su personalidad colorida y su corazón monocromo. Los dibujos que realizan de localizaciones tan icónicas como el Rainbow Bridge o el templo Yasukuni, así como de sus versiones hechas escombros, son un retrato hiperrealista de la sociedad que los camina.

4. La necesidad visceral de dar continuidad a la historia de dos de sus (mis) personajes más queridos: Subaru Sumeragi y Seishirou Sakurazuka. 
Repito: tal vez veo lo que deseo ver. Pero, hace muchos años, cuando aterricé en la belleza infinita de los ojos de Subaru, me pareció que todo X había sido una excusa para hablar de él. Hoy, veinte años después del fin del mundo que auguraba la princesa Hinoto, vuelvo a caer en la narrativa despiadada de esta obra y vuelvo a pensar que, a fin de cuentas, todo es un eco, una estructura, una cáscara diseñada para contarme el viaje de Subaru y Seishirou como expresión máxima del Amor y del Ser Humano según CLAMP. También podría ser al revés y tratarse estos dos personajes de meros ecos del yin y el yang que plantea toda la obra. Pero conozco un poquito a las autoras y me inclino por la primera opción.


Quizá sea, en realidad, más sencillo que asumir que la trama es una capa externa: lo externo son las concreciones, pero X es puro meollo, puro sueño, puro debate moral entre la vida y la muerte, entre la continuidad y la destrucción, entre la luz y la oscuridad, entre el yin y el yang. Entre un Kamui y otro. Entre la Hinoto buena y la Hinoto mala. Entre Subaru y Seishirou. Existe un argumento, ocurren cosas (potentes), se avanza sin pausa; pero el ritmo no quita espacio al expresionismo más puro, que se explaya en largos pasajes oníricos que importan más que cuál será el desenlace.
Y, claro, estamos en 2020 y no existe un desenlace. Lo hubo en las versiones animadas de la historia, pero nadie sabe a ciencia cierta cuál era la intención de CLAMP para dar fin a su obra más oscura. Y, aunque se especula y seguramente habría estado a la altura, esa ausencia de fin me lleva a ver la obra como una grandísima excusa para que toda la dicotomía planteada sea simplemente el techo que cubre a los protagonistas de Tokyo Babylon: Subaru y Seishirou como símbolo último del Ser Humano.


Me enamoré de Subaru Sumeragi de una forma algo estúpida. Le conocía de X y me gustaba, pero necesité que una amiga me comentara que su versión adolescente en Tokyo Babylon le recordaba a mí para hacerle un poco de caso. Y no, no creo que ese Subaru y yo tengamos mucho que ver; sin embargo, sí me encuentro bastante en el Subaru solitario de X. 
Subaru, cuando CLAMP le da vida por vez primera en Tokyo Babylon, es pura inocencia: su mirada es la de un muchacho de dieciséis años tan tímido como bondadoso, extremadamente sensible, sin sombra alguna de malicia. Es un personaje utópico: pura empatía. 
Seishirou se acerca a él por medio de la mentira y la manipulación, se involucra en su vida por puro entretenimiento sádico. Seishirou no puede sentir nada por nadie y cumple su rol de asesino sin que este trabajo le genere emoción alguna. Es oscuridad, falta total de sensibilidad.

Y entonces sucede la doble tragedia que marca a Subaru de por vida: por un lado, su hermana le es arrebatada; por otro, se enamora de Seishirou, la persona que se la ha arrebatado. De una sola vez y con una crueldad que se enfrenta a la misma identidad del personaje, pierde a los dos pilares de su existencia.


Nueve años más tarde, el Subaru de X vive sepultado en una tristeza muy pesada. La luz se ha atenuado. La bondad sigue aflorando en cada una de sus acciones, pero también aparece un egoísmo que no conocía de niño. Sobrevive para ser asesinado por aquel que se lo quitó todo y al que no puede dejar de amar.
Todo en X enmarca a la perfección la gran tragedia griega que es la historia de Subaru Sumeragi: las relaciones entre los distintos Dragones del Cielo y Dragones de la Tierra dan matices a la de ellos, las dos miradas de Hinoto son un reflejo de la certeza de que, en realidad, Subaru y Seishirou son dos caras de una moneda. La propia dinámica protagónica de Kamui con sus amigos Fuuma y Kotori, sacudidos por una desgracia que no cicatriza al morir la segunda, se parece mucho al final de Tokyo Babylon. Kamui y Fuuma, los dos Kamuis, son una misma persona desdoblada en el día y la noche, en el bien y el mal.



X quedó inacabada tras el tomo 18. Los motivos tuvieron que ver con ciertos paralelismos entre los sucesos de la trama con desastres que estaban ocurriendo en aquel momento en Japón: no era una obra cómoda de seguir publicando. Sin embargo, y aunque queda entre interrogaciones qué camino habría tomado a partir de ahí Subaru, lo cierto es que su arco con Seishirou estaba cerrado. Justo ahí, en el tomo 18. 

Hay una película a la que vuelvo cada cierto tiempo y que hoy, al cerrar por enésima vez X de CLAMP, me ha venido a la cabeza como eco de Subaru y Seishirou: Hedwig and the Angry Inch, que habla de identidad, de la dualidad reflejada por los dos Berlines divididos por el muro, de la naturaleza del Amor. Aunque acaba con una nota diferente, creo que la primera acepción que lanza encaja perfectamente con las relaciones que CLAMP plasmaba en esta obra (y en casi todas) y en concreto con la de Subaru Sumeragi y Seishiro Sakurazuka: The Origin of Love.


El poso de destino que envuelve a los dos personajes (a todos los personajes) y que se enfatiza a través de elementos shakespearianos como la pertenencia a clanes rivales (estilo Capuleto y Montesco) se deja ver hasta el mismo final, cuando se funden en una sola persona.


Leer una y mil veces la tragedia de estos dos personajes me recuerda a cuando contemplas un accidente de coche o un incendio: es algo terrible que produce gran dolor, pero nos resulta imposible apartar la vista. 
En 2020, paseo sobre calles conocidas. Sé qué pasa, cómo acaba, soy muy consciente de las brechas que quedaron abiertas y sigue frustrándome que existan esos vacíos que me producen angustia. Sin embargo, también he madurado un poco y soy más capaz que nunca de apreciar la belleza de su narrativa: la historia compleja y desalmada de dos caras de una misma moneda que no pueden encontrarse a menos que fundamos el metal. Entonces, desaparecen por cómo eran y se convierten en algo nuevo, en el ser completo que eran en el mismo origen del Amor: en un Humano.



EPÍLOGO: PORQUE NO ME ENCAJABA MUY BIEN EN EL TEXTO ANTERIOR


X de CLAMP en 2020 ha sido en gran medida Subaru Sumeragi en 2020, pero también me ha dado mucho más. No puedo no mencionarlo porque es importante para mí: a través de sus personajes maravillosos, de las muchas relaciones que aparecen (no todas tan retorcidas, pero sí: bastante), del dolor tangible en las miradas de todos ellos y la idea del mundo que reflejan; he recordado qué fue lo que me atrapó de CLAMP en su día y por qué resonó conmigo. Empecé X quién sabe si a la edad que Subaru contaba en Tokyo Babylon y la lectura se solapó con mi autodescubrimiento personal. Vi muchas de mis ideas florecidas y detalladas en las viñetas de X y sentí que la obra me acompañaba en la composición de mi persona.
En los últimos años, el mundo me había hecho casi desechar algunos de esos rasgos que siento que me hacían ser yo. Me había culpabilizado por pensar según qué cosas o por la decisión involuntaria pero aprobada por mí misma de no categorizar. X ha llegado como el huracán que se lleva todas tus pertenencias y te deja desnudo. Y desnuda he vuelto a ver mi corazón.
No puedo no llorar cuando se trata de estos personajes y ya no olvidaré tampoco por qué me emociona tanto recordar esta obra. 

Gracias, CLAMP.

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