sábado, 15 de agosto de 2020

Significante místico: el cine de Mika Ninagawa


Cuando pienso en artistas visuales que me inspiran, uno de los primeros nombres en acudir a mi mente siempre es el de Mika Ninagawa

Conocida por la estridencia de los colores en sus fotografías de moda, llegó a mi vida a través de su debut cinematográfico: Sakuran (2007). Sin ni siquiera haber oído nunca su nombre, me lancé a la aventura florida de la cinta por el atractivo de sus imágenes promocionales y por la presencia en ella de varios de mis actores favoritos: Anna Tsuchiya, Hiroki Narimiya y Masanobu Ando, entre otros. 
La impresión que me dejaron las elecciones estéticas fue duradera debido a su potencia: Sakuran era deslumbrante en su forma, mezclando elementos de la cultura nipona como las ropas tradicionales de las cortesanas o los biombos de las casas de té con un pantone absolutamente inusual y planos escogidos para embriagar. El guión no me llegó a convencer y por eso pasaron los años sin que me preocupara de buscar el nombre de la directora (ni siquiera cuando ya se me iban colando en el imaginario muchísimas fotografías suyas de otros artistas que me gustaban).

En 2012 llegó Helter Skelter y, para ese entonces, yo ya me consideraba fan de la paleta cromática de Ninagawa. Devoraba sus fotografías de pececitos, de flores de todo tipo y de ropa en las mejores revistas; todo ello, bien de saturación. Helter Skelter se presentaba como la mezcla perfecta: la estética impresionante de la directora, sumada a una historia interesante y la presencia de actores que me atraían poderosamente. Por un lado, mi queridísimo Yosuke Kubozuka, un señor que me pasma haga lo que haga. Luego estaba Erika Sawajiri, que había sido muy popular en Japón años atrás y había detenido su carrera muy abruptamente tras un escándalo; Helter Skelter suponía su regreso como nada menos que protagonista y toda la promoción previa al estreno dejaba ver que el papel había sido arduo y la había dejado tocada.
Helter Skelter es una locura de cinta. De nuevo basada en un manga, habla con brusquedad del mundo del modelaje y la belleza, efímero, demandante, cruel. Su protagonista es un personaje sumido en el infierno y capaz de arrastrar al mismo hoyo a todo el que la rodea. Visualmente, es una absoluta locura y cada plano está cargado de elecciones conscientes y arriesgadas para traducir en colores la decadencia de Lilico.



Enamorada hasta las trancas de Helter Skelter, vi pasar los años y no obtener nada nuevo de Ninagawa, cinematográficamente hablando. Seguía trabajando, más que nunca, en revistas y photobooks de actores; sacó su propia aplicación tipo Instagram (Cameran), que usaba hasta mi Toshiya de Dir en Grey; dirigió unos cuantos videoclips musicales, el más internacional el Girl on Fire de Alicia Keys.


Todo llevaba su sello de forma innegable y todo me emborrachaba de estridencia sin llegar jamás a cansar.

Pero me faltaba el cine, y el cine se hizo esperar hasta 2019. De pronto, anuncio múltiple: Diner (una película tarantinesca protagonizada por el mismísimo Tatsuya Fujiwara), Ningen Shikkaku (biopic del escritor Osamu Dazai interpretado por Shun Oguri) y (¡sorpresa!) una serie de Netflix titulada Followers e inspirada en las redes sociales.
El triplete prometía y daba cuenta de una reputación ya ganada e imparable: Ninagawa se estaba consolidando como uno de los grandes nombres en el audiovisual nipón.
Me pasé meses buscando a diario descargas que aún no llegaban y al final nos plantamos en agosto de 2020.


¿Qué se puede esperar una de una directora que ha sacado sólo dos películas, ambas muy diferentes entre sí? Sakuran era histórica y culebronesca; Helter Skelter era una cinta muy oscura sobre el culto al cuerpo.

Pues nada, que Ninagawa no se encasilla y vuelve con una opción para cada espectador. Las tres completamente distintas, así como tampoco se parecen a sus películas anteriores; las tres increíbles en lo estético, reconocibles en este sentido y no obstante diferenciables entre sí. Ninguna de ellas es perfecta, pero tampoco es necesario. Suspiria de Dario Argento no tenía un gran guión y aun así se nos ha quedado a todos atascada en el corazón. Ninagawa propone tres productos visualmente bellísimos que entretienen y atrapan. Que se quedan atascaditos en el corazón.



-Lo primero que consumí de esta nueva era fue Followers (2020). Cuando escribí sobre  la excelsa The Naked Director (2019), hice referencia a mis grandes expectativas en Netflix Japón. Como persona que consume doramas y cine del país desde hace muchos años, era muy consciente del mundo de posibilidades que la televisión por demanda ofrecía a las series niponas y me sentí muy satisfecha con aquella primera muestra de genialidad. Aunque Followers está lejos de ser tan perfecta como la que protagonizaba Takayuki Yamada, sigue siendo un paso adelante para las series japonesas. Ambientada de nuevo en el mundo de la farándula, nos presenta a dos mujeres que serán los motores de la historia: por un lado, Natsume, un intento frustrado de actriz que de manera fortuita se convierte en foco de atención en Instagram; por otra parte, Limi, exitosa fotógrafa que quiere ser madre soltera (personaje muy claramente autobiográfico basado en la propia Ninagawa). Aun tocando de pasada algunos de los temas más oscuros de Helter Skelter (Mika Nakashima da vida a una cantante mangoneada y destrozada por la industria) y otros como el daño que nos hace depender demasiado de las reacciones en las redes sociales, el tono de la serie es ligero y su ritmo es tranquilo, de dorama; quizá el ritmo sea, precisamente, lo que más me ha gustado, ya que la historia se dilata a lo largo de meses y años de forma que resulta más creíble. 


Followers cae en varios estereotipos de las series americanas, pero que no se suelen ver mucho en Japón: el cuarteto de marujas solteras a lo Sexo en NY, las relaciones amorosas de Limi y su forma de enfrentarse al deseo de ser madre... En este sentido, no resulta nunca muy sorprendente, pero sí que hace una labor importante a la hora de colocar en pantalla personajes homosexuales (hombres y mujeres), así como al dar protagonismo a mujeres empresarias dueñas de sus vidas (aunque me gustaría que dueñas de sus vidas dejara de una vez de ser sinónimo de empresarias; hay más en el mundo que el amor y el trabajo).
La serie nos lleva al Tokyo más farandulero a través, sobre todo, de los estilismos de sus personajes. La forma de expresarse y relacionarse de Limi y compañía, tan poco nipones, sumada a los peinados y vestimentas que llevan; me recordaron muchísimo a un manga de Ai Yazawa y en este sentido casi podría haber estado viendo una adaptación (mucho más acertada que las que existen) de Paradise Kiss o Nana.
Aunque algunas tramas (como la de la mujer madura y el jovencito, hijo mediante) no me convencieron y siento que por muchos de los temas se pasó demasiado de puntillas, la serie resulta tremendamente satisfactoria en lo visual, en la gama inmensa de cameos de celebridades niponas que aparecen y en cómo normaliza muchos temas que necesitan ponerse encima de la mesa en el país.


Se siente un poco americana, pero se siente también bastante japonesa. Y, sobre todo, es muy reconociblemente una obra de Mika Ninagawa.




-El segundo plato fue Ningen Shikkaku (2019), que suponía el regreso de la directora a las historias de época, con menor margen para la extravagancia. Ningen Shikkaku se presenta como el relato de los últimos años de vida del famoso escritor Osamu Dazai, aunque para mí es un error verla de esa manera.
Sí que habla del autor (Shun Oguri cumple bien, aunque esperaba un poco más de fuerza en su interpretación) en su relación con el alcohol y las mujeres; pero el foco no se encuentra tanto en la fidelidad a los hechos reales como en el retrato de una persona sumida en la depresión y tremendamente egoísta en su trato con el mundo.
Como una sanguijuela, Osamu Dazai era un mujeriego que utilizaba a sus amantes como fuente para sus novelas (por ejemplo, copiando sus diarios) y que no encontraba satisfacción en ninguna de esas relaciones. Dando tumbos en matrimonios infelices, dejando hijos aquí y allá y destrozando su hígado debido a los excesos, Dazai intentó suicidarse varias veces en momentos distintos de su vida; en algunas de estas ocasiones el suicidio era colectivo, ya que planeaba llevarlo a cabo junto a su mujer o junto a alguna amante, como finalmente sucedería.


La película expone de forma irregular tres relaciones muy dispares entre sí que vienen a resumir la dinámica que el escritor habría seguido toda su vida: la que mantiene con una esposa sumisa que hace la vista gorda como forma de lealtad a su marido (la interpretación de Rie Miyazawa sostiene toda la cinta con esa calidez llena de matices), aquella con la amante que lo utiliza tanto como él a ella (Erika Sawajiri visibiliza una forma distinta de mujer; una mujer que elige la vida que quiere vivir) y la que mantiene con una amante que demanda más de él, que se ha creído el cuento de que puede ser amada por él y se arrastra a su locura (Fumi Nikaido es bellísima retratada por Mika Ninagawa). Y lo hace con un ritmo lento, pero sin que esta lentitud se justifique con diálogos significativos o desarrollo complejo de los personajes. En pantalla aparecen otros escritores de la época, como Yukio Mishima, y la recreación algo europeizada que Ninagawa realiza de los círculos literarios del momento es deliciosa.
Osamu Dazai, en sus libros, también era irregular y desestructurado; hablaba de sí mismo, de su vida y sus fantasmas de forma desordenada y sin perseguir ningún propósito, en total desnudez. En ese sentido, la cinta acierta porque sigue la estela del escritor. Sin embargo, desde mi punto de vista no encuentra nunca el tono acertado y no llegamos a saber qué quería contarnos.


Lo que sí logran el guión y la dirección es plasmar a la perfección el desasosiego de la mente creativa, la desazón permanente del escritor que necesita sacarse las entrañas sobre un trozo de papel.
La estética vuelve a ser increíble, mezclando escenarios y ropas occidentales y tradicionales japoneses (curiosamente, las amantes visten como si fueran mujeres americanas y la esposa representa el rol clásico en todos los sentidos) y valiéndose de planos profundamente teatrales que son una delicia visual.
Quizá el trabajo más flojo de Ninagawa como directora (junto con Sakuran), sigue no obstante aportando frescura con sus colores, sus planos, sus personajes y su reinterpretación de lo puramente japonés.




-Lo mejor, para el postre; si puede ser un suflé cocinado por Tatsuya Fujiwara, mejor. Diner (2019) es la hermana rarita en esta familia audiovisual de Ninagawa y, aunque a Helter Skelter ya le llegaba, ésta se lleva la palma. Rodada en su mayor parte desde el humor, empieza con secuencias oníricas ambientadas en el Tokyo real y de forma muy brusca pasa al amago de terror gore para luego deslizarse hasta el absurdo completo con un abanico de personajes que podrían estar en cualquier cinta de Miike Takashi; sin despreciar cierta dosis de drama y enseñanza que al final llega a emocionar. Es un what? continuo.
Protagonizada por una Tina Tamashiro acertadísima en su retrato de la damisela en apuros que en realidad algún recurso tenía, la historia va de una joven que de alguna forma acaba siendo obligada a trabajar (con un uniforme de sirvienta bien cortito) sin descanso en un restaurante al que acuden asesinos de lo más variopintos. 
Esta bobada de planteamiento sirve de excusa para que, por un lado, veamos a un montón de actores conocidos divertirse muchísmo dando vida a personajes a cual más loco: Kanata Hongo como Kid, Shinji Takeda como Burro, Anna Tsuchiya como Maria... 


Entretenimiento puro teñido de un colorido histriónico basado en el Día de Muertos mexicano en mitad del cual destacan tres elementos: el brutal magnetismo de Masataka Kubota en el papel de Skin (con un complejo de Edipo que recuerda algún que otro clásico del terror), lo icónico que resulta ver a Tatsuya Fujiwara (me flipa que se llame Bombero en la película) dándolo todo cual chef de alta cocina mientras el resto de personajes se asesina y los ojos como dos pozos sin fondo de Tina Tamashiro, que une con la melancolía de su personaje tantos ingredientes a priori incongruentes.
Aunque hacia la segunda mitad se pierde un poco el colorido en favor de un drama que no se sostiene muy bien, lo cierto es que la cinta aguanta gracias al buen hacer de su protagonista y nos lleva a un desenlace sorprendente y precioso. Lloré, con eso creo que lo digo todo.
Diner es una oda al entretenimiento. Sin embargo, no renuncia a hablarnos de la alienación individual en sociedades tan colectivas y de engranajes como la japonesa; también aprovecha para darle la vuelta a la damisela en apuros y tornarla pieza clave en su propia historia; por último, invita a soñar y a perseguir aquello que se sueña, aun sin apoyos visibles, aun agarrándonos a terreno resbaladizo.
Es sorprendente, estridente, teatral, tarantinesca, takashiesca, con toques de Dario Argento en algunos de sus escenarios, divertidísima, estúpida, bonita. Un cóctel raro, icónico y al que volveré a menudo. 
A mí el heartthrob absoluto que ha sido Kubota en esta cinta ya no me lo quita nadie; era muy fan del actor desde hace tiempo, pero mamma mia, que se me iba a salir el corazón del pecho. 




Cuando hablamos de cine, hay muchísimos elementos a tener en cuenta: guión, banda sonora, dirección, fotografía, ambientación... A veces, como persona escribiente y leyente, tiendo a dar al guión un papel mucho más importante que el que concedo al resto de los elementos. Me importa y es cierto que deseo que un día Ninagawa dé con los guionistas perfectos que lleven su obra al siguiente nivel (Ai Yazawa, te invoco); sin embargo, cuando los otros elementos son tan potentes y vibrantes, a veces ni siquiera importa que el guión tenga algunos problemas o que el ritmo falle a ratos. Mika Ninagawa consigue hipnotizar con cada una de sus elecciones estéticas y todas ellas son significativas para la historia que cuenta. A veces, una imagen vale más que mil palabras.


Estoy deseando volver a dejarme hipnotizar por sus ocurrencias, autorreferencias e inspiraciones. Deseando que siga trabajando con los mismos actores tan geniales que elige y que también enganche a otros como Chiaki Kuriyama o Takayuki Yamada. Hasta me parece la persona indicada para devolvernos a Hiroki Narimiya.

Por pedir...

2 comentarios:

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