domingo, 25 de junio de 2023

[Domingo de Poesía] O poeta doido, o vitral e a santa morta

Que sí, que sí. Que ya sé que hace dos años que no publico nada en esta sección. Pero aquí estamos.

Durante este curso ya prácticamente cerrado, la vida me ha situado en Nigrán (Pontevedra). Y, aunque el lugar en sí no me ha apasionado, lo que sí lo ha hecho ha sido la cercanía de Portugal y el poder escaparme cualquier día a echar la tarde en alguno de sus pueblos fronterizos. Gracias a Nigrán, también he podido volver a Oporto y descubrir otros lugares que no había visitado, como Ponte de Lima o Vila do Conde.
En este último lugar, en Vila do Conde, pasé un fin de semana dejándome sorprender por la eternidad de su acueducto y la furia de su oleaje. Y, también, descubrí a José Régio, un poeta heredero de mis adorados Pessoa y Sá-Carneiro que, como estos, me ha fascinado. 

Régio estuvo presente en todos mis recorridos por Vila do Conde y se ha ganado también la presencia permanente en mi estantería y en mi imaginario.


JOSÉ RÉGIO

Nacido en Vila do Conde (Portugal) en septiembre de 1901, Régio se licenció en Filología Latina en la Universidad de Coímbra y realizó una tesis sobre poesía moderna portuguesa en la que ponía en valor la obra de poetas que entonces aún resultaban desconocidos, como Fernando Pessoa; en 1941, esta tesis sería publicada de nuevo en una versión ampliada, bajo el título Pequena história da moderna poesia portuguesa.
En 1927, Régio fundó la revista Presença, que marcó el arranque del segundo modernismo portugués.
Trabajó como profesor, cronista en periódicos y gerente de un taller de restauración de antigüedades.
Como escritor, publicó novelas, obras de teatro y ensayos; pero destacó especialmente su obra poética, en la cual reflejó los conflictos entre la naturaleza humana y la trascendencia o la idea de Dios, la soledad del individuo en la sociedad de su época y las funciones del artista. 
Poemas de Deus e do Diabo (1925), en el que se recoge el poema que comparto en esta entrada, es su primer poemario publicado. Tras éste, vendrían otros como As encruzilhadas de Deus (1936), Fado (1941) o Filho do homem (1961). 
Régio murió de un infarto de miocardio a los 68 años, soltero y sin descendencia conocida. Lo sobrevivió su hermano, el también poeta Saúl Dias.



O POETA DOIDO, O VITRAL E A SANTA MORTA

Era uma vez um Poeta
Que vivia num Castelo,
Num Castelo abandonado,
Povoado só de medos...

- Um Castelo com portões que nunca abriam,
E outros que abriam sem ninguém os ir abrir,
E onde os ventos dominavam,
E donde os corvos saíam,
Para almoços
Que faziam
De mendigos que caíam lá nos fossos...

Havia no Castelo, ao fim dum corredor,
(Um corredor grande, grande,
Frio, frio,
Como abóbadas sonoras como poços)
Um vitral.

Era um vitral singular...

E é bem verdade que ninguém sabia
O que ele ali fazia,
ao fim daquele corredor,
Naquela parede ao fundo,
Aquele vitral baço e quase já sem cor.

Nem o Poeta o sabia...

Nem o Poeta o sabia,
Muito embora noite e dia
Meditasse
No vitral quase sem cor
Que estava pr'ali na sombra
Do fundo do corredor -
Com ar de quem aguardasse...

Quando, a meio da noite, o Poeta acordava,
Levantava-se e, até dia, delirava.
Era a hora do Medo...

E passeava, delirando, pelos longos corredores,
Descia as escadarias,
Corria as salas.

Sob os seus pés, as sombras deslizavam.
Pelos recantos, os fantasmas encolhiam-se.
E, devagar, bem devagar, no escuro,
Portões abriam-se, e fechavam-se, e gritavam sem rumor.

O Poeta só parava
Diante do tal vitral,
Ao fim do tal corredor...

E sonhava.

Sonhava que, para lá
Daqueles doirados velhos,
Daqueles roxos mordidos,
Que morriam
Sobre o fundo espesso e negro,
Havia...

Mas que haveria?

Qualquer coisa bem ao perto
Que o chamava de tão longe...!

E, mudo, ali ficava até ser dia,
Enquanto os ventos, lá fora,
Fingiam mortos a rir...
Enquanto as sombras passavam...
Enquanto os portões rodavam,
Sem ninguém os ir abrir!

Mas, um dia,
- Eis, ao menos, o que dizem -
O Poeta endoideceu.

E, fosse Deus que o chamasse
Ou o Diabo que lhe deu,
(Não sei...)

Sei que uma noite, a horas desconformes,
O Doido alevantou-se nu e lívido,
Com os cabelos soltos e revoltos,
A boca imóvel como as das estátuas,
Os olhos fixos, sonâmbulos, enormes...

Pegou do archote,
Desceu, escada a escada, a muda escadaria,
Seguiu pelo corredor.

Em derredor,
As sombras doidas esvoaçavam contra os muros.
Lá muito longe, o vento era um gemido que morria...

Ao fim do tal corredor,
Havia
O tal vitral.

E, de golpe,
Como dum voo em linha recta,
O Poeta-Doido ergueu-se contra ele,
Direito como uma seta...

A cabeça ficou dentro,
O corpo ficou de fora...

E os verdes, os lilases, os vermelhos da vidraça
Laivaram-se de sangue que manava,
E que fazia,
Nas lájeas do corredor,
Um rio que não secava...

Mas, no instante em que morria,
Abrindo os olhos,
- Olhos de tentação divina e demoníaca -
O Poeta pôde ver

.... E viu:

Viu que, por trás do vitral baço, havia
Um nicho feito no muro.
Dentro, iluminando o escuro,
De pé sobre tesoiros e tesoiros,
Estava
Certo cadáver duma Santa
Que fora embalsamada há muitos séculos...

E a Santa, que o esperava,
Despertou,
E, sorrindo-lhe e curvando-se, beijou
A cabeça degolada.



EL POETA LOCO, LA VIDRIERA Y LA SANTA MUERTA (traducción cutremente realizada por una servidora)

Había una vez un poeta
que vivía en un castillo, 
en un castillo abandonado
poblado sólo de miedos...

-Un castillo con portones que no se abrían nunca
y otros que se abrían sin que los abriera nadie,
y donde los vientos gobernaban,
y donde los cuervos salían,
a almuerzos
que hacían
de mendigos caídos allá en los fosos...

Había en el castillo, al final de un corredor,
(un corredor grande, grande,
frío, frío,
con bóvedas que resonaban como pozos)
una vidriera.

Era una vidriera singular...

Y bien es verdad que nadie sabía
lo que él allí hacía,
al final de aquel corredor,
en aquella pared del fondo,
aquella vidriera oscura y ya casi sin color.

Ni el poeta lo sabía...

Ni el poeta lo sabía,
por más que noche y día
meditase
ante la vidriera casi sin color
que estaba allí, en la oscuridad
al final del corredor
-Como quien está esperando...

Cuando, en mitad de la noche, el poeta despertaba,
se levantaba y, hasta el día, deliraba.
Era la hora del miedo...

Y paseaba, delirando, por los largos corredores,
bajaba las escaleras,
recorría las estancias.

Bajo sus pies, las sombras se deslizaban
por los resquicios, los fantasmas se encogían.
Y despacio, muy despacio, en la oscuridad,
los portones se abrían y se cerraban y giraban sin rumor.

El poeta sólo paraba
delante de aquella vidriera
al final de aquel corredor...

Y soñaba.

Soñaba que, más allá
de aquellos dorados viejos,
de aquellos rojos mordidos
que morían
sobre el fondo espeso y negro,
había...
Pero, ¿qué habría?

Cualquier cosa muy cercana
que llamaba desde lejos...

Y, mudo, allí se quedaba hasta que se hacía de día,
mientras el viento, allá fuera,
fingía la risa de un muerto...
Mientras las sombras pasaban,
mientras los portones rodaban
sin que nadie los fuera a abrir.

Pero un día
-O, al menos, eso dicen-
el poeta enloqueció.

Fuera Dios quien lo llamaba 
o el Diablo el que lo poseía,
(No sé...)

sé que una noche, a horas intempestivas,
el loco se levantó desnudo y lívido,
con cabellos sueltos y revueltos,
la boca inmóvil como la de una estatua,
los ojos fijos, sonámbulos, enormes...

Cogió la antorcha,
bajó, peldaño a peldaño, la muda escalera,
siguió por el corredor.

Alrededor,
las sombras locas se arrojaban contra los muros.
Allá, a lo lejos, el viento era un gemido agonizante...

Al final de aquel corredor
estaba 
aquella vidriera.
Y, de golpe, 
como en un vuelo en línea recta,
el poeta loco se arrojó contra ella, 
directo como una flecha.

La cabeza quedó dentro,
el cuerpo quedó fuera...

Y los verdes, los lilas, los rojos de la vidriera
se tiñeron de la sangre que manaba,
y que hacía,
en las losas del corredor,
un río que no se secaba...

Pero, en el instante en que moría,
abriendo los ojos,
-Ojos de tentación divina y demoníaca-
el poeta pudo ver

... y vio:

Vio que, por detrás de la vidriera oscura, había
un nicho incrustado en el muro.
Dentro, iluminando la oscuridad,
de pie sobre cientos de tesoros,
estaba
el cadáver de cierta santa
que fuera embalsamada hacía muchos siglos...

Y la santa, que lo esperaba,
despertó,
y, sonriendo y agachándose, besó
la cabeza degollada.




¡Feliz domingo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Al comentar en este blog, manifiestas conocer y estar de acuerdo con la Política de Privacidad del mismo.