jueves, 30 de abril de 2020

Favoritos de marzo y abril


AY. Veo mi previa entrada de Favoritos y me pregunto en qué momento exacto la vida ha cambiado tanto y cómo habría reaccionado si me hubieran contado esto en enero. Eso sí, si restamos la parte emocional que se ve comprometida por el avance de los acontecimientos y tocada por el aislamiento (yo lo llevo bien porque suelo aislarme con frecuencia de forma voluntaria), la verdad es que estar confinados en casa con tantísimas horas muertas tiene su lado positivo. En estos dos meses, he leído más que de costumbre, he visto más pelis y series, me he entregado a revisionados muy necesarios para alimentar mi morriña vital y he escrito bastante. Tengo muchos favoritos que dejar aquí plasmados y eso me parece genial, ya que no todos los meses hay cantidad. Pero esta vez traigo bastantes recomendaciones y espero que a alguien le sirvan para ponerle mejor cara a la cuarentena.


Vamos allá:


Películas


-El infierno del odio (1963). LA PELÍCULA, sin duda, de estos meses y lo más hipnótico que he visto en la vida. Lo cierto es que he consumido mucho cine de Kurosawa, pero recuerdo extremadamente poco. Sé que ésta ya había caído en aquella época de la TVG poniendo cine clásico japonés en las madrugadas de los sábados y me sonaron bastantes de sus elementos, pero en general ha sido como una primera vez. Y QUÉ PRIMERA VEZ. Es una cinta demoledora, excelsa en todos sus aspectos posibles, con grandes interpretaciones y un guión descomunal. Se divide en dos partes bien distintas: la primera, en un único escenario y con escasos recursos, plantea todo un abanico de dilemas morales y desgrana con maestría el alma humana y todas las barreras sociales que la cercenan; después viene la investigación policial, absolutamente detallada y coherente, lineal, realista, haciéndonos partícipes de cada paso que se da en pos del delincuente. El final aúna ambas secciones en la mirada infinita de Toshiro Mifune y un diálogo más de película americana pero totalmente acorde a lo que hemos experimentado. 
UF. No puedo prometer que no me vaya a poner a lo loco con Kurosawa en las próximas semanas. 

-Perdición (1944). Otro grande al que también he recurrido este bimestre es Billy Wilder, de quien todavía me quedan muchísimas obras por descubrir. En este caso, con un clásico del cine negro y del subgénero de las femmes fatales. Y qué femme fatale, qué mirada de gata la de Barbara Stanwyck. Destaca por la trama tan bien hilada, las buenas interpretaciones y la química de sus personajes. No es especialmente sorprendente en 2020, pero tiene un enorme valor como precursora y como película, a grandes rasgos, redonda.

-El apartamento (1960). Esta película me recuerda a una antigua amiga con la que no acabé bien y por eso nunca me había animado a verla entera. Craso error, claro. Es una de esas comedias románticas que todo el mundo pone por brújula y se merece ese tratamiento. Cargada de tristeza pero con un tono amable y ligero, nos presenta a dos personajes entrañables e inolvidables que se descubren en una vorágine de decepciones. Nuevamente, trama redonda y original, grandes actuaciones y perfecta dirección.

-Hitsuji to hagane no mori (2018). En marzo, estuve loca de enamorada de un dorama llamado Todome no kiss, del que ya vine a dar la chapa en su momento. Acabé de verlo y lo volví a ver, y podría haber repetido una tercera vez pero se impuso la cordura. Así que me fui a buscar algún otro trabajo de sus protagonistas y me quedé a cuadros con el papel de Kento Yamazaki en este drama sensorial que es una buena muestra del cine costumbrista japonés, rico en fotografía y música, en ambientación y sensaciones. Digo que me quedé a cuadros porque es como ver a una persona distinta con respecto a su rol en el dorama, y eso me parece maravilloso. Una buena película homenaje al piano y a la naturaleza, a los oficios "menores" sin los que no brillarían aquellos más reconocidos.

-Eroski Paraíso (2019). Protagonizada por el mítico Miguel de Lira y por Patricia de Lorenzo, se trata de la adaptación de una obra teatral donde una pareja separada explica la noche en que se conoció. Quizá poco cinematográfica en su forma, convence por unas interpretaciones enormes y sinceras y la exploración magnífica de la identidad gallega a través de la anécdota más sencilla. En hora y cuarto de película, se explica Galicia, se explica una generación, se explica nuestra forma tan personal de sentir con respecto al mundo. No hay nada postizo en esta película.

-Recuerdos desde Fukushima (2016). Desde mi visita a Hiroshima, en agosto del año pasado, tenía la intención de volver a ver Hiroshima, mon amour (1959), una de mis películas favoritas de la veintena. Me costó un poco porque aún no he procesado del todo Hiroshima, pero al final lo hice y Resnais volvió a enamorarme muchísimo
Recuerdos desde Fukushima es una cinta inspirada en la anterior, pero diferente. Rodada en blanco y negro, explora la redención a partir del choque cultural y la progresiva adaptación a la convivencia de dos animales tan diferentes como una mujer europea y una nipona. Habla del desastre, de la pérdida y de la culpa; incorpora también elementos sobrenaturales de una forma orgánica y sencilla, muy acorde con el imaginario japonés.

-Jesús (2018). Ópera prima de Hiroshi Okuyama, es una película sencilla que aborda la fe cristiana desde los ojos de un niño en dos momentos muy concretos: el del encuentro primero con el imaginario y la terminología; y el de la tragedia que hace a uno cuestionarse si ha sido abandonado o si ese dios existía en primer lugar. Con secundarios interesantes, especialmente las mujeres, conoce bien el funcionamiento de la mente infantil y expresa de forma muy acertada la forma de la religión en la cabeza de su protagonista.


Menciones especiales para otras también muy buenas: El día más feliz en la vida de Olli Mäki (2016), Sister (2012), In love we trust (2007) y Hacia la luz (2017)


Series


Es la época de los revisionados, como comentaba en mi entrada anterior. Es la pausa perfecta para regresar a las raíces y reencontrarnos en ellas. Así que nada de esto va a sorprenderos.

-Rurouni Kenshin: Tsuiokuhen (2003). Con las OVAs dio comienzo mi vuelta al cielo azul de Edo, que tanto había echado de menos. Tsuiokuhen es mi parte favorita del Kenshin animado y, diecisiete años más tarde, se conserva elegante, triste, fiel a los personajes y a la historia específica del Bakumatsu, bella en su animación y banda sonora, dolorosa. La primera vez que vi estas OVAs, tenía como catorce años y había alquilado el VHS en la tienda friki de mi ciudad, Mazinger Ourense. Me he vuelto a sentir como aquella tarde en mi casa viéndola junto a mi mejor amiga.

-Todome no kiss (2018). Esto ha sido visionado y revisionado y ya os he dado también la chapa al respecto, así que no me entretengo. Es un dorama que no conocía de nada, que no sé cómo se me cruzó y me cautivó y me hizo reír y llorar y flipar en colorines y entender que todavía se hacen series originales. Los personajes se quedan en mi corazón de por vida y no van a pasar años hasta que los vuelva a buscar.

-Nobuta wo produce (2005). MADRE MÍA. ¿Cuánto tiempo hacía que me debía esto? MADRE MÍA. Nobuta fue mi segundo dorama (ya había visto Summer Snow), pero fue el primero que me vi a medida que salían los episodios y el que me enganchó a ese mundo. Lo vi durante mi época de preparación de Selectividad y recuerdo a la perfección el enganche, cómo me veía los capítulos siete veces a la espera del siguiente, la tontuna máxima con Kame(nashi Kazuya) y las canciones de KAT-TUN en mi ordenador. Hacía siete años que no volvía a Nobuta y esperaba que algunas cosas me mosquearan desde mi perspectiva actual, pero no ha sido así; me ha parecido entrañable, muuuuy japonés en todo, animesco, auténtico, calentito. Creo que habría admitido dos o tres episodios más sin ningún problema; ¡se me ha hecho tan corto! Me han encantado su fantasía y sus secundarios. Y ellos tres, el símbolo máximo de la amistad en mi imaginario. Ha sido precioso ver Nobuta en 2020.

Mención especial para el revisionado periódico de The IT Crowd (¿es posible que no me canse nunca?) y para When the weather is fine (2020), que estuvo genial en ambientación y personajes pero regular en lo demás.


Libros


Os prometo que estoy leyendo mucho. Despacio, como siempre, pero mucho. El caso es que no termino casi nada, pero no me importa porque lo estoy gozando. 

De los cuatro libros que he finalizado en los dos últimos meses, sólo uno ascendería a la categoría de Favorito, pero lo hace con un mérito infinito. Hablo de Ayoade on Top, de Richard Ayoade; me lo regalaron en Navidad y la sinopsis era rara de narices, pero ha sido genial descubrirlo. Básicamente, Mr. Ayoade (de quien soy fan a muerte) analiza una película de mierda de Gwyneth Paltrow que ni siquiera es necesario haber visto porque él mismo la narra con todo lujo de detalles mientras reflexiona sobre la vida y la naturaleza humana. Tal cual. Si conoces a Ayoade, lees todo el texto con su voz y entonación y te mueres de risa. Me parece un trabajo atrevido y brillante.

Mención especial para The Last Smile in Sunder City, de Luke Arnold; llevaba tiempo esperándolo y me ha dejado un poco a medias, pero leeré el segundo porque creo que puede dar mucho más de sí.


Excursiones, etc.

Sí, sí, me ha dado para alguna salida más allá de la semanal al Alcampo. El confinamiento empezó a mitad de marzo y yo, días antes, charlando por teléfono con mi hermana delante del monasterio de Sobrado dos Monxes, aún pensaba posible irme de Semana Santa a Irlanda. En fin.

Antes de toda esta locura, tuve por Narón a mi amiga Laura y le enseñé Pontedeume y Monfero; además de comer increíble en Ferroliño. El fin de semana siguiente fue el de Sobrado y además rehice parte de mi ruta habitual Ourense-Narón (desde Curtis) y me pude parar en algunos sitios. Descubrí una iglesia espectacular en medio del monte (Santa María de Mezonzo) y pude respirar el aire puro suficiente para lo que venía.

A partir de ahí y como experiencias culturales, tengo que destacar los conciertos maravillosos que mis artistas favoritos me están regalando en la distancia. Desde JP Leppäluoto interpretando temas viejos de Charon, pasando por Apocalyptica o Brother Firetribe, a los esporádicos de Hozier o Tarja, los diarios de Miyavi y sus hijas y la maravilla de ver a Dir en Grey en el Yokohama Arena dándolo todo sin público. 

Estar en casa tiene muchas cosas buenas. Las malas ya las conocemos de sobras, pero es que las buenas están ahí. Madrugo, pero no me agobia madrugar. Me centro más trabajando, leyendo, escribiendo. He participado en un certamen literario que llevaba años aplazando. Puedo desayunar bien, cocinar, hacer ejercicio, tomarme mis buenos ratos para descansar. Echo horas en la ventana y he empezado a hablar con vecinos a los que ni conocía. 

No estamos en un paréntesis. No nos van a devolver este tiempo "perdido", así que lo suyo es no perderlo ni verlo en espera por lo siguiente. Compensa vivirlo, así que eso intento hacer cada día.


Música

Canciones que he escuchado en bucle últimamente:

-Harvest de Nightwish


-Sayonara elegy de Masaki Suda


-Run away from the sun de VV (Ville Valo es otra persona que ha hecho la cuarentena infinitamente mejor)


-When it's time de Altamullan Road


-Die like a rockstar de Gio Bermejo



Y esto es todo. Han sido dos grandes meses de cultura, especialmente en lo que toca al cine. Los dos siguientes deberían venir igual de cargados.

¡Sed felices!

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